“Ya no vivimos en Tucumán sino en el zoom”

“Ya no vivimos en Tucumán sino en el zoom”

La pandemia profundizó para muchos la irrupción de las aplicaciones de videoconferencia en la vida cotidiana: se puede acceder a la vida pública desde la cama.

El zoom de Macri, desde la cama. El zoom de Macri, desde la cama.

Hace algunas semanas, en un primer “zoom” para ingresantes de una carrera universitaria, algunos docentes y egresados comentaban de qué se trataba el cursado, qué salida laboral tenía y por qué para muchas personas era apasionante. Todo fue seriedad hasta que pasó lo que pasó y los comentarios en un “chat” concentraron toda la atención: un estudiante se había acostado en su cama para seguir la presentación, olvidando que estaba con la cámara prendida. La comodidad superó la concentración: se quedó dormido hasta que terminó la videoconferencia. Ese descuido también ocurre en otros ámbitos. Y la sorpresa es que particularmente hubo muchos casos en la política.

Como el ex presidente Mauricio Macri conectándose desalineado a una videoconferencia, casi recién levantado. Miembros del Congreso que muestran su intimidad como si nadie los viera (el caso del ex diputado Juan Emilio Ameri) o dando la nota por los “fondos” elegidos (como el senador Esteban Bullrich). No pasa sólo en Argentina, en Estados Unidos un abogado en un juicio fue cuestionado por el juez porque participaba de la audiencia virtual con un “filtro” de gatito: “estoy aquí, no soy un gato”, le dijo al magistrado de Texas.

El poder de la imagen

¿Por qué pasa? Para Mariela Martín, licenciada en Publicidad y especialista en Comunicación y Marketing, se trata de un problema de educación. A veces puede tener que ver con una búsqueda excesiva de espontaneidad, pero sobre todo implica no comprender el poder de la imagen. “Como decía Marshall McLuhan, el medio es el mensaje. El entorno en que nos colocamos para decir, dice muchas cosas de nosotros y está lleno de datos. La mayoría de la gente se prepara para ir a un evento social, pero no es consciente de que prender la cámara para participar de una videoconferencia, por cualquier aplicación, ya es un evento social en sí mismo. Eso es lo que nos está pasando a muchísimas personas en muchísimas actividades. ¿Por qué no nos damos cuenta? Porque sucede, teóricamente, en nuestra intimidad, en nuestra vida doméstica”, expuso Martín.

Para salir a la vida pública ya no hace falta salir ni siquiera de la cama: sólo hace falta tener un celular en la mano. “Así como el televisor es una ventana al mundo, en la que podemos ver pero no pueden vernos, la videoconferencia es una ventana a la intimidad, a los hogares, con un camino de ida y de vuelta. Se replica entre los participantes al menos pertenecientes a un tema de interés, sea un encuentro virtual con fines académicos, reuniones sociales, encuentro de dirigentes políticos, espacios laborales, política... Se replica entre los participantes y además se puede grabar para ser infinitamente replicado. El cuidado a tener debe ser extremo”, completa Martín.

¿Se cambian los límites entre lo público y lo privado?, se le preguntó. “Es un tema de educación personal, de costumbres. Siempre hubo costumbres consuetudinarias, normas de etiqueta. Ahora, para muchos estar en casa para participar de una videoconferencia no implica tomarlas en cuenta. Esto no es de ahora, hace muchos años, en 2004 ó 2006, LA GACETA contó del caso de un ex gobernador (por José Alperovich) que recibía a los miembros del gabinete mientras desayunaba en la cama. De igual manera trascendió por el comentario de funcionarios y de periodistas”, respondió la docente de la Unsta. “La verdad es que la videoconferencia irrumpió en la cotidianidad, en las clases, en las relaciones sociales, en la vida familiar, la ciencia, la cultura... Hoy ya no vivimos en Tucumán, Buenos Aires, España o Estados Unidos, vivimos en el zoom o en el meet, entonces ese vivir en el espacio virtual también requiere de una adaptación”, agregó Martín, comentando que hay capacitaciones gratuitas sobre qué detalles cuidar para filmarse.

“Lo público le gana a lo privado en esto de vivir en el “zoom” y en el “meet”. Los recaudos a tomar son los mismos que a la hora de participar en la escena pública pero entendiendo que prender la camarita es una escena pública. Ahí viene la educación: si quiero mostrarme mal trazado, mostrando elementos de la intimidad o demás, se puede hacer pero hay que atenerse a las consecuencias”, finalizó.

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