Procrastinación: el monstruo de "dejar todo para después"

Las emociones negativas y las creencias limitantes sobre nuestras capacidades impiden que regulemos bien los horarios y concretemos metas.

Procrastinación: el monstruo de dejar todo para después
Guadalupe Norte
Por Guadalupe Norte 11 Noviembre 2020

Sabemos que el tiempo se ha vuelto una moneda de cambio relativa, y aún así la sensación de que las horas se nos escurren de las manos es cada vez más persistente. En especial al pensar en un mal que logró infiltrarse (sigiloso e invisible) en nuestras ya baqueteadas rutinas. La amenaza se conoce como procrastinación y a esta altura es casi un condicionante de la vida actual.

La palabra alude al hábito de retrasar las actividades que debemos hacer, y sustituirlos por planes más agradables o irrelevantes (en comparación al propósito original). Su sintomatología es extensa y va desde sentir que tenemos el cuerpo pegado a la cama o hacer maratones de películas a repetir mantras como “mañana me levanto temprano y soluciono las cosas que dejé pendientes...”.

“Es común que asociemos la procrastinación a la falta de autorregulación. No obstante, lo que prima en este tipo de actos son las emociones y no la vagueza. A cada acción que nos proponemos nuestra mente le asigna expectativas. Si la actividad es percibida como difícil, estresante o tediosa ese condicionamiento negativo nos lleva a postergar. Abre una válvula de escape hacia alivios temporales del tipo ver la tele, quedarse despierto por la noche, jugar con el perro, etcétera”, comenta la psicoanalista Sandra Ortiz.

Desde la mirada del coaching ontológico también hay otros factores que nos conducen a ser procrastinadores seriales. “Lo esencial alude a las creencias limitantes que tenemos. Por ejemplo, la opinión de que 'no soy constante' o 'lo suficientemente bueno'. En otros casos, tiene que ver con la falsa creencia de que -por considerarme inteligente- puedo posponer la obligación. Esto lleva a la creación de una falta de hábitos posibilitantes y, cuando no se llega al plazo final, se refuerzan las opiniones anteriores o aparece la idea de es culpa de nuestra inconstancia o pereza”, detalla Marcelo Massons, director de la Confederación Mundial de Coaches (CMC).

El resultado de la conducta volitiva nos hace ahogarnos en la frustración y el enojo por las cuentas pendientes. Un círculo vicioso que a la larga acarrea falta de motivación.

Lo problemático es la facilidad con que el “a último momento” se vuelve un hábito y silenciamos la vocecita interna que nos alerta. “En algunos casos la procrastinación puede ser un boicot personal. No obstante, quien la padece es consciente de lo que está haciendo. Siente culpa y desconoce cómo salir de allí, por eso es bueno acudir a un profesional. El autoatentado es un efecto, pero las causas del comportamiento son otras”, agrega Massons, miembro del Instituto de Neurocoaching Consciente.

Recomendaciones

Para dejar de ser aplazadores profesionales la sugerencia central es plantear las tareas en pasos concretos.

“Hay que dividir las obligaciones en microsecciones. Por ejemplo, 'ordenar el placard' es una generalización inutil. En cambio, anotar asignaciones del tipo 'acomodar la ropa de invierno' resultan más instructivas. Luego, a esas categorías le sumamos ítems el doble de específicos. Con este sistema fijamos objetivos realistas y una mejor percepción de la cantidad de horas y el esfuerzo que podría llevarnos la asignación”, aclara Ortiz.

Además, es positivo confeccionar una agenda exclusiva de prioridades y con una planificación igual de segmentada. “Es crucial contar con un soporte en el cual ver también (nunca a rajatabla, si con convicción) los periodos de descanso. Planificar el ocio es una estrategia”, acota la especialista.

Lo tercero, es la decadencia del multitasking. “Ejercitar la concentración en una sola labor será el caballito de batalla para sacar adelante nuestros propósitos”, enfatiza.

P.D: Si lees esta nota, esperamos que no sea demasiado tarde.

Curiosidad: la procrastinación tiene fórmula propia

Con el objetivo de acabar con la pereza, un investigador canadiense llamado Piers Steel creó una ecuación para evaluar el posible grado de procrastinación que tiene cada actividad que hacemos.

Su teoría se resume en la formulación: U=ExV/ID. La “U” muestra la utilidad de la tarea que hicimos. Su cálculo es proporcional al resultado de las expectativas (“E”) multiplicado por el valor (“V”) que le concedemos a terminar un trabajo. A su vez, esto es inversamente proporcional a la inmediatez (“I”) y a nuestra sensibilidad por los retrasos o los contratiempos (“D”). La propuesta figura en el libro “Procrastinación: por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy” (2010).

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