El crimen de "Doña Rosa": preguntas que aún siguen sin respuestas

El crimen de "Doña Rosa": preguntas que aún siguen sin respuestas

Última parte.

PROTAGONISTA I. Juan del Valle Scarone fue considerado el cerebro del “Trío de la muerte” que asesinó a tres personas en cinco meses. PROTAGONISTA I. Juan del Valle Scarone fue considerado el cerebro del “Trío de la muerte” que asesinó a tres personas en cinco meses.

Se lo conoció como el mayo sangriento. En ese mes de 1991 se esclarecieron varios hechos que habían conmocionados a los tucumanos. Los crímenes del decano de la Facultad de Artes, Carlos Navarro, y de su hermana Clara Imelda, se sumaron a los de Rubén Rivero, Ramón Okón, Rosa del Carmen Díaz de Alvarado y Jorge Marcelo Benítez. Fueron homicidios cometidos con una brutal saña pocas veces vista en nuestra provincia. Por estos hechos, seis personas terminaron condenadas con la pena más alta del Código Penal: reclusión perpetua. Han pasado casi 30 años y las dudas aún persisten.

El 7 de diciembre se descubrió el cuerpo de la hermana de Navarro en la casa de avenida Mitre primera cuadra. Al día siguiente, horas después de que un automóvil en el que circulaban dos hombres escapara de un control caminero, se encontró el cuerpo del decano sin vida en el baúl en su Fiat en Santa Fe. En junio de 1991, un grupo de Policías detuvo a Segundo Benítez, el principal sospechoso del doble homicidio. Fue condenado a cadena perpetua por el caso, pero nunca se supo quién era su misterioso acompañante. Se informó que se trataba de un hombre vestido con ropa elegante, lenguaje culto y refinado y que tenía anteojos de sol, por lo que no se pudo hacer un retrato hablado.

El 20 de mayo, Juan del Valle Scarone, Héctor Sosa y Miguel Ledesma fueron aprehendidos por los crímenes de Rivero y de doña Rosa, pero también quedaron incriminados en el del artista Okón. A los dos primeros los mataron en la casa del barrio de San Antonio del Bajo y los enterraron allí. A la tercera víctima la ultimaron en su domicilio de Italia al 1.200. Los tres fueron condenados a reclusión perpetua por los tres hechos.

El 21 de mayo, “Jorgito”, que era hijo de la empleada doméstica de Lucrecia Rosemberg de Moeremans, fue brutalmente asesinado en la casa de Rondeau al 900. Por este homicidio fueron condenados a prisión perpetua Darío Orsi y Walter Miranda. Este fue el último crimen que conmovió al ambiente de artes de la provincia y se registró un día después de la detención de Scarone y compañía.

Patrones comunes

Hubo detalles que no se tuvieron en cuenta a la hora de investigar estos casos, pero no se pudo establecer si fue por impericia de los investigadores, por la falta de recursos humanos o tecnológicos o porque alguien había ordenado que se cerrara la pesquisa para evitar un escándalo sin precedentes en Tucumán.

Todos los casos tuvieron patrones comunes. Coincidió la manera en que mataron a casi todas las víctimas. A la hermana del decano de Artes, al albañil Rivero y a doña Rosa las golpearon con un objeto contundente en la cabeza y después los ahorcaron con una piola o un cable. Al artista Okón y a “Jorgito” los mataron de varias puñaladas, pero al niño también habrían pretendido ahorcarlo con el cable de una heladera.

Marcelo Salla fue jefe de distintas áreas investigativas de la ex Brigada y actualmente forma parte de los equipos especializados de las fiscalías de Homicidios que conduce la fiscala Adriana Giannoni. “Hoy se hubiera investigado todos esos patrones comunes porque los casos podrían haber estado relacionados. Sin embargo, en esos tiempos era prácticamente imposible conectarlos, ya que, por ejemplo, no había posibilidades de hacer una pericia de ADN a un pelo o un pedacito de piel que haya sido secuestrado en la escena del crimen. Tampoco se contaba con una oficina de la fuerza especializada en este tipo de delitos y la Justicia tampoco tenía una fiscalía especializada, como ocurre ahora”, explicó.

Salla también ponderó el trabajo que realizó el personal de la Brigada Este que esclareció los crímenes cometidos por el “Trío de la muerte”. “En esos tiempos había dos maneras de investigar: se sacaba las confesiones a la fuerza o se buscaban testigos para que dijeran cosas que sostuvieran su teoría. La otra, que es la que se utilizó, era tener paciencia y buscar las pruebas clave para esclarecer. Esa tarea fue brillante”, agregó.

“No quedan dudas de que hubo vinculaciones en todos esos homicidios. Siempre tuve la sensación de que había una enorme necesidad de cerrar los casos lo más rápido posible. Y eso sucedió: en el caso del niño Jorge no hubo pruebas contundentes en contra de los imputados y lo mismo se los terminó condenando”, opinó Cergio Morfil, que defendió a Orsi. “No sólo hubo patrones comunes en los homicidios, sino que de una manera u otra los protagonistas tenían algún tipo de vinculación”, agregó.

Misterios al por mayor

A mediados de los 80 se produjo un robo en el arzobispado que se mantuvo en el mayor de los secretos. El anillo del obispo Benito de Lué y Ruega había desaparecido misteriosamente. El acusado fue Adolfo Américo Suárez, un albañil que realizaba trabajos en el lugar. El sospechoso no era un desconocido de la curia. Había sido rescatado de la calle por el padre Liborio Luis Randizzi quien prácticamente lo adoptó y tuvo bajo su protección hasta que se cometió el hurto.

Con el paso de los años se supo que Suárez había sido amante de Scarone, el cerebro del llamado “Trío de la muerte”, y también mantuvo una relación con Amanda Alvarado, la esposa del pintor asesino. Parte de la joya fue encontrada en la casa de doña Rosa de San Antonio del Bajo, ya que los hombres mencionados en la causa habían quitado la gema (se la entregaron a las nietas de doña Rosa para que jugaran) y fundieron el oro para venderlo.

Scarone había sido demorado por el robo, pero nunca lo llegaron a enjuiciar. Suárez, en cambio, desapareció de Tucumán. Lo último que se supo de él fue que entre 1987 y 1988 se comunicaba con Amanda para pedirle que se fuera con él. Los investigadores lo buscaron hasta en Termas de Río Hondo, donde Scarone había desarrollado gran parte de su vida. ¿Hubo otros vínculos con la Iglesia? “Desde nuestra más tierna formación nos inculcaron que hay cosas que no se pueden investigar, y esta fue una de ellas. Nadie nos ordenó que no profundizáramos la pesquisa, pero sabíamos hasta dónde llegar”, respondió el comisario Martín Antonio Miranda, que estuvo al frente de la Brigada Este que esclareció el caso de doña Rosa.

Más dudas

Luis Hermosa, cuando formaba parte de la fuerza, investigó el caso en el que estaba involucrado Scarone. Pero después de ser condenado por el caso de Laguna de Robles (donde personal que actuó bajo las órdenes de Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra ultimó a delincuentes que trasladaban desde Salta), compartió años de encierro con el pintor homicida. “Me contó que él había cometido esos crímenes por una sola razón: celos. El albañil Rivero habría tenido relaciones con sus discípulos y lo mismo habría ocurrido con doña Rosa. En cierta manera, él tenía temor a todos los que ponían en peligro su mundo”, explicó el ahora abogado penalista.

El 5 de marzo de 1985 fue encontrado sin vida el letrista Arturo Bulacio. Lo desnucaron de un golpe con una maza, el mismo método con el que fueron asesinados Rivero y doña Rosa. Nunca se supo quién había sido el autor del crimen perpetrado en Lavalle al 500. Después de que Scarone cayera preso, se rumoreó que este artista representaba una competencia desleal para el condenado. El pintor homicida hizo alguna vaga referencia sobre el tema en el juicio en su contra. “Me querían hacer cargo de los 13 homicidios sin resolver en la provincia”, indicó sin dar más detalles.

La muerte del estudiante santiagueño Julio César Sprovieri, registrada en abril de 1991, fue otro misterio. Para la Justicia, al habérsele caído encima unos paneles de aglomerado en una sala de la Facultad de Artes, fue una muerte accidental. No importó que los dos ordenanzas que estaban en la casa de estudios no hayan escuchado nada y que a un metro del cuerpo del oriundo de Santiago del Estero se encontrara un gato negro sin vida. ¿Con los reflejos que tienen los felinos, no pudo haber escapado de la muerte? Otro interrogante que no tuvo ni tiene respuestas.

Más vínculos

El “Trío de la muerte” negó haber sido el autor del crimen de Okón. Se trataba de un artista gay que formaba parte del círculo de los condenados. Pintaba cuadros que vendía a los policías y, por supuesto, también era informante de los pesquisas que, entre otros crímenes, investigaban la muerte del decano de Artes. Hay otro detalle: después de asesinarlo en su casa dejaron un cartel: “por buchón de la cana”.

¿Navarro conocía a este grupo? Es lo más probable. Benítez, su matador, vivía en una casilla del ferrocarril que estaba ubicada en Benjamín Aráoz al 100. Ese lugar fue la parada histórica de un carrito que vendía sándwiches de milanesas que había sido decorado por un conocido artista callejero: Scarone. Además ambos concurrían a un bar llamado Acuario, donde homosexuales solían ir a buscar taxi boys. Varios testigos dijeron que a ese lugar asistía todo tipo de personas, incluso religiosos.

Todos los policías consultados por LA GACETA dijeron que analizaron esa pista, pero la descartaron de lleno al no poder encontrar pruebas. Pese al intento, no pudieron comprobar que el pintor haya sido el acompañante de Benítez, el día que fue descubierto con otra persona en la ruta, trasladando el cuerpo. ¿Por qué los vincularon? Por la ruta de escape que estaba realizando Benítez. Fue descubierto en Arroyo Seco, localidad santafesina por la que se debía pasar para llegar a Tres Arroyos, ciudad bonaerense donde vivía Pamela Scarone, la hija predilecta del artista.

Morfil aseguró que Orsi y Miranda fueron condenados injustamente por el crimen de “Jorgito”. En este caso no se puede vincular al “Trío de la muerte”, puesto que estaban detenidos. Sin embargo, no se puede descartar que haya sido otra persona que buscaba que nadie supiera lo que había ocurrido con el decano y así logró mantenerse el pacto de silencio firmado por el llamado “Trío de la muerte”. “Fue muy extraño, porque después de la muerte de esa criatura se acabó este tipo de hechos que apuntaban a personas especiales que mantenían oculto su estilo de vida”, dijo.

Lucrecia Rosemberg, según se supo en un primer instante, estaba realizando una investigación para determinar quién había sido el asesino de Navarro. Indudablemente tocó la oscura vida de la noche de El Bajo, donde transitaban la mayoría de las víctimas y de los victimarios de estos casos. Un submundo cargado de secretos que hasta el día de hoy no se ha podido develar.

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