Cepeda y los bicentenarios del 20

Cepeda y los bicentenarios del 20

El primero de febrero se cumplió el bicentenario de la batalla de Cepeda. En la historia argentina hubo dos batallas que llevan el nombre del arroyo ubicado en el sur de la provincia de Santa Fe. Una en 1820 y la otra en 1859. Ambas fueron de gran importancia para el devenir de la política nacional. En esa Cepeda de 1820, las fuerzas litoraleñas de Francisco Ramírez y Estanislao López derrotaron a las que comandaba José Rondeau. Así, no sólo se disolvió el Directorio porteño, sino que se exigió la disolución del Congreso de Tucumán que llevaba cuatro años tratando de dar forma a una constitución nacional de carácter unitario.

Se inició entonces un período de gobiernos provinciales autónomos, sin un gobierno central. Las autoridades territoriales regionales asumieron la formación de instituciones propias y pactaron entre sí alianzas, muchas veces efímeras. Lo que fue denominado, en muchas ocasiones, la “Anarquía del año 20”, fue en realidad un proceso que hundía sus raíces en varios episodios previos, como el motín de Arequito, o las convocatorias de Artigas a los pueblos del litoral a no someterse al poder porteño.

Formando parte de esta historia, en el próximo setiembre se cumplirán los doscientos años de la “República de Tucumán”. Esa organización, que dio lugar a interpretaciones jocosas y hasta a un famoso programa humorístico local, fue un intento de organización interprovincial, en el que Tucumán asumió, sin éxito, el gobierno de Santiago del Estero y de Catamarca, fundando importantes instituciones bajo el nombre de “República”. Bernabé Aráoz, héroe del primer período revolucionario, primer gobernador de la provincia de Tucumán (1814-1817) organizó esta liga que duró menos de un año. Con ese mismo nombre, otras unidades territoriales se ensayaron, en los mismos años. Fue el caso de la República de Entre Ríos, creada por Ramírez y que fundía a Santa Fe, Entre Ríos y el sur de Misiones en un solo gobierno. Fue tan efímera como la tucumana.

Este panorama histórico exige una interpretación necesaria. Corresponde a su análisis una visión de mayor sosiego, para evitar las opiniones escandalizadas. Munirnos de visiones historiográficas objetivas, como la de la historiadora tucumana Noemí Goldman, nos pueden ayudar a entender mejor nuestro pasado y evitar dicotomías falsas y maniqueas que hoy se aplican al presente.

La realidad de una Buenos Aires rica, muchas veces contrapuesta a realidades provinciales críticas y empobrecidas, sostiene doscientos años de enconos, culpas y mistificaciones. Una Buenos Aires destinada al cosmopolitismo y un interior condenado al caudillismo, es una falacia que pagamos caro unos y otros. Hasta el día de hoy, la idea de un estado federal, con un desarrollo nacional integral, parece más una deuda que una realidad.

Los bicentenarios del 10 y del 16 hayan sido, quizá, fáciles de festejar por la identificación de enemigos en el extranjero, o la nobleza de la independencia. Sin embargo, el de este año, aunque difícil, exige una interpretación no simplificada de un asunto, que parece encarnar nuestras limitaciones y la traumática realidad actual. Da para recordar la máxima del historiador Marc Bloch: “la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente”.

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