Ágata Galiffi, tercera parte: el gran golpe que tuvo ribetes legendarios

Ágata Galiffi, tercera parte: el gran golpe que tuvo ribetes legendarios

LOS SOSPECHOSOS. Ágata Galiffi y su amante Arturo “El Gallego” Pláceres. la gaceta / Archivo LOS SOSPECHOSOS. Ágata Galiffi y su amante Arturo “El Gallego” Pláceres. la gaceta / Archivo

La historia del intento del robo del banco Provincia tuvo ingredientes que lo hicieron legendario. Fue ideado por la mítica Ágata Galiffi, conocida como “La Flor de la Mafia”; su esposo, el abogado Rolando Lucchini; y su amante, Arturo “El Gallego” Pláceres. Tenía un insólito objetivo: cambiar un regalo de bodas por el dinero en efectivo que se encontraba en la bóveda de la entidad crediticia. El plan era ambicioso porque la banda había dispuesto cavar un túnel desde Rivadavia al 100 hasta la esquina de San Martín (en ese tiempo la calle se llamaba Las Heras) y Laprida.

Juan “Chicho El Grande” Galiffi, antes de ser deportado a Italia por ser el capo de la cosa nostra rosarina, cumplió un sueño. Entregar la mano de su hija a Lucchini, su abogado personal y mano derecha, quien se hizo cargo de todos los negocios que él dejó cuando fue expulsado del país en 1935. El presente de bodas fue una millonaria cifra, pero de moneda falsa. El alemán Otto Ewert fue el responsable de confeccionar los billetes apócrifos.

Tres años después de que “Don Chicho” abandonara el país, la organización no estaba pasando por un buen momento. Al parecer, Galiffi y Pláceres, con el apoyo de Lucchini, buscaron la manera de sumar capital. Se supone que la manera más efectiva era la de transformar el regalo en dinero legal. Y eligieron Tucumán para tratar de cumplir con ese objetivo. Primero, alquilaron una casa en avenida Belgrano al 1.800; y, después, una casona destruida de Rivadavia al 100, donde hoy funciona un establecimiento educativo.

Ágata Galiffi, tercera parte: el gran golpe que tuvo ribetes legendarios

“Corría el año 1938 cuando se instalaron en Tucumán. Primero dijeron que pretendían abrir un negocio en la Belgrano, y después, una pensión en la zona céntrica. Allí, en principio, comenzarían a remodelar la vieja casona para llevar adelante su proyecto. Evidentemente contaron con la colaboración de tucumanos que los conocían. Después regresaron a Rosario”, contó el docente de historia Agustín Haro.

Los vecinos nunca sospecharon de la presencia de obreros que sacaban enormes cantidades de tierra. Varias versiones indicaron que en la obra trabajaban trabajadores provenientes de Bolivia. ¿Podrían haber sido mineros de Potosí que estaban acostumbrados a cavar túneles y trabajar en las más extremas condiciones? Esa fue una pregunta que nunca tuvo respuesta. “Las personas que desarrollaron esa tarea tenían pleno conocimiento de lo que hacían. Podríamos decir que eran profesionales”, explicó el legislador Ricardo Ascárate que, como nieto de inmigrantes, se dedicó a investigar historias de los extranjeros que también llegaron a poblar la provincia.

Haro explicó que “La Flor de la Mafia” regresó a su querido Rosario durante la primera semana de noviembre de 1938. Nadie supo bien por qué lo hizo, pero todos los consultados coincidieron en señalar una cuestión: ella, además de los cómplices con los que desembarcó en la provincia, contó con el apoyo de varios comprovincianos cuyos nombres nunca trascendieron. Otras fuentes indicaron que los implicados terminaron huyendo a otros distritos para evitar terminar tras las rejas.

El principio del fin

El historiador Osvaldo Aguirre comentó que el proyecto de la banda comenzó a desmoronarse el 29 de diciembre de 1938. Ese día, Ágata, su amante “El Gallego” Pláceres y Cayetano Morano -un integrante de la banda- se tirotearon con la Policía en un bar de la ya llamada “Chicago Argentina”.

“En el enfrentamiento murieron en el acto los investigadores Juan Espíndola y Marcos Cordero, y Morano, después de haber agonizado varios días. Allí comenzaron a buscar a la pareja y surgieron los primeros indicios acerca de los planes que estaban llevando adelante”, explicó.

La policía rosarina, como consecuencia de las muertes de sus colegas, comenzó a buscar por cielo y tierra a la pareja. Uno de los primeros en caer fue el ex comisario Juan Terrarosa -vinculado al grupo que lideraba Galiffi- y en su casa se encontró un mapa de San Miguel de Tucumán con anotaciones que hablaban de un importante banco. “Teresa Cacciatore, una mujer que alojaba a Ágata y también fue detenida, dio otros detalles. Había un plan en marcha para entrar por debajo de la tierra a una casa de Tucumán, donde había grandes tesoros”, explicó Aguirre.

La noticia corrió rápidamente. No hacía falta inventar internet para tener noción de que algo estaba por suceder en Tucumán. “Los primeros en enterarse y en tomar recaudos fueron los mismos bancos. Hubo una situación que fue muy comentada en esa época. Las entidades crediticias vaciaron todos sus tesoros y los llevaron a otra provincia”, señaló Haro.

Casi de casualidad

Pero tuvieron que pasar más de cinco meses para evitar el robo. Y fue casi de casualidad. El 22 de mayo de 1939, Agustín Fernández Mediano, químico de profesión y supuesto anarquista (la mano de obra desocupada que contrataba la cosa nostra en ese tiempo) oriundo de Buenos Aires, se sentó a tomar unas grapas en una confitería de nuestra ciudad. Llamó al mozo, le pidió la cuenta y le pagó con un billete de $ 100 de esa época. El encargado se dio cuenta de que era falso y llamó a la Policía. Al requisarlo, le encontraron 388 billetes de $ 1.000 y 64 de $ 100 y quedó detenido. Ahí terminó todo el plan.

El sospechoso fue trasladado a una dependencia policial. Y, en tres días contó todos los detalles del proyecto. Al parecer, al principio no aportó mucho, pero en ese tiempo, varios de los hechos se esclarecían a través de la tortura. Fernández Mediano dijo que Galiffi y Pláceres le habían entregado los billetes falsos. También entregó un diario en el que aparecían todos los detalles del trabajo que venían realizando y, además, involucró a Lucchini, al que calificó como “el hombre que consigue por amistad lo que no se puede conseguir por dinero” para referirse a los contactos que tenía en todo el país.

El hallazgo

Los policías se presentaron en la casa de Rivadavia 164 el 26 de mayo de 1939. En el interior, encontraron un boquete. Llamaron a los bomberos, quienes ingresaron a esa especie de túnel. Según lo describieron, tenía como punto de orientación el reloj de la torre del banco, y se accedía a él, por una escalera, a través de un pozo de 4,70 metros. En total, cubría 120 metros y terminaba su recorrido bajo el tesoro de la entidad crediticia.

Este hecho no había sido planeado como un robo más. La idea era ingresar al banco, deshacerse de los billetes falsos y quedarse con los verdaderos. Pero la banda que lideraba “La Flor de la Mafia” había cometido dos errores. El primero: no adviertieron que el tesoro era inexpugnable porque estaba protegido por un cofre de cemento y acero. El segundo: no haber detenido la tarea cuando comenzó a sospecharse del plan que se estaba por llevar adelante.

“El plan que elaboró el grupo para realizar este ilícito revela dos cosas. Primero, la audacia. Segundo, que lo hicieron respetando una gran planificación y durante bastante tiempo”, destacó Ascárate. “Lo que se conoce por las crónicas de la época es que las paredes estaban revestidas de madera y que fue cavado a cuatro metros de profundidad para evitar los cimientos de las casas”, agregó el legislador e ingeniero civil.

El profesional indicó que, mirando las fotos de la obra que hicieron, es notorio que tomaron los recaudos necesarios para llevar adelante el trabajo, como revestir las paredes, sin sufrir derrumbes. “Si bien es cierto que el suelo es limo arcilloso, lo que es más fácil excavar, hay otro problema: las napas freáticas. La capital sufre una invasión de agua, sobre todo en temporada invernal. Deben haber tenido importante información para llevar adelante esa obra”, recalcó.

“Pero una cosa es cavar y otra llegar al lugar deseado. El banco de la Provincia fue construido como tal. Y por ese motivo, la bóveda del tesoro debe haber estado revestida con un cofre de por lo menos 50 centímetros de hierro y hormigón. Para vulnerarlo, deberían haber contado con herramientas manuales o mecánicas que no eran fáciles de conseguir en la época”, concluyó Ascárate.

El comisario retirado Marcial Escobar es otro estudioso de la historia criminal de la provincia. “No hubo otro plan de estas características para robar un banco. Es inédito por donde se lo mire. Empezando que pretendieron hacerlo cavando un túnel y terminando con un plan que consistía en cambiar el dinero falso que ellos tenían por la moneda legal que estaba en la bóveda”, explicó. El investigador agregó: “para robar una entidad crediticia hay que conocer muchos detalles del movimiento y tener una planificación casi perfecta. No tengo dudas de que en este caso hasta tuvieron acceso a los planos de construcción del banco”.

Galiffi, también conocida como “La Mujer Infernal”, fue detenida con “El Gallego” Pláceres el 23 de mayo de 1939 en Rosario, cuando se encontraba oculta en la casa de un empleado inglés del ferrocarril que, según se sospechaba, también tenía contactos con anarquistas. Nunca imaginó que sus sueños de grandeza comenzarían a morir.

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