Melitón Chavez: “nadie puede salvarse solo, como sociedad somos un solo cuerpo”

Melitón Chavez: “nadie puede salvarse solo, como sociedad somos un solo cuerpo”

El flamante obispo de Concepción sostiene que la solidaridad es la clave para enfrentar la pandemia.

SIEMPRE CERCA DE LOS FIELES. “Dios está del lado de la gente que sufre, de los enfermos”. la gaceta / foto de Osvaldo Ripoll SIEMPRE CERCA DE LOS FIELES. “Dios está del lado de la gente que sufre, de los enfermos”. la gaceta / foto de Osvaldo Ripoll

Conoce de cerca lo que significa perder la salud, el dominio del cuerpo. Sabe lo que es sumirse en la nebulosa del limbo de una terapia intensiva. Prescindir del tiempo, o que el tiempo prescinda de él, y quedar suspendido en un hilo de vida durante 27 días en coma. Monseñor José Melitón Chávez, obispo sucesor de monseñor José María Rossi OP en la diócesis de la Santísima Concepción, desde el jueves, conoce bien lo que es la enfermedad. Contrajo una grave neumonía en julio de 2018, que se complicó con una gripe A. Esa fragilidad, sumada a una diabetes tipo B, lo desplazó del obispado de Añatuya.

“Me costó mucho aceptar en su momento los límites físicos que implicaba, sobre todo cuando estaba en la terapia. Sin embargo, el saber que estuve tantos días inconsciente y que pude despertarme al fin, mi experiencia espiritual ha sido de una inmensa gratitud a Dios. Tengo registros de sueños que tuve mientras estaba inconsciente en los que yo daba testimonio público de mi sanación, aún cuando estaba ahí en coma. Hay uno que lo tengo muy grabado con la Virgen, me doy cuenta que ha estado muy presente la mano de Dios en este salir, porque estuve en una situación muy crítica”, contó aquella vez al diario El Liberal.

“Siempre estoy volviendo sobre esos sueños como para no dejar de aprender y para no olvidarme de lo que pasó. Siempre es bueno acordarse de dónde uno ha sido rescatado”, decía el sacerdote, hoy de 62 años.

Después de 50 minutos en una charla telefónica con LA GACETA, el padre Melitón (como le gusta que lo llamen, no “monseñor”) deja escuchar su esfuerzo para respirar. “Dios está al lado de la gente que sufre, de los enfermos. No es un Dios de los fuertes, sino de los débiles”, dice.

Para él la enfermedad significa un gran aprendizaje, que depende de cada persona, de qué es lo que necesita aprender”, asegura. En su caso, dice que aprendió a “no ser autosuficiente ni ganador, sino siempre necesitado de Dios y de los demás”.

- ¿Cómo vive esos tiempos de cuarentena?

- Con muchas prevenciones y responsabilidad, buscando la distancia, aunque a nosotros los del interior nos cuesta bastante. Como diócesis hemos elaborado una serie de normas urgidas por la situación para resguardar a la gente y también a los sacerdotes. Pero nos cuesta porque uno está acostumbrado al trato cercano con la gente, más en los ambientes rurales. Aquí la gente te abraza, te besa y cuesta poner distancia.

- ¿Cómo es la relación con los fieles en esos días?

- Grabamos una misa para el canal local de Concepción. Tenemos presente a toda la iglesia y a la comunidad local, la gente nos puede hacer llegar sus intenciones.

- ¿Qué impacto puede tener en los fieles el cierre de las iglesias?

- Esta circunstancia nos invita a concentrarnos en lo esencial. En lo esencial de lo esencial. A ir a lo más profundo. A pensar que Dios está con nosotros y no se aleja. A vivir más en la oración. A usar los recursos tecnológicos para escuchar la misa. Radio María la transmite todos los días. También podemos ver la misa del Santo Padre en Roma. Algunas parroquias transmiten la misa por Facebook.

- ¿Qué aprendemos de esta nueva comunicación con la Iglesia?

- Siempre privilegiamos el contacto físico, y solo en determinadas circunstancias uno puede tomar distancia, como en este caso. En general la Iglesia prefiere concelebrar con los hermanos porque uno privilegia el contacto cara a cara.

- Pero digo: ante la falta de sacerdotes o de medios para llegar a zonas inundadas, por ejemplo, la tecnología permite llegar a los fieles.

- Sí, puede ser en esos casos. Pero que la tecnología no reemplace la relación personal.

- ¿Qué nos está enseñando esta pandemia?

- En primer lugar que el sálvense quién pueda no funciona. Ni en el orden sanitario, ni en el social ni en el económico. Todos formamos un solo cuerpo como sociedad y como planeta. Como dice la teología de San Pablo al referirse a la Iglesia: el cuerpo es uno y por muchas que sean sus partes, todas forman un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: no te necesito. Ni tampoco la cabeza decir a los pies: no los necesito. Aun las partes del cuerpo que parecen más débiles son las más necesarias. Si un miembro sufre, todos sufren con él. Esto que nos dice el sentido común es el dato central de la fe cristiana. Nadie puede salvarse solo, porque somos un solo cuerpo. Tenemos que cuidarnos, quedarnos en casa para cuidar a los demás.

- ¿Qué valores podemos rescatar?

- El valor más inmediato es la solidaridad. En esta situación nos sentimos todos conectados porque el planeta está viviendo la misma situación. Estamos acostumbrados a resolver los problemas pensando solo en nosotros, en nuestro país, en nuestra familia. La pandemia nos hace ver que lo que les pasa a los chinos también nos pasa a nosotros. Es una verdad que no siempre descubrimos a causa del individualismo, el consumismo y el capitalismo que nos lleva a gestionar nuestro propio bien, a veces al margen o en contra del bien de los demás. Esto de alguna manera estaba aprobado socialmente. Ahora nos damos cuenta de que todos tenemos la misma fragilidad y que nos vamos a salvar en la medida en que seamos solidarios con los demás.

- ¿Qué espera de todo esto?

- Que así como esta enfermedad se ha propagado globalmente, también globalmente podamos responder con unidad cuando se descubra una vacuna. Que realmente esté al alcance de toda la humanidad, y de los pueblos más sufridos. En el plano económico esta pandemia afecta a todo el mundo, espero que redoblemos los esfuerzos para salvar la economía común. Pensemos en los más débiles. Hay mucha gente que vive al día. Ayer un señor que cuida autos me decía que ahora no tenía el pan para llevar a su casa. Creo que hay que salir al encuentro de esa economía precaria, del trabajo informal, que es parte de nuestro cuerpo social.

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