La segunda independencia

Casi 40 puntos separan al Gran Mendoza del Gran Tucumán. La primera ciudad, de la región de Cuyo, lidera la percepción de calidad de vida de toda la Argentina. La segunda, ex capital del norte, es la última metrópolis del país en que quisieran vivir los argentinos, según la encuesta anual que realiza la consultora Innovación, Política y Desarrollo (IPD).

Casi 40 puntos, porque Mendoza rankeó primera con 15 puntos (positivos), mientras que Tucumán cosechó 23 puntos (negativos).

Son siete las ciudades argentinas que obtuvieron puntajes positivos. Después de Mendoza, le siguen Ciudad de Buenos Aires (11); La Plata (9); Posadas (8); San Juan (5); Corrientes (3); y San Luis (2).

El resto de las urbes argentinas (17) obtuvieron guarismos negativos, desde Viedma, la octava en el índice de calidad de vida (con -2) hasta Tucumán (con -23).

De las cinco últimas de este ranking de satisfacción, o de insatisfacción, según se mire, cuatro pertenecen al NOA: Salta, La Rioja, Jujuy y Tucumán. La quinta es la litoraleña Paraná.

Estar últimos en calidad de vida es la consecuencia de estar últimos -o entre los últimos- en casi todos los ránkings de la vergüenza argentina, como inseguridad, infraestructura, siniestralidad vial, pobreza, higiene, incumplimiento de las leyes, corrupción, indivisión de poderes, falta de transparencia, asfixia impositiva, desempleo, carencia de oportunidades…

Todos estos ítems, entre otros, confluyen en la respuesta sobre dónde querés vivir y dónde no querés vivir.

MendoExit

Desde hace unos años los mendocinos vienen planteando la necesidad de independizarse de Argentina.

La idea del independentismo mendocino, también conocido como separatismo mendocino o MendoExit (en alusión al Brexit Británico, que significó la salida del Reino Unido de la Unión Europea), recobró fuerza el año pasado cuando Alfredo Cornejo, ex gobernador radical y actual diputado nacional, resucitó este intento de rebelión.

Cornejo fundamentó su planteo “bajo el principio de autodeterminación de los pueblos” y a partir de “las disposiciones legales con respecto de la permanencia o secesión de una provincia como parte de la República Argentina”. Dijo, además, que la provincia de Mendoza reúne las condiciones para ser autónoma como país.

Con la mirada puesta en el Brexit inglés y en los catalanes que reclaman la soberanía de España, donde se hicieron consultas populares, el mes pasado el diputado nacional José Luis Ramón, de Protectora Fuerza Política, una fuerza provincial aliada al kirchnerismo, propuso plebiscitar el MendoExit.

“Hay que desenmascarar la idea de sedición de Cornejo”, afirmó Ramón, un abogado especialista en la defensa del consumidor, y anunció que presentará un proyecto de ley para que los mendocinos decidan en las próximas elecciones si quieren seguir siendo argentinos o quieren dejar de serlo.

Cuando Cornejo revivió la idea separatista, en junio de 2020, el 35% de los mendocinos lo apoyaba.

En marzo de este año, según un relevamiento de Reale Dalla Torre Consultores, el 45% de los habitantes de esa provincia ya coincidía con el proyecto separatista.

El principal argumento fue que Mendoza viene siendo sistemáticamente perjudicada por el unitarismo porteño, profundizado durante los gobiernos de Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández, según desglosó la consultora. Discriminación profundizada y agravada durante la pandemia, según el estudio, lo que explica el aumento de diez puntos de los independentistas en menos de un año.

Esto provocó que el 15 de abril se formalizara el lanzamiento del movimiento político MendoExit, conformado por una alianza entre el Partido Éxito, de Hugo Laricchia, y el Partido Demócrata, de Robero Ajo, quienes ese día anunciaron que se presentarán a elecciones este año.

El objetivo de MendoExit, anticiparon, es posicionarse como tercera fuerza detrás de Cambiemos y del Justicialismo.

Aislados del mundo

“Mendoza tiene todo para vivir como un país independiente, pero no lo tiene hoy. Hoy necesita de la Argentina y la Argentina lo perjudica en la calificación de riesgo, en el acceso de crédito internacional, para traer inversiones. Podría ser un país pero con un programa común de su elite política empresaria para desarrollar ese camino”, planteó Cornejo, quien también es presidente de la Unión Cívica Radical a nivel nacional.

El punto de quiebre que hizo enojar a Cornejo fue que la Nación, según denunció, viene demorando la obra de 1.000 millones de dólares de Portezuelo del Viento, un proyecto hidroeléctrico muy importante para Mendoza.

Según Cornejo, detrás de esta demora están La Pampa, gobernada por el justicialista Sergio Ziliotto, provincia que hizo un reclamo medioambiental contra la obra, con un fuerte respaldo del gobernador bonaerense Axel Kicillof, por La Cámpora a nivel nacional, y por otras dos provincias gobernadas por aliados al kircnerismo, Río Negro (Arabela Carrera), y Neuquén (Omar Gutiérrez).

“Lo de Portezuelo es pura maldad y porque el gobernador Kicillof y La Cámpora tienen el objetivo de perjudicar a Mendoza, como provincia productiva que le hacen vivir una asfixia fiscal”, reclamó Cornejo en una entrevista con radio Nihuil de Mendoza.

Y recordó que, hasta junio de 2020, Tucumán había recibido del Gobierno nacional $6.000 millones en créditos para sortear la crisis del coronavirus, mientras que a Mendoza, que tiene una dimensión similar, le habían dado 1.900 millones y está penúltima en la distribución de recursos fiscales.

Laricchia, un militante antikirchnerista, se adjudica haber acuñado el término MendoExit, en 2016. “Lo venimos trabajando desde hace tiempo con profesionales de una fundación detrás. Y nuestro deseo es tener un país que se llame Mendoza, recuperar las potestades que la Nación le ha ido quitando y no tener que depender del puerto de Buenos Aires”, contó Laricchia en la radio mendocina Aurora.

“Frustrar el sistema republicano podría ser una causal de intervención”, opinó en una entrevista a Clarín el ex ministro de la Corte mendocina, Alejandro Pérez Hualde. En esa misma nota, la constitucionalista Gabriela Ábalos también planteó que no es posible la autonomía mendocina: “En un país federal como es Argentina no hay opción para que los estados partes puedan plantear la secesión”.

Dos independencias

Más allá de las opiniones de los juristas o de los políticos, es evidente que en Argentina conviven varios “países” diferentes.

Pese al enojo de los mendocinos, que lleva a que casi la mitad de la población quiera hoy independizarse del centralismo porteño, la capital cuyana ostenta el mejor puntaje nacional en calidad de vida. Y suponen que si fueran independientes podrían ser aún mejores.

Mientras algunos mendocinos quieren irse de Argentina, pero ninguno de su Mendoza orgullosa, los tucumanos quieren irse de la provincia. Más del 80% lo haría si pudiera hacerlo, según un sondeo realizado por LA GACETA en marzo.

Dos éxodos diferentes. Unos buscan la independencia y otros quieren abandonar la cuna de la Independencia.

El gobernador Juan Manzur logró una interesante colocación: la segunda peor imagen negativa entre todos los mandatarios del país, después de Mariano Arcioni, de Chubut, según una medición de marzo de CB Consultora de Opinión Pública.

Otra medición que suma para que la provincia encabece la lista de los lugares más inhabitables.

La gente observa atónita cómo el poder político se disputa las sobras de una provincia en ruinas, de espaldas a los graves problemas de una sociedad agonizante.

Una clase dirigente que niega sistemáticamente la realidad, a niveles pasmosos, como el gobernador diciendo en cámara que la reunión del 1 de mayo fue a campo abierto, mientras se mostraban fotos de una treintena de dirigentes amontonados en un salón, sin barbijos ni distanciamiento.

Ya ni siquiera importa disimular la mentira. Es la consecuencia de más de dos décadas de gobiernos totalitarios, que no rinden cuentas, ni ante una Justicia atiborrada de amigos, ni ante una Legislatura repleta de Pymes, y ya ni siquiera ante la sociedad.

Esto ocurre cuando no hay miedo al castigo en las urnas -por eso hablamos de totalitarismo-, porque en Tucumán las elecciones no se ganan, se compran. Y se compran con la billetera más gorda, la del Estado.

Dinero que falta en las rutas, en las escuelas, en la generación de empleo genuino, en las cloacas o, más grave aún, en un plato de comida para tantos que pasan hambre.

Con un vicegobernador que en vez de legislar y de auditar el Ejecutivo (recién se acuerdan, pero no les crea, son sólo internas que después se acomodan solas), anda hace dos meses repartiendo plata por la provincia (plata que no es de él) como si fuera un gobernador o un ministro. Vale aclarar, como si fuera un mal gobernador o un mal ministro o, más bien, un mandatario populista del subdesarrollo.

Así entendemos la política en Tucumán: es el arte de esquilmar al Estado para comprar voluntades y mantenerse en el poder -y en la riqueza-, mientras no hacemos nada, o muy poco, como suele decirse, para la foto.

Como los mendocinos, los tucumanos en algún momento deberemos plantearnos la segunda independencia. Esta vez no ya contra el invasor extranjero, sino contra el invasor interno, que mediante un sistema electoral fraudulento y corrupto ha secuestrado al Estado en su totalidad, a los tres poderes.

Esa segunda independencia llegará de cualquier modo, porque no se puede seguir cayendo por siempre y ser simples observadores de cómo siguen destruyendo todo. Ojalá que sea por un acuerdo político superador, y no por haber tocado fondo, más fondo, más fondo.

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