Tiempos difíciles para Manzur

El destino de Juan Manzur está unido al de Alberto Fernández, tal como lo detalló el columnista Juan Manuel Asís. La sociedad política fue beneficiosa para ambos. El Presidente supo encontrar en el gobernador el aliado justo para legitimar su candidatura entre líderes del interior, sindicalistas y empresarios. Manzur fue clave en ese armado multisectorial que apuntaló su carrera hacia la Jefatura de Estado y que permitió que se alivianara la mochila con el nombre de Cristina Fernández. Sólo con apelar al archivo es fácil identificar ese aval del ex ministro de Salud de la Nación al ahora líder nacional: el acto en el Sheraton, la visita de Manzur -y sólo Manzur- a la clínica tras aquella internación de Fernández y la visita para levantarle la mano al tucumano tras el triunfo electoral provincial son algunas de las fotos que los mostró apoyados el uno en el otro.

El mandatario tucumano debió pagar algunos costos por ese aval al Presidente, como enfrentar la ola polar que le envió desde el Senado de la Nación la ex jefa de Estado. Perdió algunos casilleros que pensaba llenar en el Gabinete y por ende poder. Sin embargo, sacó rédito en cuanto a fondos y obras para Tucumán, con las que pretende mostrar sus dotes de gran gestor.

Mala vacuna

Eso fue hasta la era de la cuarentena estricta, en la que Fernández y Manzur aparecían como los grandes ideólogos de un corset social-sanitario que iba a evitar, como si fuera una vacuna, que la pandemia hiciera estragos en Argentina y que tuviésemos mejores índices que Suecia. Esos tiempos ya pasaron. El hartazgo social con las restricciones está exacerbado con la percepción de que el sacrificio del encierro fue en vano. O que sirvió de poco. Para colmo de males, la economía se hunde, el desempleo crece y los índices sanitarios son alarmantes. En ese fracaso también están unidos los líderes políticos. En Buenos Aires ya se habla de Manzur con otro tono, no con el de sanitarista experto que supo frenar la epidemia de Gripe A. Tucumán tiene una tasa de incidencia del virus cada 100.000 habitantes de 616.88 (según datos del Ministerio de Salud de la Nación), superada sólo por 11 provincias. Es decir, estamos de mitad de tabla para abajo a nivel país.

Los reclamos por aumentos salariales, por una Justicia independiente, por un punto final para la inseguridad y por mayor protección para profesionales de la salud saltan de la Capital Federal a la Plaza Independencia con una fluidez increíble.

El Presidente atraviesa un fuego cruzado potente y peligroso. Se muestra con una debilidad increíble ante la vicepresidenta y algunos gobernadores comenzaron a quitarle apoyo ante el aroma que emanan de esas heridas institucionales. La quita de coparticipación a Horacio Rodríguez Larreta fue mucho más que una transferencia de recursos: fue otro pacto que él había forjado y que él mismo rompió. ¿Cómo confiar en un jefe de Estado que promete federalismo y gobierno con todos los distritos y menos de un año después pega un manotazo inconsulto? El poderoso Juan Schiaretti, apenas ocurrido esto, y ante el tufillo a cristinismo, también le quitó los embajadores a Fernández. El jefe de Estado se vuelve cada vez menos creíble con su rotundo cambio de posturas en temas claves. Además de la relación con Rodríguez Larreta, en campaña y apenas asumido juró defender la independencia judicial hoy vulnerada sin tapujos ante la eventualidad de procesos contra su antecesora. Supo defenestrar a su ahora vicepresidenta cuando al frente de la Nación tocaba e intervenía en el tipo de cambio. Todo lo que venía diciendo que no haría, lo está haciendo

Ya no son suficientes sus dotes de profesor calmo y explicativo para domar al círculo rojo. Tampoco le es rentable ya la cuarentena para ejercer un control social que sirva para tapar el resto de los problemas graves y estructurales que sufre la Argentina. Ni siquiera la vicepresidenta disimula su voracidad y ejercicio de poder. Explícitamente maneja el Ejecutivo, a través de un par de ministros fieles (entre ellos el de Economía); Diputados, con su hijo Máximo y el mutante Sergio Massa; y la provincia de Buenos Aires, con su protegido Axel. Ahora es el turno del interior, con el Instituto Patria sembrando con la vista puesta en 2023. Ante este escenario, arrecian los operetas con líbelos que anticipan un fin abrupto de la gestión Fernández. Nada comprobable.

En cuanto a Manzur, esa pérdida de poder del Presidente puede condicionar su futuro, ya sea en Tucumán o en la Nación. ¿Podrá lograr que Osvaldo Jaldo sea “forzado” por la Nación a ser candidato el año próximo? El huracán sopla nuevamente desde la Legislatura, empoderado por el as en la manga del vicegobernador: la llave para la reforma constitucional es suya y está bien guardada. No le será fácil al gobernador forzar una rereelección. En medio de este descalabro nacional, Jaldo le envió otro mensaje al mandatario: no te olvidés de mí, pareció decirle. El anuncio apresurado de un incremento en las tarifas de la electricidad y del agua cayó mal en la Cámara. Otra vez, el gobernador tomó decisiones sin consultar ni avisar ni poner en alerta a los parlamentarios. Son ellos, aducen en el oficialismo legislativo, los que deben poner la cara para avalar los incrementos de los que ni se enteraron. El presidente de la comisión de Energía, “Lalo” Cobos, fue el que puso el grito en el cielo. Hasta dijo que los aumentos podrían ser inconstitucionales. ¿Sorprende que un oficialista le diga eso a su propio Gobierno? En Tucumán, no. Porque lo dijo en nombre del Parlamento que gobierna Jaldo. Y eso, aquí, es otra historia.

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