Hojeando el Diario: el humor de un escritor español en Tucumán

Hojeando el Diario: el humor de un escritor español en Tucumán

Ramón Gómez de la Serna visitó nuestra provincia en 1933. Las tertulias del Pombo.

HUMOR. El escritor ante los tucumanos mostró toda su creatividad, sutileza e ironía usando elementos extraños y un baúl. HUMOR. El escritor ante los tucumanos mostró toda su creatividad, sutileza e ironía usando elementos extraños y un baúl.

“¿Podría escribir un millón solamente con nueves?” fue la pregunta que el hombre le hizo a sus compañeros de mesa en un bar de Madrid. Aunque es una pregunta con números y parezca que requiere conocimientos de matemáticas, la cuestión no fue planteada por un matemático sino por un escritor y humorista recordado en nuestra provincia. La solución a la pregunta, si no la puede resolver antes, la encontrará al final de este artículo. Este hombre de letras tenía por costumbre desafiar a sus amigos con ciertos problemas o cuestiones que pusieran en juego ideas de lo más descabelladas. Odiaba el aburrimiento y la solemnidad siendo las reseñas breves y el humor su antídoto. El café donde se reunía con otros intelectuales era su lugar. Más aún uno de sus relatos cuenta sobre aquellos encuentros. El bar se llamaba Pombo, al igual que el libro donde desarrolla una pormenorizada crónica de la actividad, un tanto sedentaria pero apasionada que se desplegaba en el lugar. Allí relata los juegos a lo que eran habitués los concurrentes, a instancias suyas. Uno de ellos fue la pregunta con la que comenzamos la crónica. Algunos eran elucubrados y otros tan simples como el de dibujar un cerdo a ciegas lo que generaba la risa desbordantes ante las figura deforme dibujada por invitado. El dramaturgo Ramón del Valle Inclán fue el que dejó uno de sus cerdos a la posteridad. Por el Pombo pasaron destacadas figuras de la talla de Picasso, Diego Rivera, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Tristan Tzara, Valery Larbaud, Pierre Mac Orlan y Jean Cassou. Los encuentros se producían el sábado a la noche y comenzaron en 1912.

El escritor del que hablamos es Ramón Gómez de la Serna quien visitó nuestra provincia en agosto de 1933 y realizó dos conferencias en la que demostró toda su capacidad histriónica y humorística que fue muy festejada por el público. La presentación se llevó a cabo en la Sociedad Sarmiento. La concurrencia fue tal, que mucha gente quedó fuera y escuchó la conferencia desde la calle. Desde el principio los presentes se encontraron con elementos curiosos sobre el escenario. Había un baúl de viaje semiabierto de cuyo interior se asomaban el torso de una sirena y otros elementos. Estos fueron usados por él en una charla de visos extraños y curiosos, que llamó mucho la atención y siguió en los corrillos varios días.

Como se ve el humorista mantenía el mismo accionar histriónico tanto en el escenario como en sus encuentros privados. Desde el comienzo la exposición fue una ironía. Gómez de la Serna dijo: “esta conferencia denominada La sirena, una película y otros objetos realmente debería ser La conferencia del baúl”. Con ello esperaba aclarar algunas cosas al público pero éste quedó aún más extrañado. Según relata Carlos Páez de la Torre (h), “allí hizo derroche de sus condiciones de humorista, ayudado por elementos como la sirena de cera que emergía de un baúl, una estatuita de yeso, el sombrero de Napoleón, un monóculo sin vidrio, una faja y una chaqueta de torero, auriculares de radio, una máscara antigás y la proyección de una película de factura propia”.

El autor español atrajo la atención del público cuando extrajo la estatua de yeso y la rompió con un triángulo de metal -como el instrumento de las orquestas- como sacrificio para que “los dioses sean propicios en las conferencias y en las de tipo baúl. Es necesario hacerles una ofrenda, y yo cumplo con este ritual sacrificando este objeto cursi, que se añadirá a los muchos que ya he destruido en mi andares por la tierra”.

En la presentación del 29 de agosto, otro gesto irónico de Gómez de la Serna fue el instante en el que sacó un guante de hierro de caballero y dijo que “arrojado en el momento preciso quedaba eliminada una de las dos partes que podía ocasionar el mal momento de una tramitación caballeresca (haciendo referencia a un duelo)”, idea que fue muy festejada por el público. El gorro de Napoleón poseía “una enorme dosis de voluntad y bastaba ponérselo para resolverse en la más terrible de la dudas”. Los auriculares dieron rienda suelta a su inventiva ya que le permitían “conectarse con las estaciones transmisoras más exóticas y sorprendentes”.

La charla con la sirena tuvo ribetes épicos en humor e ironía. Comenzó preguntándole la edad a lo que respondió: “en el mar no se tiene edad porque no hay almanaques”. La dama del mar respondió a la consulta “¿qué pez o monstruo le es a usted más odioso en el mar?” y la respuesta fue “el buzo”. A la pregunta acerca de si las sirenas son rubias, dijo: “las hay morochas porque se tiñen con tinta de calamar”. En referencia a sus novios respondió que “todos murieron al oírme cantar!... Pero siempre encontramos nuevos amantes en esas islas desconocidas que inventan los novelistas para colocar a sus náufragos perdidos”. También recordó a Ulises al decir que “nuestros abuelos siempre nos hablan de él. -Era un hermoso joven atado como un San Sebastián (en referencia al santo y mártir católico) al palo de su navío”. En cuanto al traje, la entrevistada afirmó: “tenemos solamente nuestro traje palpitante de lentejuelas... Los peces nos reponen con sus escamas las lentejuelas que perdemos en el ajetreo de nadar siempre... No tenemos más ropas porque usted no sabe lo que es abrir un baúl en que se guardan trajes y se los encuentra todos apolillados de cangrejos”. Otro momento imborrable fue el dedicado a los naufragios: “En los barcos hundidos nos gustan los cuartos de baño! Con qué delicia celebramos en ellos nuestros baños de señoritas. Después buscamos los espejos y los concertistas ahogados. Los espejos porque gracias a ellos es como sabemos que somos sirenas y a los concertistas porque nos dan conciertos, que es lo que más nos gusta porque todas las sirenas somos arpistas sin contrata”.

La primera disertación fue dedicada a la obra de los pintores españoles El Greco y Goya.

El escritor, que había nacido el 3 de julio de 1888 en Madrid, dejó nuestro país pocos días después pero volvió en 1.936 para radicarse en Buenos Aires, donde falleció en enero de 1963.

No nos olvidamos de la respuesta a la pregunta inicial. Si intentó buscar una solución bienvenido sea. Si la encontró, mejor. La respuesta que escribió Gómez de la Serna en el mármol de la mesa del Pombo fue: “999.999+9/9”.

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