Adultos que deciden volver a agarrar los libros

Adultos que deciden volver a agarrar los libros

Muchos adultos dudan si empezar o no una carrera universitaria debido a su edad, pero no debería ser así. Existen ejemplos de personas grandes que eligieron estudiar para cumplir su sueño de la juventud.

Adultos que deciden volver a agarrar los libros
04 Agosto 2020

El tiempo pasa y, casi sin darnos cuenta, la vida y sus cosas urgentes nos arrastran hasta que vemos 30, 40, 50 o más años atrás nuestro. Muchos sueños y objetivos se esfuman en ese período para quedar guardados en los recuerdos de la juventud. Aunque esto ocurra, no necesariamente debe ser así, y menos con aquellos sueños que tengan que ver con el estudio. Así lo afirman algunos adultos (+ 50) que decidieron volver a estudiar una carrera universitaria desde cero. “Si tienen la posibilidad de estudiar, más allá de la edad que tengan, háganlo. Ni lo duden”, aconseja Camilo Isa Morhell, comisionado comunal de La Ramada y La Cruz, quien hace tres años decidió volver a la vida universitaria y comenzó la licenciatura en Ciencias Políticas a través de un plan de becas impulsado por el Poder Legislativo.

Aprender la teoría

Camilo, de 53 años y en último año de la carrera, decidió volver a estudiar porque era algo que sentía como una cuenta pendiente que tenía. “Quería recibirme algún día y en 2017, cuando surgió la posibilidad de volver a estudiar, yo tenía un trabajo que me dejaba algo de tiempo para estudiar, entonces decidí aprovechar la oportunidad”.

Su última experiencia académica fue hace 33 años, cuando estudiaba agronomía. “Había llegado a la mitad de la carrera, pero tuve que dejar. Así que ahora, después de muchísimos años retomé los libros”, explica.

Aunque por su cargo en la comuna rural y las horas que debe dedicarle al estudio, Camilo ya no dispone del tiempo libre con el que contaba en otros momentos de su vida, aún encuentra motivación para seguir. “Me motiva mucho por perfeccionarme en mi tarea y así ser más útil dentro de mi trabajo en la política”.

“Normalmente uno aprende algún oficio o se recibe de algo y luego tiene la experiencia laboral. A mí me pasó al revés, vengo trabajando en política hace como 20 años en Burruyacu, es como que hice la práctica primero y ahora estoy viendo la parte teórica”, dice Camilo, quien espera sumar otra herramienta para ser mejor en lo que hace.

Cumplir los sueños

Otra de las que decidió volver a agarrar los libros, y también con la carrera de Ciencias Políticas, fue Soledad Paz, coordinadora del Centro de Información e Ingresantes de la Unsta. “Siempre me gustó el estudio. En mi vida tuve dos vocaciones, la maternidad y la docencia. Me casé muy joven, a los 18 años, y relegué mi vocación de la docencia para ser mamá porque tuve cuatro hijas que fueron el motor de mi vida”, le dijo a LA GACETA.

“Hace tres años entré a trabajar en la Unsta y mi directora, Denise Stordeur, y el entonces director de la carrera, Luigi Pisoni, me impulsaron a estudiar y me dieron la posibilidad gracias a una beca. Me dijeron que lo único que podía pasar era que decida no estudiar, pero que no podía perder la oportunidad”, cuenta sobre cómo se dio su ingreso.

Para Soledad no fue nada fácil volver, pues las clases ya habían empezado y debía ponerse al día, lo que significó para ella un gran esfuerzo porque hacía muchísimos años que no estudiaba y hacerlo en un nivel universitario con más de 50 años era un desafío.

A pesar de las dificultades nunca perdió la motivación: “me motiva cumplir algo que tenía pendiente en la vida. Mis hijas me dieron todas las alegrías, pero la carrera me da otro tipo de satisfacciones personales, porque si Dios quiere voy a poder ejercer mi otra vocación, que es mi sueño”. En el día a día, además, se motiva viendo sus avances en la carrera, aprobando materias como una acumulación de pequeños objetivos cumplidos.

Para la mujer de 55 años y abuela de ocho niños, la última experiencia académica era el secundario, cuando egresó del colegio Santa Rosa con el bachillerato de orientación docente. “Después, por mi trabajo, me capacité en distintas disciplinas. Aprendí muchas cosas y tuve diferentes experiencias en el camino, pero nunca a nivel académico”.

Así  pasa cada cuatrimestre y Soledad está cada vez más cerca de alcanzar su objetivo de recibirse y cumplir su sueño de ejercer la docencia. “Ese sería mi mayor sueño, así que si los años y el tiempo me dejan, para mí sería muy lindo ejercer y enseñar”.

“No se pierde nada con probar y, si a uno no le gusta, está la posibilidad de abandonar, no es obligatoria, pero por mi experiencia puedo decir que sí vale la pena intentarlo. Sobretodo si uno considera que es algo que tiene pendiente en su vida o que es un sueño que no pudieron cumplir”, fue el consejo que Soledad quiso dar a los lectores dubitativos en sus casas, que no sepan si animarse a empezar una carrera o no.

Presión adicional

Mateo Bauza, de 59 años y padre de cuatro varones, es otro caso destacable porque pese a estar casi en los 60 años (década en la que está establecida la edad jubilatoria), decidió inscribirse en ingeniería agrónoma. “Agronomía siempre una materia pendiente. Creo que en este país la única manera de salir adelante es que todos nos dediquemos a producir, y el sector agropecuario en Argentina es muy importante y sería fundamental darle una mano”.

Bauza en su juventud se recibió de ingeniero civil y además cuenta con un máster en administración, sin embargo esta nueva experiencia le está resultando un desafío distinto al que fue en sus años de juventud. “Es bastante sufrido todo, más en época de pandemia. Me está yendo bastante bien, pero es muy difícil, hay muchos temas que nunca vi antes entonces estoy arrancando de cero”. Además, añadió que los exámenes significan una presión extra para él: “creo que a esta edad uno espera presiones de otro tipo, pero yo tengo que consensuar el trabajo con la familia y con el estudio, entonces siento una presión adicional”.

Aunque sus amigos le dicen que es una locura lo que está haciendo, meterse en una carrera universitaria a esta altura de su vida, con un hijo de 27 años, Mateo no escucha y se enfoca en su decisión para seguir adelante con lo que le gusta.

“Creo que no depende de la edad sino del espíritu que uno tiene. Hay que perseguir los sueños. Muchas veces las carreras universitarias son deudas pendientes que tenemos y debemos cumplirlas. Para los mayores nunca es tarde arrancar a estudiar, nunca es tarde para superarse en la vida”, sostiene.

Mateo no lo hace como un simple hobby y ya se plantea objetivos para el futuro. “Con esta experiencia quiero empezar a ayudar a la gente lo antes posible. Estoy mucho por el campo, las afueras de Tucumán, son zonas bastantes complicadas en las que la gente tiene posibilidades de producir, pero no tiene acceso a algunas facilidad y muchas veces producen de manera ineficiente. Mi idea es que, a medida que vaya aprendiendo, pueda volcar mi experiencia en todos los lugares por los que ando”. (Producción periodística: Homero Terán Nougués)

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