“Sex education II”: una serie para reír, emocionarse y aprender

“Sex education II”: una serie para reír, emocionarse y aprender

PROBLEMAS EN LA ESCUELA. Una epidemia de clamidia abre la segunda temporada de “Sex education”. PROBLEMAS EN LA ESCUELA. Una epidemia de clamidia abre la segunda temporada de “Sex education”.

Excelente

Serie / por Netflix

El 17 se estrenó la segunda temporada de “Sex education”, la producción británica de Netflix que aborda con humor, pero también con seriedad, los interrogantes y los miedos del despertar sexual en la adolescencia.

Cuando una plaga de clamidia se propaga en la escuela, rápidamente se desata la locura. Adolescentes corren con barbijos y se trenzan a trompadas acusándose de haberla transmitido. Otis (Asa Butterfield) advierte de inmediato que se trata de un caso de histeria colectiva. La clamidia, una enfermedad de transmisión sexual, no se contagia por respirar el mismo aire, así que los barbijos son el ridículo detalle que lo confirma. El humor, la desinformación y la educación insuficiente nos estallan en la cara desde el primer capítulo de la nueva temporada, que vuelve con todo en su segunda entrega.

Después de la vara tan alta que había puesto la primera edición de esta serie de Netflix, costaba creer que la segunda temporada pudiera estar a la altura. Pero sus ocho nuevos episodios de 50 minutos cada uno son una delicia. Alcanzó un 100% de aceptación en el sitio especializado Rotten Tomatoes con un puntaje de 8.08 sobre 10, basado en 27 reseñas del público.

En esta temporada nos encontramos nuevamente con Otis y sus conflictos sexuales, intentando aplicar algo de la sabiduría que despliega frente a sus compañeros, pero que es incapaz de llevar a la práctica. Rápidamente también cobran dimensión los personajes femeninos. Su madre Jane (Gillian Anderson) le enseña a los estudiantes sobre la asexualidad, la bisexualidad, la masturbación y los anticonceptivos. Mientras tanto, Maeve (Emma Mackey), la co-protagonista, retorna al colegio para que la admitan nuevamente. Poco a poco va fortaleciendo su confianza, aunque tiene que lidiar con una madre adicta en recuperación. Y si la temporada pasada nos habíamos quedado con algún sabor a cliché por algún que otro personaje, ahora se da vuelta el tablero. Adam, el bullyinero, violento y reprimido que había sido expulsado vuelve para mostrarnos, sin romanticismos, la crisis que atraviesa. Con sutileza y pocos diálogos, lo construyen complejo y profundo. Porque no hay buenos ni malos; y si algo nos separa siempre hay algo que nos une. Como cuando vemos al grupo de mujeres, sin nada en común, encontrarse en la violencia y el abuso sexual cotidiano que atraviesan todas por el hecho de ser mujeres.

El cine y la televisión norteamericanos nos han acostumbrado a los estereotipos: los chicos populares, los nerds, las víctimas del bullying... Esta serie de origen británico, en cambio, se propone romper con cada uno pero sin inaugurar nuevos. Blancos, rubios, negros, gays, lesbianas, el conflicto no está centrado en su color de piel o su orientación sexual necesariamente, sino en los mismos problemas que tenemos todos: inseguridades, desconocimiento, inexperiencia, deseo y miedo.

Esta no es una serie más de adolescentes. “Sex education” no da un mensaje moralizante en un sentido ni en el otro. Los personajes, como las personas en la vida real, tienen sus contradicciones, van creciendo y aprendiendo de la sexualidad. Pero no como una experiencia pornográfica sino como una de las maneras de vincularnos con nuestro cuerpo y con los otros.

La temporada nos deja sabor a poco, se nos esfuma rápidamente en ocho horas de maratón. Habrá que esperar otro año para la tercera entrega, en enero del 2021, y con la promesa de superar una vara mucho más alta que la primera vez.

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