Pegados con apósitos

La nacionalización de los comicios parlamentarios de este año implica la pérdida de poder de decisión en las fuerzas mayoritarias que tratarán de alcanzar la mayor cantidad de bancas posibles en el turno electoral de octubre. La nómina de postulantes contiene nombres repetidos. Los frentes que competirán, no obstante, pueden llegar a aglutinar hombres y mujeres que no necesariamente responderán a la Casa de Gobierno o a la dirigencia opositora tradicional que considera. En ambas veredas, los objetivos son similares y hasta el derrotero: las alianzas están unidas por apósitos que, pasado los comicios, se romperán y cada cual intentará posicionarse para 2023.

Por el lado del oficialismo, el gobernador Juan Manzur no da grandes indicios acerca de lo que hará más allá de 2023. Es verdad, aún falta mucho tiempo para la renovación de autoridades provinciales en las elecciones generales, pero la obsesión del médico sanitarista por continuar en el cargo es la misma que tuvo José Alperovich y el resto de los gobernadores que han pasado por el edificio de 25 de Mayo y San Martín. Si quiere lograr ese objetivo, Manzur tendrá que tocarle la puerta al presidente de la Legislatura, Osvaldo Jaldo. Sólo así podrá declararse la necesidad de una reforma constitucional. Jaldo, a su vez, suele decir que llegará con mucha experiencia a 2023 y el armado territorial que ha desarrollado a lo largo de su carrera política, particularmente en la sección Este de la provincia lleva a pensar que quiere convertirse en el sucesor de Manzur. El choque de intereses es concreto, más allá de que el propio Jaldo afirma que están más unidos que siempre con el gobernador y que hay intereses de la oposición y hasta adentro mismo del oficialismo para que esa unión se rompa.

Mirando a lo que puede llegar a pasar dentro de poco más de dos años, quedarán varias “viudas” políticas en el camino. En esta figura, los más preocupados son los intendentes, sólo tres jefes municipales tienen la posibilidad de repetir el mandato, previa aprobación de la sociedad a través del voto, en cada una de sus jurisdicciones. En ese camino se vislumbra a Aldo Salomón (Alderetes), Francisco Caliva (Tafí del Valle) y José Orellana (Famaillá). El resto ya está pensando qué hará en el futuro para continuar al calor del poder y no caer en el llano. Habrá algunos que intentarán que la sucesión quede en familia; otros buscarán posicionarse en cargos que los mantengan en la vidriera y muy pocos serán tenidos en cuenta para el armado de las nóminas a parlamentarios nacionales, en suplencias. Naturalmente que muchos de ellos aspirarán a ocupar una banca en la Legislatura. Así ha sido la carrera que muchos dirigentes han seguido.

Manzur y Jaldo se han puesto como meta contener a esos jefes municipales. Habrá promesas. Muchas. Habrá contención, pero con fecha de vencimiento. Ambos necesitan de los intendentes que pueden llegar a garantizarle a la Casa de Gobierno una buena elección dentro de nueve meses. Nadie dará puntada sin hilo. Hay funcionarios que sostienen que varios intendentes desean tanto la reelección como el propio titular del Poder Ejecutivo.

En la oposición, a su vez, también están pegados con apósitos. José Cano ha revelado que el 90% de la dirigencia de Juntos por el Cambio está encolumnada tras las figuras de Mauricio Macri y de Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no sólo viene sosteniendo encuentros en zoom con los referentes tucumanos, sino que habla en privado con varios de ellos. Rodríguez Larreta explora el terreno; sabe que la unidad es una palabras esquiva para una coalición con intereses particulares en varios de sus dirigentes. La misma estrategia adopta Mauricio Macri. El ex presidente de la Nación busca aglutinar a lo más duro de su movimiento electoral para medir fuerzas contra el Frente de Todos en octubre. Según trascendió, la dirigencia macrista desplegará desde marzo su estrategia territorial, con el fin de obtener el mejor resultado posible durante este año. ¿De quién es el 10% restante que Cano dejó trascender que aún no está con los pies en el plato de Cambiemos? Una primera interpretación puede conducir al intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, que hasta ahora ha venido esquivando reuniones con algunos interesados en consolidar espacios. El jefe municipal se ha mostrado en público con el gobernador y con el ministro de Obras Públicas de la Nación, Gabriel Katopodis, en la recorrida por los trabajos en plaza Independencia. Fue un acto institucional, dicen en la intendencia.

Otra interpretación lleva hacia el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, que este fin de semana se animó a transitar terrenos jaldistas. Campero recorrió la zona Este de la provincia para auscultar los ánimos de la población y, particularmente, para establecer si su idea de alcanzar una coalición con Fuerza Republicana (FR) tiene algún tipo de capitalización política. Ricardo Bussi no lo acompañó, al menos en esta incursión. El intendente tiene previsto subir mañana a los Valles para reunirse con el economista Alfonso Prat Gay, a quien quiere interesarlo en los proyectos que prepara con vistas a 2023.

Como se observa, la renovación es una palabra ausente en la política tucumana. La proyección de la nueva dirigencia es difícil en una provincia acostumbrada a constituir bastiones en todos los ámbitos. No es el conurbano bonaerense, pero se le parece, hasta en los preocupantes índices socioeconómicos.

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