En primera persona: cómo es perder a un ser querido y no poder despedirse

En primera persona: cómo es perder a un ser querido y no poder despedirse

La histotria de la familia de Lorenzo Wierne. “Ni siquiera nos pudimos abrazar”, cuenta su hija con tristeza.

MUY QUERIDO. Lorenzo estuvo siempre muy acompañado por su familia; por eso a todos sus allegados les dolió tanto que haya muerto en soledad, internado en el hospital. MUY QUERIDO. Lorenzo estuvo siempre muy acompañado por su familia; por eso a todos sus allegados les dolió tanto que haya muerto en soledad, internado en el hospital.

En sus oídos retumban las últimas palabras que escuchó de su padre. “No me lleven”, repetía él, mientras lo subían a la ambulancia. Recuerda que tenía frío y quería su manta. Estaba inquieto, perturbado. Lo que vino después fueron días de mucha angustia e incertidumbre. Nadie podía entrar al hospital a verlo. Había que esperar cada tarde esa llamada en la cual le daban el parte médico.

Hasta que llegó el mensaje menos esperado. “Su papá está muy grave”, le dijeron en la madrugada del 25 de agosto. Una hora después, a las 4, llamaron para avisar que Lorenzo había fallecido. Ese mal trago todavía no lo puede pasar Liliana Wierne. Pensar que se fue solo. La imagen de un cuerpo en una bolsa negra la asalta en todo momento. “Es demasiado doloroso”, dice, antes de pedir permiso para hacer una pausa. El llanto la ha dejado sin palabras.

Sobreponerse

La historia de los Wierne ha sido la de muchas otras familias en estos meses. Si ya es complicado enfrentarse a la pérdida de un ser querido, la situación actual por la pandemia de covid-19 incrementa el dolor de los familiares y allegados.

Han tenido (y tienen) que sufrir por muertes repentinas. Sin reencuentros curativos ni abrazos en los que refugiarse. Porque no queda más remedio. Las emociones y sentimientos de impotencia, rabia y negación, que son normales en cualquier situación de duelo, se acentúan cuando uno no puede despedirse de su ser querido, lo que exige un esfuerzo mayor para sobreponerse a la pérdida, señalan los especialistas. Lo confirman Liliana y toda su familia.

Así empezó todo

Liliana, quien ha decidido no pronunciar la palabra coronavirus, cuenta que su papá se contagió de “eso” en una de sus habituales sesiones de diálisis. Lorenzo tenía 81 años e iba dos veces a la semana a hacer el tratamiento. “La última vez que fue, el médico nos llamó para decirnos que debíamos hacerle un hisopado porque otro paciente había dado positivo. Cuando estuvieron los resultados, nos avisaron que había que internarlo, que vendría una ambulancia a buscarlo. Para nosotros fue el inicio de esta pesadilla. No lo veíamos mal y no podíamos imaginarlo solo en un hospital, porque siempre lo acompañamos en todo”, cuenta.

En primera persona: cómo es perder a un ser querido y no poder despedirse

Los besos, los cariños, las palabras. Los siete hijos de Lorenzo, los 15 nietos y 14 bisnietos tenían de sobra para dar. Y no pudieron hacerlo. “Siempre lo cuidamos, estuvimos pendientes de darle todo. Eso era lo que más nos preocupaba. Y ahora se fue. Se fue solo. Yo quería decirle que no lo abandoné”, exclama, con la voz entrecortada.

“Ni siquiera tuve una llamada con él. Tengo un nudo en la boca del estómago. Entiendo esta situación complicada, pero el sistema de salud no tuvo piedad. Es inhumano que una persona muera así”, apunta. Cuenta que en la puerta del hospital Centro de Salud uno de sus hermanos imploró para que lo dejaran pasar unos minutos. Pero no pudo.

“Lamentablemente se fue solo y eso es muy doloroso”, remarca. Como, además, muchos en la familia habían estado en contacto estrecho con el fallecido, tienen que estar aislados 21 días. Por eso, en la casa de los Wierne, en el barrio Juan Luis Nougués, todavía no pudieron reunirse ni abrazarse. Liliana llora sentada en un rincón de la casa, viendo cómo sufre su madre, que también está muy enferma y que se agravó en los últimos días.

Mientras sigue lidiando con las fechas y escribe alguna carta que pueda llevarle a su papá al cementerio, insiste en que se ha quedado con un abrazo trunco. Tiene la sensación de que se fue abandonado, con miedo. Sin una caricia, sin un adiós.

APOYO POR WASAP. La licenciada Alejandra Acosta, junto a psicologos y sacerdotes, ayudan a los allegados de un paciente terminal. APOYO POR WASAP. La licenciada Alejandra Acosta, junto a psicologos y sacerdotes, ayudan a los allegados de un paciente terminal.

Consejos

- Crear puentes que nos unan con la persona fallecida. Por ejemplo, encender velas o hacer álbumes fotográficos (físicos o virtuales) que nos permitan honrar su memoria.

- Si se puede, acompañar con amor y cuidado a quien está por partir. “No debemos transmitirle angustia, ni malestar, ni descontrol a quien está por partir, sino calma y tranquilidad. Decirle que todo estará bien, que se puede ir en paz”, sugiere Alejandra Acosta.

- Los que son creyentes pueden transmitirle la seguridad de la vida eterna, rezar y así darle paz.

- Cuando una persona no se pudo despedir de quien partió, debería aunque sea en silencio, con la mente y con el corazón, decir todo lo que esta le dio en vida y lo que le dejó, tanto las cosas felices como las que no lo son tanto y todo lo pendiente. Es fundamental en la despedida expresarlo todo. Incluso si el ser querido está en terapia intensiva o se encuentra inconsciente, es necesario que uno se despida de él en silencio o en voz alta.

- Escribir una carta, un diario que nos posibilite expresar pensamientos y sentimientos hacia la persona fallecida o nuestras emociones con una fotografía u objeto personal de valor sentimental, desahogando la pena y manifestando lo que nos hubiera gustado decirle.

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