Quinquela Martín: un artista con corazón y alma xeneize, alejado de la rigidez de la academia

Quinquela Martín: un artista con corazón y alma xeneize, alejado de la rigidez de la academia

El maestro que retrató en sus telas la vida del puerto de La Boca nació hace 130 años. Visitó LA GACETA en la década del 40. Orden del Tornillo.

EL TRAJÍN COTIDIANO. El trabajo de los marineros y de los obreros portuarios fue registrado como nunca antes por el artista.  EL TRAJÍN COTIDIANO. El trabajo de los marineros y de los obreros portuarios fue registrado como nunca antes por el artista.

Suburbio. Peligros acechan en la nocturnidad. A veces dos puñaladas de ventaja son una bendición. Pero también gente de trabajo. Astilleros. Frigoríficos. Carbonerías. Barcos. Grúas. Muelles poblados de fornidos hombres que cargan y descargan. Talleres metalúrgicos. Viviendas de chapa y zinc. Inmigrantes italianos pueblan el puerto de La Boca que asoma al Riachuelo. Las imágenes inundan el corazón de los pinceles y pueblan el caballete.

Entre esos tanos que hablan el dialecto xeneize, se halla el genovés Manuel Chinchella. Trabaja en el puerto; posee una carbonería. No puede tener hijos con la entrerriana Justina Molina. 1896. adoptan en la Casa de Niños Expósitos a un changuito, abandonado en la puerta de la institución el 21 de marzo de 1890 con un papel que reza: “este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín”. “Mi nacimiento se pierde en la sombra de lo desconocido”, dice luego, cuando ya es Benito Quinquela Martín. Las monjas han calculado que tendría tres semanas de vida, de modo que decretan el 1 de marzo como fecha de su arribo a este mundo. Su padre postizo lo arropa con su apellido.

Una cosa fría

Durante la infancia trabaja en la carbonería y en la adolescencia es cargador de bolsas en el puerto. “El Mosquito”, como lo llaman sus compañeros del puerto por su contextura delgada, toma sus primeras lecciones de dibujo y perspectiva con el profesor Casaburi, pero no siempre logra asimilar las enseñanzas académicas. “La academia es una cosa fría, calculada, rígida, pero la belleza es otra cosa. Yo no digo que la academia no pueda producirla, pero sí puede lograrse una obra bella sin sujetarse demasiado a las exigencias académicas”, reflexiona.

UNA PALETA FUERTE. Los colores dominan la creación del pintor, donde los barcos ocupan el primer lugar. UNA PALETA FUERTE. Los colores dominan la creación del pintor, donde los barcos ocupan el primer lugar.

A los 17 años, se inscribe en la Sociedad Unión de La Boca. Allí toma lecciones de dibujo y pintura con el maestro Alfredo Lazzari. Las clases consisten en copias de yesos y estampas, mientras que los domingos recorren la Isla Maciel pintando paisajes del natural. “Este respeto por la libertad en el arte, es uno de los mayores beneficios que saqué de sus enseñanzas”, cuenta.

En el libro “El arte” de Rodin aprende que el arte no debe pasar por una experiencia dolorosa, sino que debe brindar un enorme placer. “Además de antiacadémico, yo era un pintor fácil y rápido cuando pintaba lo mío. La facilidad me la daba el tema. El puerto, los barcos, el río, las grúas, los astilleros, los obreros, la vida afiebrada del trabajo, eran temas que yo llevaba adentro y los trataba con facilidad”, explica.

1914. Participa del Salón de Recusados, la primera de una serie de exposiciones que a partir de entonces realizan los artistas cuyas obras no son aceptadas en el Salón Nacional. Pío Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes, se interesa por sus trabajos y organiza su primera muestra en la galería Witcomb, en 1918. A partir de la muestra de Río de Janeiro en 1921, y de haber obtenido el tercer premio en el Salón Nacional, Quinquela expone sus trabajos en París y en España (1922), se convierte en el primer pintor argentino en figurar en el Museo de Arte Moderno de Madrid. 1927. Viaja a Nueva York y La Habana; dos años después, a Italia y Londres. Después de ese viaje, decide no salir más al exterior, y expone solo en ciudades del interior del país.

EVOCACIÓN. Vicente Walter retrató a Benito Quinquela Martín en un mural para su taller en La Boca. EVOCACIÓN. Vicente Walter retrató a Benito Quinquela Martín en un mural para su taller en La Boca.

Le dona cinco terrenos a La Boca que se convierten en instituciones que benefician con su acción a la comunidad. 1943, 1º de junio. Llega a Tucumán durante el gobierno de Miguel Critto. Enrique García Hamilton y Alfredo Coviello lo reciben en LA GACETA.

Esos locos

Todos los domingos, artistas e intelectuales lo visitan en su taller de la Vuelta de Rocha. El ceramista Lucio Rodríguez, llamado el poeta de las pátinas, propone que esos locos, cultores de la verdad, del bien y de la belleza de espíritu, deben ser merecedores de honores y agasajos. 1948. Se crea “La orden del Tornillo” y lo eligen Gran Maestre de la Orden. La ceremonia consiste en una comida, una serie de humoradas y la entrega del Tornillo. “Luciendo mi uniforme de gran maestre, con abundancia de jalones y orlado de simbólicos tornillos, entrego a los nuevos miembros de la Orden el diploma que los acredita como tales… y coloco con aparente solemnidad la preciada condecoración, consistente en un gran tornillo dorado, que pende de un cordón de color”, afirma el pintor.

En lugar de encuentro de los artistas es La Peña, fundada en 1926. Allí se concentra la vida literaria y artística de la ciudad de Buenos Aires. Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, Juana de Ibarbourou, el tucumano Juan Carlos Iramain son habitués. Los pianistas Arthur Rubinstein y Ricardo Viñes ofrecen su arte.

“Decidí castellanizar mi apellido porque casi siempre lo pronunciaban mal”, comenta. Cuando cambia el Chinchella de su firma por la actual, muchas de las personas que han recibido las obras firmadas con su apellido, le piden que la borre y ponga la nueva intuyendo que se revalorizarán en un futuro cercano.

“La Boca es mi taller mi refugio y mi modelo. Todo lo que hice y todo lo que conseguí es un premio a la fidelidad. En mi vida y en mi arte permanecí siempre fiel a mi gente, a mi puerto y a mi barrio”, sostiene Quinquela Martín, gran troesma xeneize, que desde el 28 de enero de 1977 anda quizás pintándoles puertos y muelles a la eternidad.

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