In memoriam: historias de un profesor que dedicó su vida a la economía

In memoriam: historias de un profesor que dedicó su vida a la economía

En el aula o café de por medio, Manuel Luis Cordomí se caracterizó por las charlas profundas y con un ácido humor.

PROFESOR EMÉRITO. Manuel Luis Cordomí dedicó más de seis décadas a la formación de los profesionales en Ciencias Económicas de la UNT.  FOTO/ GENTILEZA OSVALDO MELONI PROFESOR EMÉRITO. Manuel Luis Cordomí dedicó más de seis décadas a la formación de los profesionales en Ciencias Económicas de la UNT. FOTO/ GENTILEZA OSVALDO MELONI

Manuel Luis Cordomí era un libro abierto. Su combustible fue la comunicación permanente con sus alumnos y con sus colegas. Ese café de por medio que compartía en interminables charlas que siempre dejaban una enseñanza. Profesor emérito de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y doctor en Economía por la Universidad de Chicago, Cordomí solía decir que su profesión era un sacerdocio. “Puede pelearse con la Iglesia; puede ser privado de otorgar la confesión, pero el sacerdote que ha recibido las ordenes sigue cultivándose y debe seguir haciendo los ejercicios correspondientes”, dijo en una de las últimas entrevistas que concedió a LA GACETA cuando la unidad académica le reconoció una trayectoria de más de medio siglo. A pesar de sus 91 años, el “Profe” de Economía Agrícola, Finanzas Públicas e Historia de Pensamiento Económico le dedicó toda su vida a la enseñanza, aún rechazando cargos públicos. Físicamente, ya no está entre nosotros, pero su tarea académica vive en el recuerdo de tantos graduados que lloran su partida.

La desaparición física del Doctor Manuel Luis Cordomí es una lamentable pérdida, no sólo para nuestra Facultad, sino también para la comunidad académica en general. Fue un destacado economista, docente e investigador. Referente en el estudio de la economía y formador de distintos profesionales que hoy se encuentran el exterior”, dice José Luis Jiménez, decano de Ciencias Económicas. “Nos queda la satisfacción de haberlo homenajeado en vida, en ocasión del 70 aniversario de nuestra Facultad, un pequeño reconocimiento a la gran persona que fue. Para nosotros es un orgullo haberlo tenido entre nuestro plantel docente, siendo él una persona siempre dedicada a su tarea y comprometida con la educación”, completa.

De reflexiones profundas, Cordomí solía siempre tener un libro a mano, del que sacaba una enseñanza para transmitirla a aquel que se acercaba a charlar con él. Había un bonus: una reflexión manuscrita o realizada en una máquina de escribir que llevaban su firma, de puño y letra. En una oportunidad, llegó a comparar la tarea de un docente con la de un director de orquesta o un general que debían tener una vida adicional por haber llegado a una posición que, según la forma de ver las cosas, era gratificante. No obstante reconocía: “somos como un recipiente y, en algún momento, llegamos a un Over Flow (un derrame pleno y desinteresado del conocimiento más allá del compromiso)”.

“Cordomí fue un maestro, un docente de raza que, hasta antes de la cuarentena, con 91 años, estuvo en las aulas, al frente de sus alumnos de Historia del Pensamiento Económico, dando clases y consultas. En el Instituto vamos a extrañar su presencia, pero seguramente su erudición, sus enseñanzas, su nobleza y su fino humor van a seguir habitando los pasillos del Instituto de Economía”, indica el doctor en Economía Osvaldo Meloni.

“El Profe Cordomí era una enciclopedia abierta, además de un hombre inmenso que guardaba en su mente recuerdos y miles de anécdotas que disfrutaba compartir de grandes pensadores y economistas; muchas que lo involucraban a él con grandes figuras”, rememora por su parte María José Granado, doctora en Economía. Como muchos graduados, resalta que el economista era un hombre de corazón inmenso, admirable, con muchos gestos de nobleza.

“Tengo un bello mapa en mi oficina que me regaló, que un poco le pedí. Así como entregaba, también valoraba los gestos y trabajos de cada uno y siempre tenía algo nuevo con qué contribuir. Me acercó interesantes debates sobre la Ventaja Comparativa que compartí con mis alumnos de Comercio Internacional. Tuve el honor inmenso de disfrutar muchas charlas con él; agradezco a Dios esa posibilidad. Me llevo sus palabras en mi corazón para siempre. ¡Sé que descansa en paz mi querido Profe!”, reflexiona.

Ética e integridad

Dueño un humor ácido, de comentarios agudos y de una conversación franca, compartió generosamente sus ideas y reflexiones con colegas y estudiantes, durante más de 50 años, en las aulas y oficinas de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT, recuerda otro de sus alumnos, Raúl García, Profesor Adjunto de la Cátedra de Economía Agrícola. “Le asignaba un enorme valor a las ideas de los demás y defendió firmemente las suyas porque estaba convencido que gracias a esa interacción aumentaban las probabilidades de crecimiento, individual e institucional. Fue un ejemplo de integridad. Profesor Cordomí: su vida nos deja una lección de profundo contenido ético. Su legado intelectual (rigor científico y relevancia temática) y su vida personal (sobria y austera) serán ejemplos de valor para las generaciones venideras (de economistas y estudiantes) del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNT”, acota.

Gustavo Wallberg, doctor en Economía, coincide con García. “Siempre estaba dispuesto a dar consejos y a abrir puertas para carreras académicas”, indica. Pese a sus años, Cordomí siempre se actualizaba y estudiaba para preparar sus clases.

Hombre de una gran amplitud de pensamiento, Wallberg recuerda que, en algunas clases, Cordomí les llegó a decir que si alguien quería ser especialista en Mercado de Capitales, debía saber más sobre su movimiento; si quería saber de Tributación, debía bucear en Finanzas Públicas, pero si quería ser un buen economista, debía leer de Mercado de Capitales, de Tributación, de Finanzas, Historia, Sociología y Filosofía. “Sostenía que la economía no era más que una herramienta técnica que servía para ayudar a pensar y presentar mejor lo que se tenía”, completa. Tan riguroso era respecto de la disciplina que sostenía que para ser licenciado en Economía había que estudiar seis años (el viejo sistema); dos años más para una maestría y entre tres y cinco para un doctorado. “Después de todos esos años de estudio, uno podía decir que era economista si sabía distinguir dónde estaba la oferta y dónde la demanda”, rememora Wallberg de las sanas ironías de Cordomí.

El “Profe” ha dejado sus huellas en la Facultad de Ciencias Económicas. Y también sus enseñanzas como aquella frase que le dijo a LA GACETA hace tres años: “en la vida son fundamentales la honestidad intelectual, la humildad y la sana competencia”. Fueron tres de sus principales atributos en su trayectoria personal, profesional y académica.

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