El riesgo de tirar la cadena antes de tiempo

El riesgo de tirar la cadena antes de tiempo

El mundo le sigue pegando trompadas al coronavirus, tapado con barbijo y a distancia prudencial. Los científicos están más cerca de dar el golpe de gracia. Hay proyectos de vacunas listos, y se podría brindar en diciembre, salvo que...

Jordi Basté es uno de los columnistas de los sábados en el diario La Vanguardia de España. Ayer puso especial énfasis en describir la ansiedad. Y, cuando lo hizo recurrió a una descripción de David Trueba: “Ansiedad es cuando tiras de la cadena antes de terminar de hacer pis”. Así vivimos estos últimos tiempos en la Argentina y, por supuesto, en Tucumán, aunque todavía haya algunos que pretenden demostrar que Buenos Aires está en un país y el interior, en otro.

Lo que no está claro ni nadie lo puede explicar es ¿por qué tiramos de la cadena antes de que las cosas terminen?

Hace menos de un mes –recurro una vez más a la metáfora- el doctor Alfredo Miroli se concentró, miró a las cámaras de LA GACETA Play y le habló al coronavirus. Palabras más, palabras menos, le dijo: “Te queda poco tiempo. Estás al borde del nocaut”. No le dijo “perdiste la pelea, bajate del ring”. Sin embargo, tiramos de la cadena antes de tiempo.

El mundo le sigue pegando trompadas, tapado con barbijo y a la distancia prudencial, Los científicos cada vez están más cerca de darle el golpe de gracia. Hay más 100 proyectos de vacunas (“uppercat” al hígado que dará el nocaut). En la europea Oxford; en China, en los Estados Unidos, están casi listos; en Rusia, también. Septiembre es el mes y, si no se cumple para entonces, es muy posible que el 31 de diciembre cuando ustedes alcen una copa para brindar por 2021 (y por olvidar este espantoso 2020) el virus será protagonista de anécdotas graciosas y de historias tristes, y ya no el enemigo invisible.

Salvo que tiremos la cadena antes de tiempo…

Cambia, todo cambia

En Jujuy, el gobernador Gerardo Morales hace unos meses, orgulloso de sus logros sanitarios, invitó al fútbol de primera a jugar en su provincia. Todo estaba tan tranquilo que la Argentina quería ser Jujuy. Apretó el botón y ahora están más afligidos que cualquier arquero que está por atajar un penal pateado por Messi.

En verdad, todos quisimos ser Catamarca a lo largo de esta “centenera”. Pasaban los días y todas las provincias sumaban casos y muertes. Catamarca, en cambio, nada. Por primera vez, el cero significaba éxito, era sinónimo de 10. Los catamarqueños tiraron la cadena y ahora ni tomar mate pueden ante el riesgo de que todo se vaya al diablo.

¿Y, por casa? Hace dos semanas vimos a la ministra de Salud, Rossana Chahla, disfrutar de sus acciones. Sonreía con prudencia, pero con satisfacción. Agradeció la responsabilidad de los tucumanos, pero advirtió que todo podía cambiar en un instante. Algo así como que su agradecimiento en realidad escondía un pedido: “No tiren la cadena antes de tiempo”.

El miércoles pasado, el ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, también era cúmulo de mensajes positivos. Hablaba de perspectivas alentadoras y daba buenas noticias: “a más tardar el 15 de septiembre habrá maestras paradas frente a las aulas y estudiantes sentados en sus pupitres, aprendiendo”.

En Tucumán parecía todo controlado. Éramos el ejemplo de flexibilidad... Ayer, una buena porción de la localidad de Lastenia estaba aislada. Las autoridades sanitarias habían endurecido el rostro. Y aquellas sonrisas eran ya un recuerdo reciente. Alguien había apretado el botón mucho antes de la evacuación final.

Durante toda la semana la gran preocupación de las autoridades gubernamentales había sido Jujuy. De reojo, miraban con atención lo que venía desde el norte. Sabían que los camiones que vinieran desde el NOA iban a ser un alerta difícil de controlar. Es que la ley que cierra las fronteras mostró su esterilidad mucho antes de adquirir la mayoría de edad. Los choferes de camiones también estaban impacientes. También tiraron de la cadena antes de concluir su micción. Se quejaban de las incómodas demoras que tenían en los puestos fronterizos. Es más, hubo reclamos gremiales que se escucharon en Buenos Aires, donde todo se decide. Y llegaron hasta los oídos de Pablo Moyano.

Ante el temor de que se avance y no se respeten los controles, en el Poder Ejecutivo se analizó la necesidad de aumentar el personal que realiza aquellas tareas en las rutas. En Trancas se les sacó tarjeta amarilla a las autoridades por el cómodo ingreso que tenían a esa ciudad algunos vecinos de El Tala, localidad salteña. Otra vez la ley que cierra las fronteras mostraba su absoluta incapacidad. Las respuestas recibidas fueron que se trataba de gente conocida que iba y venía normalmente.

Los tucumanos tiramos de la cadena antes de tiempo. Un joven que trabajaba en una estación de servicio contagió a un hombre de 68 años, quien terminó recibiendo el diagnóstico de que portaba la enfermedad covid-19. Ambos comparten un mini barrio popular con tres familias. De ese grupo, ocho habitantes terminaron cargando el coronavirus. En medio de las anécdotas que se sucedieron en Lastenia decían que en el perfil de WhatsApp del joven que trabajaba en la estación de servicio estaba la foto de aquel popular jujeño, el “burrito” Ariel Ortega. No le dio suerte. El genial Arthur Schopenhauer decía que “El destino (la suerte en este caso) baraja las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos”.

Inconsciente colectivo

Si hay un estereotipo de una persona que sabe cuándo es el momento exacto de apretar el botón, ese es el político. Ellos saben -y si no, lo intuyen- que si se equivocan terminan mojados. Por eso todos se ocultan detrás de la máscara de la pandemia y no hablan de los tiempos electorales. Sin embargo, minuto a minuto, hacen cuentas y elucubraciones sobre el futuro. Y esta semana el gobernador Juan Manzur también tuvo que ocultar su nerviosa sonrisa. No sólo por los problemas sanitarios que se asoman ni tampoco por los contagios. Las malas noticias (para él, claro) también vinieron de las provincias vecinas. En Catamarca, el gobernador Raúl Jalil se reunió con los senadores para avanzar con la reforma de la Constitución provincial. La iniciativa prevé la eliminación de las reelecciones indefinidas, entre otras cosas. El mendocino Rodolfo Suárez piensa parecido. Por eso, en el proyecto oficialista no iría la posibilidad de la reelección y sí la conversión de la bicameralidad en solo una institución. La idea es bajar el gasto legislativo, argumento que seguramente no le debe hacer mucha gracia al vicegobernador Osvaldo Jaldo. En Chaco, Jorge Capitanich también proyecta ponerle fin a las reelecciones indefinidas y en Salta Gustavo Sáenz piensa reducir de tres a dos los períodos en que pueden ser reelectos los mandatarios provinciales.

Sin dudas, las provincias son independientes y autónomas, pero estas cuatros señales llevan la corriente institucional en sentido contrario a las elucubraciones corren en la Casa de Gobierno tucumana. Y remar en contra de la corriente implica un esfuerzo mayor… Sobre todo cuando, río arriba, Santa Fe y Mendoza carecen de reelección consecutiva.

Aquellas pequeñas cosas

En la estructura del poder nacional las correntadas cada vez son más fuertes, pero no vienen de afuera sino del mismísimo dueto gubernamental. El “matrimonio” Fernández no duerme tranquilo. Esta semana, Alberto atravesó un período de fuertes turbulencias a raíz de las críticas recibidas de los amigos de Cristinas. Que Sergio Berni, Alicia Castro o Artemio López salgan públicamente a mojarle la oreja al Presidente de la Nación es un aviso preocupante. El vaso se derramó cuando desde Presidencia se frenaron las inversiones chinas y se hicieron algunas críticas al gobierno de Maduro en Venezuela. Eso quebró los ánimos K y a la vez dio un pequeñísimo respiro al ahogamiento que viene significando la negociación de la deuda.

No obstante, mientras Alberto y Cristina se tiran con los platos que les regalaron en la boda, los argentinos se exasperan porque no saben bien en la casa de quién están viviendo. Y, saben que la ansiedad es mala compañera.

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