El desafío de enseñar a los más chicos tras una máscara

Los docentes deberán poner todo su ingenio para atrapar la atención del niño.

Hasta antes de la pandemia pensábamos que una sonrisa era irremplazable. Ahora sabemos que se puede sonreír sin la boca. Creíamos que era imposible demostrar cariño sin un abrazo. Ahora sabemos que amar también es cuidar. El lunes comenzarán las clases para los niveles inicial y primario y muchos se preguntan cómo harán los maestros para prescindir de los gestos del rostro, ahora cubierto con barbijo y una máscara de acetato como indica el protocolo. ¿Podrán los niños pequeños aceptar la invitación de este maestro sin rostro? ¿Podrá el docente comunicar sin apelar a la sonrisa, a un guiño o a una mirada de afecto?

Sin negar que será todo un desafío para la educación, la psicopedagoga y maestra jardinera Carolina Varela confía en que los docentes, una vez más, recurrirán a su ingenio para lograr el milagro de la comunicación a pesar de la máscara y el barbijo. “Ellas sabrán apelar a su sensibilidad y creatividad para llegar a cada alumno. Un docente tiene muchas herramientas para lograrlo: el tono de la voz, la preparación de un entorno pensado, planeado y organizado para recibir a sus alumnos, la expresión de su cuerpo, los materiales que va a usar, los colores, la dinámica que propone para el trabajo en el aula. Todo eso va a servir para transmitir todo lo que la docente necesita. Siempre se habla de ambientes alfabetizadores y este es el momento de ponerlos en práctica”, explica la especialista.

“No debemos subestimar a los chicos”, advierte. “Los niños están al lado nuestro, saben lo que está ocurriendo en este tiempo de pandemia, lo que pasa en la calle y en la casa y cómo debemos cuidarnos para no contagiarnos. Por eso es muy importante que haya una preparación desde la familia antes de ir al jardín para que ese niño pueda darle un sentido a la máscara de la señorita, para que no sea un docente sin rostro”, sugiere.

Varela confía en la gran capacidad de adaptación a situaciones nuevas que tienen los niños y cree que la mayoría ya está familiarizado con las máscaras y los barbijos. “A veces somos los adultos los que tenemos temores porque partimos de nuestras propias vivencias del jardín”, dice. Pero si en casa se les explica qué va a pasar en la escuela, ellos no tendrían por qué asustarse. De ese modo, “el barbijo y la máscara pasan a segundo plano”, dice, y los chicos pueden aceptar las propuestas de la maestra sin problemas.

“Además es una linda oportunidad para trabajar el cumplimiento de las normas y los valores como la salud y el bien común. Confiemos en la infancia, escuchemos a los niños y los acompañemos en este momento de ingreso al jardín”, propone.

La situación en maternal

Nieves Martínez, presidenta de la Asociación de Jardines Maternales Privados de Tucumán, admite que el contacto con los más chiquitos sigue siendo el “normal”. El barbijo en las docentes se usa de forma permanente, el lavado de manos es a cada momento, los ambientes están ventilados y se toma la temperatura a cada niño que llega a las instituciones. Pero el contacto físico con los bebés y niños pequeños no se puede evitar. “Tenemos chicos de meses a cuatro o cinco años y no sólo les atamos los cordones, también les cambiamos los pañales, les damos la mamadera, los abrazamos, los alzamos, los consolamos, los acompañamos al baño. El contacto es estrecho. No podemos crear un vínculo estrecho con los niños sin tener un contacto físico para fomentar el desapego con los padres”, explica esta docente.

Los maternales funcionan en Tucumán con protocolo desde fines de octubre como “espacios de recreación”. A causa de tantos meses sin salir “muchos niños perdieron habilidades de sociabilización que ahora están volviendo a adquirir” , por eso “lo mejor es volver a clases presenciales por el bien de los niños”, enfatiza.

Los protocolos se pueden enseñar pero el contacto social sólo se aprende con los demás. (Producción Valentina Medina)

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