Del diván al celular

Del diván al celular

El psicoanálisis ante el impacto subjetivo de la pandemia.

17 Mayo 2020

Por Alfredo Ygel

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Vivimos un tiempo de angustia, miedo e incertidumbre desencadenado por la pandemia del coronavirus que invadió nuestra existencia. Se trata de un real desbocado que impacta de modo diferente en cada sujeto que lo recibe acode a la estructura de su psiquismo. Así un sujeto podrá aislarse en su modalidad fóbica, encerrarse en sus pensamientos obsesivos, hacer síntomas en el cuerpo, acentuar sus inhibiciones, ser habitado por vivencias persecutorias. Habrá familias que responderán con agresiones entre sus miembros, parejas que reaccionarán con violencia y peleas constantes, adictos que reforzarán su consumo. También se manifiestan estados de depresión, miedo constante, vivencias angustiosas y de ansiedad, disminución en la erotización y el apetito sexual, sensación de zozobra e incertidumbre. Es frecuente asimismo que haya consultas en los consultorios y en los servicios públicos de salud por insomnio persistente, manifestaciones psicosomáticas, cefaleas constantes, malhumor, intolerancia en las relaciones interpersonales.

Estas manifestaciones clínicas ponen en evidencia que se trata no solo de atender lo relativo al peligro del contagio y a la protección de la vida, sino a estar advertidos acerca del impacto en la subjetividad en tanto la situación desencadenada por la pandemia ha alterado las coordenadas en las que se desenvolvía la vida produciendo un desanudamiento en la estructura de nuestro psiquismo.

A partir de las medidas sanitarias de la cuarentena y el distanciamiento social a los psicoanalistas nos corresponde ahora desplegar nuestra escucha por diversos medios. Las sesiones psicoanalíticas han hecho un pasaje del diván freudiano al celular. Los análisis transitan por sesiones en el teléfono fijo, el celular, videollamadas, pantallas del smartphone y, cuando sea posible nuevamente, volverán a los contactos presenciales en el consultorio del analista.

El Psicoanálisis en tiempos de pandemia se ofrece como un lugar donde instaurar una escucha alojando con nuestra voz el sufrimiento que desborda a un sujeto, con nuestra mirada haciendo de sostén al desanudamiento del cuerpo que lo incierto de la situación genera. Serán también nuestras palabras las que den sosiego a una vivencia de temor desestructurante. De este modo, caso por caso, el analista interviene para operar con su presencia allí donde no es posible el encuentro entre los cuerpos.

Quienes sostenemos la clínica del Psicoanálisis podemos afirmar que la posibilidad de un análisis depende fundamentalmente de que el deseo del analista sostenga la transferencia para que un sujeto despliegue su sufrimiento. La imposición de las necesarias medidas tomadas para evitar los contagios nos puso a los analistas en la necesidad de reinventarnos a fin de sostener la continuidad de los análisis que conducíamos y de alojar la demanda creciente de la población de recibir alivio ante la emergencia de su angustia, su inhibición o sus síntomas. Los artificios que un analista ofrece al analizante constituye la apuesta a que la palabra se siga diciendo, que en medio de su decir produzca su propio escrito develando la verdad que cada sujeto porta y el goce parasitario en el cual se encuentra retenido. Y esto es posible que se produzca a través de la pantalla de smartphone, de la voz transportada en el celular, o en el decir de un sujeto recostado en un diván.

Lo que no podemos ofrecer son curas milagrosa, ni prometer atravesar los momentos críticos y dolorosos de la vida sin angustia, miedo e incertidumbre. Tampoco estamos en condiciones ofertar algún salvador que vaya a extraer a quien sufre en esta situación de pandemia, ni a protegernos de todos los peligros de la vida. Lo que si podemos afirmar es que “la expectativa esperanzada y confiada es una fuerza eficaz” para la curación de las enfermedades del alma, según lo indica Freud en su texto Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) en los comienzos del Psicoanálisis. Podemos decir que la confianza es uno de los nombres del deseo que sostiene la búsqueda de los objetos que lo causan.

Decimos entonces que “soportar la vida” es la máxima que rige a los seres humanos en su existencia y en el inevitable dolor de existir. Es esto a mí entender lo que hace a nuestra condición humana y nos extrae de una vida confinada a la “nuda vida”. Así, aunque cumplamos el deber ético de protegernos de los peligros de la vida, esto no debe impedirnos asumir el riesgo de vivir, de emprender la realización de nuestro deseo alcanzando así un “bien vivir”.

© LA GACETA

Alfredo Ygel - Presidente del Grupo de Psicoanálisis de Tucumán, profesor Facultad de Psicología de la UNT.

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