La mezquindad del poder engendra sequías

La mezquindad del poder engendra sequías

El deporte y la meteorología, cada uno por su lado, se han encargado esta semana de dejar lecciones trascendentales para la política tucumana. En esta provincia, el poder tiene objetivos distintos que los de la sociedad.

El tenis nos dio una semana típicamente argentino. Nos entusiasmamos, soñamos y volvimos a la realidad en pocos días. Nadia Podoroska y Diego Schwartzman llegaron a la semifinal en Roland Garros e insuflaron oxígeno en tiempos de coronavirus. Ávidos de éxitos lejanos, la actuación del “Peque” abrió la charla de dos amigos de la vida. Uno de ellos aseguró que el argentino no iba a poder vencer otra vez (lo había hecho en Roma dos semanas atrás) a Rafael Nadal. Argumentó que era difícil porque los objetivos de ambos jugadores eran muy diferentes. Schwartzman había llegado a París con la idea de convertirse en “Top ten” (estar entre los primeros 10 del mundo), y antes de jugar ya lo había conseguido. En cambio, el tenista español tenía por objetivo alcanzar más récords y eso ocurriría si llegaba a la final de ese torneo. No hubo grieta en la discusión, hubo concordancias. El otro amigo acotó que los grandes escaladores suelen morirse o tener accidentes no cuando ascienden con la gran ilusión de hacer cumbre, sino cuando descienden, ya que el corazón está pleno por haber cumplido el objetivo.

El deporte, tal vez porque su combustible principal es la impulsiva y honesta pasión, suele enseñar y marcar rumbos en las rutinas diarias. El mismo tenis exige tener un plan previo antes de entrar a la cancha; plantea la necesidad de ir paso a paso y hasta de tener los pies firmes, estar parado antes de pegarle a la pelota para que todo salga bien. La vida púbica y hasta los avatares de rutina cotidiana se ven descriptos en esas sencillas acciones.

A veces las cosas inanimadas (¿un libro es inanimado?) están atentas a lo que ocurre. En la biblioteca se asoma aquel texto que después fue película de John Carlin: “El factor humano”. En la bajada se lee: “Nelson Mandela y el partido que salvó a un nación”. En la página 126 de la edición de Seix Barral está subrayada con resaltador amarillo la siguiente frase: “La prioridad primera de Mandela era evitar una guerra civil, y no sólo entre negros y blancos; sino entre blancos y blancos, también”. Dejaba claro que el objetivo con el que este hombre se movía y había llegado al poder no era el triunfo ni la revancha, sino encontrar la paz, casi una utopía en la Sudáfrica de entonces. La página 321 (la anterior a la del punto final) también tiene un subrayado amarillo desvaído por el tiempo: “Mandela impidió que estallara una guerra, pero eso no significó que dejara a Sudáfrica en un estado de paz y armonía perfectas, como Washington tampoco lo logró en Estados Unidos”.

Pronóstico meteorológico

Este miércoles que nunca más volverá, en los estudios de LG Play (LA GACETA, en modo televisión), estuvo el doctor especialista en meteorología Juan Leónidas Minetti. El director del Laboratorio Climatológico Sudamericano explicó, con la sencillez con la que hablan los profesores (enseñó en la UNT), que los problemas de falta de agua, los incendios y las escalofriantes imágenes de los ríos muertos que atraviesan las tierras tucumanas son parte de un proceso natural, pero también son heridas profundas de cómo las obras hídricas fundamentales no se han hecho.

Minetti, con pesar, recordó que lo ha advertido muchas veces en su vida de 72 años. Contó que las veces que pudo plantearlo a un funcionario público la respuesta que recibió es que no había plata. Lo cual es muy parecido a decir estamos muy ocupados en otras cosas que son más importantes. O, simplemente, que los objetivos son otros.

No hace falta explicarle a Minetti que tanto los objetivos como los planes y como las ideas centrales de la política de los últimos 50 años (incluye ideologías de todo tipo) no han tenido como preocupación central el agua para sus hijos, nietos o bisnietos. El egoísmo y el presente (el de los gobernantes de turno) han sido prioritarios.

Instrucción cívica

Esa misma noche de miércoles, la sabiduría del experto en meteorología nos dejó una enseñanza cívica. Explicó que él solía fijarse en las propuestas de los candidatos y entonces decidía sus votos (el ciudadano que pueda seguir sufragando así que levante la mano). Algo así como que prestaba atención al plan y a los objetivos que se ponían al frente y, por lo tanto, seguía esos caminos.

Más allá de las desilusiones que se pudo haber llevado Minetti, cabría preguntarse cuáles son los objetivos que se han trazado en los últimos 50 años aquellos que comandaron el barco.

A una gran mayoría no le ha ido mal. Sus fortunas así lo confirman. Comprueban también que la actividad pública muchas veces se confunde con la personal y ahí quedan a un tris de la corrupción. Por eso no hay vacunas para el virus de la parentela. Por eso a veces se solucionan divorcios haciendo que nombren en la actividad pública al cónyuge de la desavenencia. Por eso las casas sirven de despachos oficiales y por eso cuesta tanto que las disposiciones generales comprendan a los funcionarios en tanto particulares, especialmente en lo que a restricciones se refieren.

El sistema electoral prevé una gran inversión de dinero para llegar y luego, durante el mandato que los ciudadanos les han dado, se trabaja para pagar las deudas adquiridas y para juntar más dinero para la futura elección. Así, el objetivo principal es ganar, es continuar en el poder. Si el objetivo central es ese, las cuestiones urgentes, los valores principales (esos mismos que se declaman en los hogares a la hora del almuerzo, como respeto, igualdad, honestidad, trabajo) van quedando debajo del mantel.

La gestión del ex gobernador Julio Miranda estalló cuando las ambiciones de perpetuarse pusieron en la palestra la reforma constitucional. A la política de compra y venta de dirigentes le siguió un gran deterioro de la política de la mano de la gestión de José Alperovich, que tuvo su mayor devaluación en el tercer y forzado mandato gubernamental. Si no estuvo claro cuál fue el objetivo de gobierno, no quedaron dudas de que lo principal era ganar y seguir en el poder. El gran chisporroteo (promete incendios) entre Osvaldo Jaldo y Juan Manzur ocurrió en el momento en que el vicegobernador se lanzó en su carrera para ser gobernador, cuando todavía no había empezado el segundo mandato de Juan Manzur. Entonces, surge la idea de la reelección eterna. No pelearon por los objetivos ni por los proyectos. Otra vez, no se está pensando en las grandes obras ni en la reivindicación de los valores, sino en el ganar o en defender lo que se tiene a cualquier costo. Lo urgente puede esperar.

Por eso, cuando se discute el escándalo judicial que corroe las entrañas de los Tribunales tucumanos, se entiende que no importa que un vocal de la Corte como Daniel Leiva violara su juramento y cumpliera un rol partidario. Tampoco es disvalioso que mienta. Ni hablar de que un juez como Enrique Pedicone grabe a otro a escondidas porque de lo contario no puede hacer real lo que ocurre.

La decisión política es defender a su hombre, pase lo que pase y con las herramientas que tenga. Y, entonces, también se entiende porqué en la Justicia es bueno nombrar al amigo, al del mismo equipo (sea de fútbol o de rugby, como años atrás) o al del mismo partido antes que al que asegure los valores, la independencia o la misma Justicia.

“¿Para qué me voy a preocupar por los otros, si esos no me van a votar?”. La pregunta se repite a diario en los ámbitos políticos. No hace falta respuesta; simplemente, ese cuestionamiento da credibilidad y fundamenta que el objetivo sea ganar y perpetuarse, y no gobernar.

La crítica no tiene auto

El jueves LA GACETA hizo la primera reunión con los suscriptores digitales. El proyecto que se pensó en algún auditorio terminó siendo virtual por orden del coronavirus. Los lectores asistentes pedían alguna explicación en la búsqueda de un porqué se notaba el debilitamiento institucional. Sin dudas la explicación es la existencia de una oposición obsecuente y estéril que baila al compás de la música de los oficialismos de turno. Ya no sólo los actores oficialistas, sino también los del reparto opositor, especulan ventajas y desventajas de opinar y de actuar como si el objetivo fuera perpetuarse y no perder ganancias por defender principios o convicciones. En ese mismo zoom volqué la opinión de que algunos abogados como el penalista Gustavo Morales ejercía mayor protagonismo y que por lo tanto parecía más oposición que aquellos a los que los ciudadanos lo habían elegido para cumplir ese rol. Las críticas no se hicieron esperar. Desde el oficialismo no dudaron en atacar esa posición y desde la oposición en reírse de tamaña afirmación. Unos se sintieron ofendidos; y otros, burlados. Ninguno pensó el porqué de esa afirmación o el grado de verdad que podía tener. Una vez más fue más fácil cualquier cosa antes que escuchar la crítica. Y ni hablar de la autocrítica.

Es curioso ver cómo en muchos ámbitos políticos es más importante el equipo de trabajo de Imagen que el de Planificación. Como si fuera más valioso mirarse al espejo que los proyectos para las generaciones futuras. Tal vez porque los objetivos son personales y no comunes.

El tenis nos dejó la enseñanza de que cuando los objetivos son claros las derrotas no tienen importancia. Y Mandela, que supo mezclar la pasión deportiva con la política y con el rugby, abrazó a negros con blancos, salió de la biblioteca para darle la razón a Schwartzman y para demostrar que los grandes objetivos no son individuales y tienen más posibilidades de cumplirse incluso cuando parecen imposibles.

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