Hojeando el Diario: Mercado del Norte, una historia ligada a Tucumán

Hojeando el Diario: Mercado del Norte, una historia ligada a Tucumán

El Mercado del Algarrobo. Una fachada medievalal inicio del siglo XX. La reforma de 1938.

REMODELACIÓN. El fotomontaje muestra los trabajos de demolición previos para realizar la construcción de la nueva estructura del mercado. En el centro una mujer que conoció la vieja estructura.  REMODELACIÓN. El fotomontaje muestra los trabajos de demolición previos para realizar la construcción de la nueva estructura del mercado. En el centro una mujer que conoció la vieja estructura.

“Tucumán se transforma. Y se transforma con rapidez, con celeridad de pueblo nervioso que busca la meta gloriosa que merece su tradición, sus prestigios, y sobre todo su cultura”, así se expresaba la crónica de LA GACETA del 16 de julio de 1938 en referencia a los cambios edilicios que se producían en la ciudad entre los que se destacaba el fin del “viejo Mercado del Norte, que vivirá en el recuerdo”. Allí se hacía referencia a los cambios que se impulsaban desde la intendencia de Roque Raúl Aragón, se destacaban las tareas de pavimentación suburbana, las mejoras en los hospitales urbanos junto con las obras de higiene y salud para los mataderos ubicados en las zonas aledañas a la capital. La famosa Gran Avenida Central que se diseñó para darle un marco más monumental a la Casa Histórica de la Independencia quedó en proyecto y solamente se construyó una cuadra, que es el actual pasaje 2 de Abril. La propuesta fue desarrollada por Aragón, quien comenzó con los trabajos en junio de 1937, con el derribo de las primeras casas.

En referencia al edificio de Mendoza y Maipú se decía “el centro urbano ofrecerá dentro de pocos meses otro motivo de belleza estética y de monumental realización: el Mercado Frigorífico Central, que se levantará en los terrenos ocupados hasta hoy por el ex Mercado del Norte”. Y continúa “el edificio, de auténtica factura provinciana, ha pasado ya a mejor vida” y “sólo vivirá en el recuerdo”. Para aquellos años el edificio, que tenía más de seis décadas de vida, presentaba muchas fallas y a decir del cronista las protestas de los vecinos crecían “ingratos, cuando ya las habían inutilizado a fuerza de tanto usarlas”. También tenía palabras para los niños que “no alcanzan a explicarse aún, el porqué de la rabiosa demolición...” del lugar donde muchos vivían aventuras y juegos.

EN EL INTERIOR. Aquí se puede ver la vieja estrutura metálica del mercado. EN EL INTERIOR. Aquí se puede ver la vieja estrutura metálica del mercado.

El fotomontaje que dominaba la página mostraba el viejo armazón de la edificación que estaba siendo derribado para el inicio de las obras que concluirían en diciembre de 1939 con la inauguración del nuevo mercado que aún podemos ver. También se podía ver el precario e improvisado reemplazo del mercado en un baldío del pasaje Padilla para dar lugar a los trabajos de la empresa constructora y la demolición de los muros de ladrillo que rodeaban la estructura metálica que alojaba a los puestos. La mujer que es el eje de la imagen se llamaba María Ferrari, había nacido allí que “cobijó al amparo de su sombra cordial y de la bullanguera charla de los pregones, más de una ilusión de riqueza”. En la década de 1860, el Mercado principal de la ciudad estaba ubicado donde hoy se encuentra el del Norte. Se lo denominaba “Mercado del Algarrobo”, acaso por algún árbol de esa especie que se alzaba entonces en sus inmediaciones. El local era muy básico, cuya construcción era un simple cuadrado con galerías en sus cuatro laterales y en el centro se ubicaban las carretas que transportaban los productos a vender. Para aquella época la zona, que desde siempre tuvo una impronta comercial, estaba considerada como la periferia de la ciudad.

“De sus pésimas condiciones de higiene, como también de las actividades que lo tenían por escenario, puede dar idea el revelador decreto que expidió la Municipalidad en abril de 1868. Allí se disponía un conjunto de prohibiciones que regirían en adelante para su recinto”, señalaba Carlos Páez de la Torre (h) en un artículo sobre la historia del viejo mercado. Entre las medidas que se tomaron quedaba vedado “lavar ropa; derramar agua sucia; traer vísceras o intestinos de animales que no estén limpios de las inmundicias que contienen; dar de comer a los animales; que entren carretas de tres yuntas de bueyes, pudiéndoselo hacer de dos; tener bueyes sueltos, debiéndolos sacar inmediatamente”.

Se declaraba igualmente prohibido, “que las carretas de pasto, caña o cualquier otra especie, se estacionen en las calles frente al Mercado a expender sus frutos”. Prescribía que “cada dueño de carretas barrerá la extensión de terreno que ocupa, todos los días por la mañana, amontonando las basuras para que sean levantadas por los carreros”. Firmaban el decreto el presidente de la Municipalidad -todavía no era intendente- Ezequiel Colombres, y su secretario José María Rojas.

Hacia 1882 fue reemplazado por otra edificación de locales perimetrales, al igual que la anterior, pero de mejor calidad y esmero constructivo.

Al iniciar el siglo XX se realizó otra remodelación con reminiscencias medievales con paredes terminadas en almenas y pilastras terminadas en punta. Aberturas en su perímetro por las que se accedía a los locales. De la misma manera que las construcciones anteriores, quedaba definido un gran espacio a cielo abierto, dominado por un quiosco central, de considerables dimensiones y abierto en sus lados, resuelto en estilo inglés, similar a los de las estaciones de ferrocarril. Por casi cuarenta años brindó servicio a los tucumanos que se proveían allí.

La demolición se concreta a principios de 1938 y la empresa de José Salmoiraghi y Juan Omodeo inicia la construcción del actual Mercado, que se inaugura el 10 de diciembre de 1939 por el intendente José Lozano Muñoz. El diseño es de los ingenieros Julio A. Noble, Fernando Alascio y Alejandro Amoretti. El Mercado, presenta formas puras y geométricas con detalles art déco en toda su fachada, que cubre más de media hectárea. Su interior totalmente azulejado en blanco y con mármoles que eran un adelanto para la época y presentaba una mejora en las condiciones de higiene para la venta.

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