¿Qué les diría Perón hoy a Manzur y a Jaldo?

¿Qué les diría Perón hoy a Manzur y a Jaldo?

“Cuando algunos políticos reaccionan violentamente y luchan entre sí, no están trabajando por la causa de todos; están trabajando por la causa de ellos”. Juan Domingo Perón, Manual de Conducción Política.

Verticalismo y conducción, dos conceptos intrínsecos del peronismo que reaparecieron no verbalizados en las últimas semanas, pero sí expuestos en los gestos detrás de la crisis desatada en oficialismo tras la elección del Defensor del Pueblo, en la subterránea lucha por consolidar sus propios liderazgos entre el gobernador, Juan Manzur, y el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Y en imponerse al otro. Detrás revolotea con potencia un concepto que constituye la garantía de continuidad del movimiento: la lealtad. Una virtud tan cercana a la traición en el movimiento. ¿Quién conduce al peronismo tucumano? ¿Quiénes son leales dirigentes, o cuadros auxiliares como los denominaba Perón?

Porque no hay duda que en el justicialismo, verticalistas son todos -algo que Evita potenció por su devoción y fanatismo por Perón- y nadie reniega de esa concepción casi cultural en el peronismo, asentada en la condición de militar del líder de los peronistas, donde la disciplina y la obediencia surgen como las características centrales de los leales a una causa, o a una doctrina. Pero no por la fuerza, sino por convicción, y persuasión, como recomendaba el ex mandatario. Una suerte de verticalismo consensuado, o sui generis. Ahora bien, en ese marco, ¿cómo se vislumbra la continuidad del entredicho entre Manzur y Jaldo, si se han enfrentado como líderes de dos espacios políticos internos y han sacudido la estantería del PJ?

Como compañeros que son o que fueron, podrían escuchar lo que el desaparecido líder les podría recomendar en este caso, pues no le faltan sentencias para ser usadas en cada ocasión. ¡Quién no tiene a manos una frase del viejo líder! Algo es seguro, según el manual de conducción de Perón, uno ganará y el otro perderá, irremediablemente. La lucha política es lo mismo que la lucha militar; son dos voluntades contrapuestas a las que se corresponden dos acciones contrapuestas: Siempre se trata de una voluntad que vence a la otra, una voluntad que se ha puesto en movimiento, a una masa contra la otra. Lo decía el general. Es lo que ocurre en este conflicto cruzado por las nociones de verticalidad y conducción, donde de cada lado ve la traición en el otro. Y eso que para un peronista no había nada mejor que otro peronista.

¿Se puede analizar la lucha entre los dos referentes del oficialismo a la luz de los discursos de Perón? ¿Qué les diría a estos conductores? Primero cabe mencionar que el tres veces presidente de los argentinos trasladó a la acción política los conceptos operativos de la organización militar, lo mismo que el uso del vocabulario castrense para adecuar la acción partidaria: estrategia, táctica, lucha, enemigo o adversario, conducción, obediencia, disciplina y verticalidad. Como refieren los militantes del peronismo en tiempos electorales es cuando se activan estos conceptos, porque la disciplina, la obediencia y una estricta verticalidad es garantía de éxito para los integrantes del movimiento nacional justicialista. Verticalismo para el combate electoral.

La cuestión es que hoy, el peronismo se sumió en una crisis interna a causa de la disputa de poder entre Manzur y Jaldo. Y es un año de votaciones. “Ningún interés por legítimo que sea puede arriesgar el éxito del objetivo común: la toma de la preservación del poder”, reflexiona un veterano referente cuando analiza al peronismo y al conflicto en el oficialismo. Para eso, alguien tiene que conducir, alguien que ejerza el rol de jefe supremo al que todos deben acatar, pero no es justamente lo que pasa por la mente de las autoridades, más enfrascadas en sus diferencias personales que en las nociones sobre conductas peronistas en tiempos d votación.

“Nadie sigue al hombre que no cree leal, porque la lealtad para que sea tal debe ser a dos puntas, lealtad del que obedece y lealtad del que manda”. En este conflicto las acusaciones de traición arreciaron; los equivocados siempre son los otros. La política es un arte de ejecución simple, acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer. la suprema elocuencia de la conducción está en que, si es buena, resulta y si es mala, no resulta. Lo dice el General. La frase describe el marco en el que se desarrolla la pelea entre los dos referentes principales, donde ambos, según este criterio, deben acertar en sus decisiones si quieren salir bien parados de la disputa en la que están envueltos.

Al conductor se lo debe seguir por su causa, no por el hombre, sino es un antiguo tipo de conducción caudillista. Sin embargo, en esta hora, entre los justicialistas pesan más los hombres que las causas. Si Manzur y Jaldo están destinados a mantenerse distanciados y enfrentados, existe un consejo que no deberían descuidar como peronistas: la acción personal de algunos hombres que chocan con otros no tiene razón de ser en nuestro partido, donde todos debemos ser artífices del destino común, pero ningún instrumento de la ambición de nadie. Es evidente que ambos, el gobernador y el vicegobernador, aspiran a liderar espacios políticos, y han chocado sus intereses muy tempranamente, cuando aún le faltan más de dos años de gestión juntos, en los que deben asegurar la gobernabilidad de la provincia. Pero han reaccionado desmedidamente, hubo desplazamientos de personas por estar identificados con uno u otro referente partidario para demostrar poder frente al adversario. Revancha o venganza.

Como sea, siempre hay a mano una frase esclarecedora para los compañeros de parte de Perón: el conductor no lleva a nadie, a él lo siguen, si no no es conductor; los que quieren hacerse seguir a la fuerza no llegan lejos, eso en política es fundamental. Persuadir, no mandar, menos hacer terrorismo interno con un Perón de otros tiempos que supo decir “al amigo, todo; al enemigo, ni justicia”. Como para analizar desde la perspectiva del discurso las conductas de los dos dirigentes tucumanos, cabe repetir otra sentencia del extenso e inagotable decálogo peronista: en la conducción política el método no puede ser jamás el del mando, es el de la persuasión; el conductor militar es un hombre que manda, el conductor político es un predicador que persuade. Lo aconsejaba Perón, y en función de lo que se observa en el oficialismo, los muchachos estarían yendo a contramano de lo que refería el líder del movimiento en la Escuela de Conducción Peronista.

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