Cinco miradas tucumanas del fenómeno Maradona

Cinco miradas tucumanas del fenómeno Maradona

Profesionales ligados al pensamiento y a las ciencias sociales profundizan el análisis sobre lo que Maradona significa para cada uno de nosotros.

27 Noviembre 2020

La literatura
Su magia hacía del deporte una bella obra
Por Víctor Redondo, poeta

Creo que Maradona representaba la magia absoluta en un contexto que se iba pudriendo cada vez más. A pesar de estar rodeado por toda la putrefacción que existe entre los dirigentes de las grandes organizaciones deportivas, desde los clubes más importantes hasta la AFA y la FIFA, él escapaba a esa corrupción y concentraba la pureza del fútbol primitivo.

Por eso pienso que lo que debe interesarnos es la alegría que nos dio, una alegría que jamás nos dieron los políticos. La vida privada de Maradona es suya y de nadie más. Uno no tiene por qué meterse con eso: él hizo de su vida lo que quiso, y si algo conspiró contra su salud y su bienestar fue el ambiente que rodea al fútbol. Me parece que no tenemos derecho a censurarlo por haber sido alcohólico y drogadicto, o por haber apoyado a Nicolás Maduro.

En todo caso, lo más trascendente es que él era capaz de hacer que el fútbol deje de ser un simple deporte para convertirse en una bella obra, en un placer para la vista, incluso en un goce intelectual. Estaba entre los pocos elegidos a los que toca la varita mágica de nadie nunca sabrá quién. Y además no hay que olvidar que venía de Villa Fiorito, que era el símbolo de muchos chicos pobres que soñaban con ser como él.


La sociología
¿Maradona jugó “con” o “para” nosotros?
Por Santiago Garmendia, doctor en Filosofía

Diego Armando Maradona cumplió con la metáfora de cuerpo celeste hasta el último: hizo implosión. Su propia gravedad rasgó el tiempo y el espacio físico de las horas y los lugares. El mundo entero puso la hora argentina. Para no usar próceres usados, me permito un paralelismo fantástico con el elfo Feanor de J.R.R. Tolkien, personaje virtuosísimo e indomable cuyo espíritu era tan ardiente que su cuerpo se hizo cenizas.

Samuel Schkolnik ironizaba que la pasión argentina por el fútbol era una patología, ya que en las otras culturas los juegos son una preparación para la vida adulta. La mayor expresión es sin dudas Maradona, para quien la vida era el juego y un juego. Haber tenido ante nosotros a alguien que no respetó ni siquiera esta elemental diferencia fue algo glorioso, aunque también grotesco. Nuestra sana cultura, para darle una mano, le dijo “Dios” mientras le imprimía libros en tercera persona.

Jugó para nosotros, no con nosotros, lo pusimos en una pecera con la luz prendida. El miércoles 25 su dignidad fue más fuerte que nuestra perversión. Ojalá que vivamos alguna vez en una sociedad donde no se necesiten más Maradona. Por nosotros, pero sobre todo por los Maradona.


La filosofía
La potencia plebeya y las causas perdidas
Por Dolores Marcos, doctora en filosofía

Álvaro García Linera, ex presidente de Bolivia y gran intelectual, acuñó el concepto “potencia plebeya” para referirse a la capacidad de los subalternos, de los postergados para irrumpir en la historia y torcer el rumbo de la dominación a la que han sido sometidos desde tiempos inmemoriales.

Diego encarnó esa potencia plebeya, no sólo para salir de la pobreza que atenazaba a su familia, sino que hizo de esa fuerza el motor para hacer visibles las injusticias, dar voz a los invisibles, desafiar a los poderosos con una irreverencia incorregible. En eso nos reconocemos los millones que lloramos su partida. Anunciada, previsible, igualmente increíble. Muchas veces se perdió en abismos y tinieblas, pero siempre supo de qué lado estar cuando había que enfrentar al poder y defender a los débiles. Él, que era el más grande, que era D10s, se ponía sobre las espaldas las causas perdidas.

“El más humano de los dioses”, definió Eduardo Galeano, como esos dioses paganos, hechos de barro, de maíz, de luces, de sombras, de tiempo, de arrepentimientos. Un D10s con el que nos enojamos más de una vez, pero que amamos con ese amor que sólo pueden provocar quienes han sido generosos con el talento, con la pasión, caminando con los que vienen atrás.


El arte
Ha muerto un artista, ha muerto una época
Por Javier Vázquez, gestor cultural y artista

La sensación que me acecha, la que tuve al despertar, aturdido por la resaca del dolor, es la de una pavorosa compasión por mí y por mi generación. Sentí que con la muerte de Diego, nuestro antihéroe favorito, nuestro mejor villano, ese dios a nuestra justa medida, genial, medio berreta, de barro y sangre, moría una época y que esas muertes un poco me vienen a matar a mí también.

Siempre admiré a los artistas que vienen del campo popular porque rompen barreras y modos cargados de veleidades del sistema del arte, innecesarias para la vida. Con la muerte de Diego también ha muerto un artista.

Diego generó una fantasía gigante, una interminable fábula, como suelen hacerlo los grandes artistas. Fue nuestro Gran Pez. Quién no ha soñado vivir unos minutos de su vida, hacer un gol a los ingleses o abrazarse con Fidel… No puedo juzgar en profundidad a la gente que amo, más que llorar su muerte, como lloré a la Negra Sosa o a Néstor. En una medida inexplicable amé a esas personas lejanas y los lloro a mares porque la vida difícil que nos toca vivir, a veces, se ilumina y se hace hermosa gracias a ellos.

Hoy no es tiempo de ahondar en sus miserias, que también son las nuestras y las de una época. Gracias Diego. Ya sos parte del aire. Te amo por siempre.


La historia
Metáfora del pueblo, con sus triunfos y derrotas
Por Laura Bravo, docente de historia

Nuevamente, como en diferentes momentos de la historia de nuestro país , los argentinos y las argentinas presenciamos manifestaciones de dolor y de amor hacia una persona, como ocurrió en 1933, con Hipólito Yrigoyen, en el 52 con Evita, en el 74 con Juan Domingo Perón, en el 2010 con Néstor Kirchner, este 2020 con el Pelusa... Y la razón de ello, con variantes en el fondo, tal vez sea la misma en todos los casos. Diego Maradona, símbolo y metáfora del pueblo, con sus conquistas y sus derrotas, con su rebeldía y resistencia a todo lo que implique o represente el poder de los que pretenden monopolizanlo.

Voy a citar algo que escribió mi hija Aimé: “te exigimos tanto que nos olvidamos de que eras humano. Yo de fútbol no sé nada, pero sí de amores y pasiones... Mil veces me dije que la pasión no se explica ni se justifica, pero creo que hacer feliz al pueblo es motivo suficiente para amarte”.

Por ser capaz de generar estas pasiones es que se convirtio en “el Diego”, el que siempre se posicionó allí donde el pueblo, que lo vio nacer, se lo pidió, el que se puso del lado de los David en contra de los Goliat, el que supo, como líder que fue, representar sus deseos y sueños. Ese hacer lo puso en la Historia.

Comentarios