Panorama Tucumano: viento en contra para echar a un juez

Panorama Tucumano: viento en contra para echar a un juez

La Legislatura produjo esta semana una novedad institucional de la máxima relevancia. Después de siete años de decir “no” sistemáticamente, la comisión de Juicio Político promoverá la destitución de un miembro de la judicatura ordinaria de la provincia. El giro dado respecto del megacuestionado Roberto Guyot, el funcionario que debía elevar el estándar de las cárceles de la capital, anticipa tensiones inmensas y múltiples incógnitas. Es todo un desafío para el oficialismo, que controla al comité acusador, y al estrado que ha de sustanciar el juicio y emitir el veredicto, el Jurado de Enjuiciamiento. En la memoria reciente de “Trucumán” casi no hay experiencia “feliz” de expulsión de jueces. Para entender ese déficit basta con advertir que en los últimos 14 años el Jurado de Enjuiciamiento tuvo que contentarse con echar a dos miembros de la Justicia de Paz, Pedro Antonio Núñez y José Solano Lazarte, por tramoyas nimias al lado de otras irregularidades detectadas en el Poder Judicial.

La práctica revela que la biología y la presión social han sido más efectivas que el Estado para librar a los tucumanos de magistrados indignos de ese título. Los casos testigos son los de Carlos Albaca y Guillermo Herrera, dos ex fiscales tan objetados como Guyot. Ambos zafaron de la destitución gracias a oficios ante la Anses que les permitieron jubilarse con el beneficio del 82% móvil. Luego el sistema procesal penal “selectivo” completó el salvoconducto mediante el cajoneo o el cierre de las causas que intentaban esclarecer los supuestos hechos ilícitos atribuidos a Albaca y a Herrera. A propósito del comentario de estas asimetrías, un príncipe del foro recordaba el otro día una analogía del sacerdote salvadoreño Óscar Arnulfo Romero. “La Justicia es como la serpiente: sólo muerde a los descalzos”, había dicho el arzobispo asesinado por un francotirador el 24 de marzo de 1980. Por algo la imagen de monseñor Romero recibe la veneración de un santo.

La expulsión de un juez entraña para este la pérdida de la jubilación premium, además de los restantes privilegios atinentes a la función. A diferencia de Albaca y de Herrera, Guyot no reúne los requisitos para pasar al sector pasivo: necesita tiempo. En eso se parece a Eduardo Romero Lascano, el único de los tres camaristas del juicio del caso de “Marita” Verón que pudo conservar el cargo. Romero Lascano logró una proeza única: tras fracasar en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, detuvo la topadora alperovichista -operada a control remoto por la entonces presidenta Cristina Kirchner- con una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cuya validez consintió el Poder Ejecutivo de Juan Manzur. Desde luego que la expulsión de aquel juez lucía como un acto de revancha por la audacia de no haber emitido el fallo condenatorio que esperaba la mamá de la víctima, Susana Trimarco. Pero, en lugar de dejar que el Jurado de Enjuiciamiento y, eventualmente, los Tribunales funcionaran, la dirigencia optó por “simplificar” un trámite que deparaba abundantes jaquecas. Romero Lascano salvó el pellejo, pero sentó un precedente mortificador. La prueba de ello es que Guyot ya planteó que es víctima de violencia institucional ante la CIDH y, por las dudas, también ante las Naciones Unidas.

Llama la atención que tantos jueces teman las represalias de los gobernantes -y por eso sean tan dependientes- a la vista de lo difícil que resulta echar a un integrante del Poder Judicial, incluso cuando, como dice Joaquín Sabina, sobran los motivos. Ocurre que el mecanismo del Jurado nació con problemas de diseño y esas deficiencias se agravaron con los años. Todo se remonta a la última y deletérea cirugía que soportó la Constitución de Tucumán con Manzur a la cabeza de la Convención Constituyente. En cuentas resumidas, la reforma pretendió reducir la discrecionalidad del régimen de remoción y de selección de jueces. Las aspiraciones quedaron en la letra porque al fin la gravitación política sigue siendo determinante. Y si bien la Justicia luego mejoró los desequilibrios del Consejo Asesor de la Magistratura (órgano que sustancia los concursos de acceso), optó por preservar la cuestionable configuración original del Jurado de Enjuiciamiento.

Peor aún, una “reforma judicial” impulsada por Manzur para flexibilizar y automatizar la suspensión de los jueces acusados terminó privando de ese resorte al procedimiento de destitución. Curiosamente, la Corte que en 2017 declaró la inconstitucionalidad de aquel cambio solicitó a la comisión del justicialista Zacarías Khoder que suspenda a Guyot. Perplejos, los legisladores tuvieron la delicadeza de callar la pregunta sobre si los vocales leen sus fallos y el juez denunciado continuará trabajando mientras se defiende. Dicho en otros términos: la sociedad financiará la resistencia de Guyot. Si la labor de ese juez ya era controvertida cuando aquel debía dedicarse de manera exclusiva a fiscalizar el cumplimiento de las sentencias penales, hay que ver qué sucederá ahora que, además de esa tarea, debe repeler una metralla de impugnaciones. Eso que, prudentemente, el comité excluyó de la línea de fuego los explosivos de Gustavo Morales, el abogado sin domicilio, que caracterizan a Guyot como un “juez narco”. Esta edición dejó a la parte más hiriente -y sensible- de los reproches para otra (improbable) ocasión.

Aún así la materia de debate es suficiente para provocar estragos e incomodar. Guyot y su defensor Víctor Taleb anunciaron que probarán que al primero lo discriminaron y persiguieron por querer viajar, tomar licencias y hasta capacitarse como lo hace el promedio de sus pares. La producción de esa sola prueba podría generar un show escandaloso. Hay que observar además qué sucederá con la presencia del vocal Daniel Leiva en la presidencia del Jurado puesto que este fue uno de los que más ajustó las riendas a Guyot. Abunda el pasto para el obstruccionismo, sin contar que el procedimiento delicadísimo ha de transcurrir con el coronavirus como telón de fondo. Esta institucionalidad muy endeble de por sí también tendrá que lidiar con la pandemia. A Guyot lo socorren los astros. Nunca hubo tanto viento en contra para echar a un juez.

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