Nacido el 14 de diciembre

Nacido el 14 de diciembre

Por Rogelio Ramos Signes – Escritor.

20 Diciembre 2020

César Fernández Moreno, en uno de sus ambages, dice “Nosotros, los de Sagitario, no creemos en los horóscopos” y lo jocoso de la frase nos atrae mucho a “los de Sagitario” que, para colmo, “no creemos en los horóscopos”.

Como nada tenemos para decir al respecto (los de Sagitario que no creemos en los horóscopos, se entiende) dejamos que los demás hablen y digan cuanta cosa se les ocurra de nuestro signo; que nos viene de nacimiento, vea usted qué coincidencia.

Es posible que en medio de una conversación digamos “Odio las cosas desprolijas; es mejor no hacer nada, a hacerlas mal”. Es posible también que alguien (una niña muy bella, una señora no tanto, o un hombre de esos que se interesan en estos temas) nos pregunte el signo; contestaremos “Sagitario”, y casi superponiéndose a la última sílaba de nuestra respuesta (posiblemente hasta tomándose la cabeza) diga: “Minucioso. Obsesivo. ¡Típico sagitariano!”. Y hasta aquí, todo bien. Lo preocupante es que si decimos lo opuesto: “No hay que andar con tantas vueltas; a las cosas hay que hacerlas aunque sea mal, pero hacerlas”, esa misma persona (tomándose, o no, la cabeza) dirá: “Impulsivo. Sin medias tintas. ¡Típico sagitariano!”. Con lo que, por simple juego de proposiciones contrarias, deduzco que todos los seres humanos deberían ser de Sagitario. ¿Y qué dejamos para los otros 11 signos?

Pero no nos engañemos; ser de Sagitario no es algo tan sencillo. Por empezar, el nonato que aspire a sagitariano deberá ser dado a luz durante la última semana de noviembre o en alguna de las tres primeras semanas de diciembre, luego de haber sido gestado a fines de febrero o principios de marzo; salvo que (hay de todo en este mundo) aspire también a sietemesino; lo que puede demorar en dos meses el instante santo y procaz de su gestación.

Ya en el mundo de los “externos”, el sagitariano deberá asumir que su domicilio astral está en Júpiter (o sea que no será un lunático como los de Cáncer) y que su exilio, si los gobiernos de su adultez así lo deciden, deberá realizarlo en Mercurio. Es imprescindible que el sagitariano que se precie de tal ame el color azul, que el fuego que lo representa sea el símbolo físico de su mutabilidad y templanza, sin olvidar que en su escudo de armas el Centauro Quirón (preceptor de Aquiles y maestro de medicina de Esculapio), con la flecha siempre alerta, aguarda los acontecimientos, alegres o aciagos, por venir.

Piadoso, aventurero o intelectual (según el propio decanato) su naturaleza regirá las arterias, las caderas, el fémur, los muslos, la región sacra de la espina dorsal y el nervio ciático. Aunque, predispuesto por el reumatismo, la gordura y los trastornos circulatorios, tal vez opte por la televisión y la lectura liviana.

Tipológicamente el sagitariano es de estatura elevada (salvo que sea bajo), con tendencia a la obesidad en la madurez, cara alargada (o redonda), mejillas caídas, boca grande (o chica), labios carnosos (o no), mandíbula fuerte, cabeza pequeña (o todo lo contrario), nariz ancha en la punta, piernas largas (o cortas) y un cierto balanceo al caminar.

El sagitariano ¡típico! es discutidor, exagerado y jovial, pero también devoto y paternalista, con un toque de ostentación, cierto ingrediente filosófico y una cobertura teatral, o de chocolate (no olvidemos que es gordo).

Aunque dotado de bondad y compasión, el sagitariano deja de lado el corazón cuando debe decidirse por algo, y piensa, y piensa, aunque no siempre piense lo mejor ni opte por lo correcto. Libre por naturaleza trata de no contraer compromisos, ya que al sentirse atado a personas o acosado por situaciones se vuelve rebelde y agresivo. Poseedor de una mente aguda y siempre activa, el sagitariano desprecia la educación corriente y busca constantemente los caminos más engorrosos para acceder a algo. “¿Para qué hacer sencillas las cosas?” es su pregunta de cabecera.

Así como en lo jupiteriano de su origen el semicírculo ha trepado sobre la cruz, asimismo su alma se ha elevado sobre la materia. Su día favorable será el jueves; si sobrevive a los 44 años, de los 45 a los 57 dará lo mejor de sí; amará el zafiro (aunque nunca tenga una gema de ésas ante sus ojos), la dureza del estaño y la nota musical Sol, por sobre algún cualunque Fa, inservible Si, o Do de pecho. Exhalará como los dioses, inhalará otro tanto, consumirá espárragos, beberá boldo, su mirada será balsámica, y antiespasmódica su palabra.

El sagitariano que comprenda que no está en el mundo sólo para pasarla bien, sino que su vida debe ser modelo de corrección, ecuanimidad y despojo personal, deberá prender velas (que podrán ser simbólicas) a otros sagitarianos ilustres que lo antecedieron, a saber: Benjamín Disraeli (si las velas proviniesen de las islas Fiji, sería lo ideal); Friedrich Engels, que escribió el “Manifiesto” y el ‘”Anti Dührings” ¡esos libros!; Juan XXIII, el abierto y cordial; La Pasionaria (Dolores Ibárruri Gómez); la señora Jane Fonda que hace ejercicios todos los días, según dicen; Paracelso, el gran alquimista suizo; Winston Churchill (en este caso se podrá optar entre prenderle una vela o beber una doble medida de whisky en su honor, siendo esto último lo más adecuado); Manuel de Falla, que se entregó a amores brujos en un jardín de España; y Uri Geller (siendo lícito sustituir la vela por la adoración de una cucharita doblada con el poder de la mente).

Por todo esto es que voy a contradecir a aquellos que piensan que para ser de Sagitario basta con haber nacido en determinados días de noviembre o diciembre. Están equivocados. Para ‘ser’ de Sagitario hay que asumirse como un animal dotado de espíritu y digno de lo divino. Ahora bien, para ‘sentirse’ de Sagitario, y pensar que eso es ‘algo especial’, basta con tener un ligero toque de anormalidad.

Esto puede aplicarse también a los usuarios de cualquier otro signo.

Addenda

Al parecer, luego de años y años de más que ardua búsqueda, la Real Sociedad Astronómica Británica asegura haber descubierto algo que se conoce desde hace 5.000 años: un cúmulo estelar no considerado hasta hoy por la Astrología. Éste daría como resultado el hallazgo del “signo perdido”; es decir, la decimotercera parcela zodiacal llamada Ofiuco. Y, como no podía ser de otra manera, este signo vendría a regir el lapso de tiempo que va del 30 de noviembre al 17 de diciembre (terreno hasta ayer alambrado por las huestes de Sagitario), salvo mejores cálculos que puedan hacerse con posterioridad. Todavía no se sabe qué pasará. Lo cierto es que nadie puede vivir tranquilo en medio de esta orfandad astral en que nos encontramos; pero prometemos no desfallecer, tomándonos las cosas con calma (o bien arrancándonos los pelos) como corresponde a típicos representantes ofiucanos. Aunque, a decir verdad, nosotros (los de Ofiuco) no creemos en los horóscopos.

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