¿La religión de los datos nos salvará de la pandemia?

¿La religión de los datos nos salvará de la pandemia?

Por Rafael Cúnsulo, doctor en filosofía, docente de antropología filosófica Unsta.

18 Septiembre 2020

Yo no creo que la vigilancia biopolítica vaya a
derrotar al virus.

B. C. Han

Hacia el año 2016 el historiador Harari en su libro “Homo deus” propone una agenda global que culmina con la religión de los datos. Su pronóstico se basaba en los avances de la biotecnología y en el progreso de la inteligencia artificial. Sin embargo para Byung Chul Han, “El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo”, quita lo erótico del pensamiento y de lo religioso porque es una religión del ego.

El optimismo de Harari y el camino de gloria pronosticado por él, tropezaron con la piedra de una pandemia para la humanidad, que más allá de sus causas, hizo desviar la mirada hacia la debilidad humana de una manera nueva.

La debilidad humana el historiador no la ve en los sistemas de salud (muy robustos por la ciencia y la inteligencia artificial) sino en la falta de una solidaridad globalizada (en esto coincide con el Papa Francisco) y con la posibilidad del resurgimiento de gobiernos autoritarios. Las muertes, aunque sean dolorosas, en mayor o menor medida a lo largo de los años no dejan de acontecer. El problema se ubicaría en el crecimiento del odio y del autoritarismo que, por otra parte, aceleran de alguna manera la agenda transhumana.

El dataísmo como teoría evolutiva dejaría fuera de su mundo aproximadamente al 95% de la humanidad actual ya que el homo deus al derrotar al sapiens lo someterá a su dominio hasta hacerlo desaparecer como hizo el sapiens con las especies anteriores (las especies que no desaparecieron fueron domesticadas).

Sólo los sapiens más ricos y poderosos tendrán acceso a los avances de la biotecnología y de la inteligencia artificial.

También como teoría política podría llegar a ser para los ciudadanos (como en la polis griega) un espacio de amplia libertad de datos; sin embargo también corre el riesgo de ser una nueva forma de autoritarismo y de control total, del cual no habría modo de escapar.

Si volvemos a los postulados de la solidaridad y del respeto a las instancias democráticas postuladas por Harari, su profética agenda de hace unos años se vería desplazada ya que la religión de los datos tendría que incluir a todos los sapiens y no sólo a los que con gran poder adquisitivo tengan un lugar en los próximos años. Además sería una sociedad del absoluto control mutuo ya que gobiernos y ciudadanos podrían, “ver en tiempo real”, lo que cada uno está haciendo, diciendo o mirando.

Si queremos salir mejor de la pandemia me parece oportuno revisar los postulados de una agenda evolucionista para poder aspirar a una solidaridad más humana, con acceso a las mejoras para todos los sapiens, de lo cual estamos lejos hoy, y a una transparencia política que de libre acceso a la información para que con conciencia adulta los ciudadanos podamos caminar libremente por nuestras vidas. Estas dos cosas no dependen de los datos sino de la acción humana más inteligente.

El intento de desplazar a las religiones antiguas por ser “mágicas” y llenas de rituales incomprensibles nos lleva a suplantarlas por otra religión que, cada vez más, convierte la producción y el rendimiento en valores absolutos y está acabando con los rituales. Una sociedad en cuarentena, dirá Han, “es una sociedad sin rituales”, hasta el punto que hemos perdido el ritual de darnos la mano; todo un símbolo de la distancia. Los datos fríos y distantes no nos salvarán, sólo las personas cercanas e implicadas en lo social -como lo hizo la Madre Elmina Paz-Gallo, esa mujer tucumana que a fines del siglo XIX, abriendo su casa y su vida entera a los huérfanos del cólera- nos acercarán una respuesta a esta pandemia.

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