Hojeando el diario: el fútbol, la yuta y los recuerdos de Juan Heller

Hojeando el diario: el fútbol, la yuta y los recuerdos de Juan Heller

Los partidos que se disputaban en las calles de la ciudad generaban riesgos y molestias. Tuvo que intervenir el Concejo Deliberante.

JUAN HELLER. El jurista habló de sus años de estudiante.  JUAN HELLER. El jurista habló de sus años de estudiante.

La pasión futbolera de los tucumanos y de los argentinos es histórica: el deporte llegó a estas tierras a fines del siglo XIX y se convirtió rápidamente en un deporte popular. Es un espectáculo que atrae a miles de hinchas que día a día siguen las instancias de lo que ocurre en los equipos provinciales y que cada fin de semana concurren a los estadios. Pero esos mismo espectadores se vuelven protagonistas a diario de los partidos que se disputan en los parques, en las plazas y en las calles de la ciudad. 

Antiguamente, estos espacios eran improvisados “campos de juego”, con medidas por demás disímiles con respecto a las reglamentarias. Jugar a la pelota en la calle incluye el vértigo que genera el famoso grito: “¡guarda el auto!”. Cuando eso ocurre, la acción se congela, como la pausa de una película; el partido de reinicia en cuanto pasa el vehículo.

Estas situaciones se repiten desde antaño y nuestras páginas se hacían eco de ellas. En la actualidad, estos encuentros callejeros se redujeron considerablemente, posiblemente porque el tránsito es más intenso y porque se multiplicaron las opciones para alquilar canchas por hora. Pero en el pasado, los encuentros callejeros eran lo habitual.

JUAN HELLER. El jurista habló de sus años de estudiante.  JUAN HELLER. El jurista habló de sus años de estudiante.

Allá por 1927 el tema mereció una cobertura periodística, ya que hasta el Concejo Deliberante se preocupó por el tema. En aquella época, nuestro cronista destacaba que el Concejo “había dispuesto la restricción del football callejero en vista de las continuas mortificaciones que este abuso procura a los transeúntes, amén de hechos más graves que de vez en cuando se registran, entre los cuales podemos citar, como caso reciente, el de la muerte de un menor en la calle Buenos Aires, que dedicado al pernicioso deporte, fue atropellado por un automóvil”.

Ante un hecho de esta magnitud se generó la necesidad de ponerle límites al juego en la vía pública y para su control era imprescindible la presencia policial. Por eso se pedía poner coto a los desmanes “footbalisticos” que ocurren en la calle “sin control de ninguna especie”. El relato señalaba que “en la calle 9 de Julio, sexta cuadra, a horas 13, un grupo de menores, algunos de ellos de 19 y 20 años, se entretenían en dar puntapiés a una pelota de trapo, en medio de una infernal algarabía”. Lo que relata nuestro cronista ocurría a seis cuadras de la plaza Independencia. “La pelota lanzada por un jugador fue a caer a los pies de un transeúnte, el que se vio cercado por la turba de deportistas callejeros, los que sin respeto ni consideración alguna, lo atropellaron tratando de apoderarse de la pelota”. Ante esta situación el peatón se quejó y fue en busca de un policía para hacer la correspondiente queja. Pero “brillaban por su ausencia. Se agregaba: hubiera sido inútil pues los agentes acostumbran a no dar oído a semejantes denuncias”.

Por el obligado plantón en la esquina, los policías se limitaban a cruzarse de brazos y seguir las incidencias del juego. Otro dato que resaltaba la noticia es que el campo de juego se “ubicaba a la vuelta del local de la comisaría sur”.

PELIGRO INMINENTE. El fragor hacía olvidar lo que pasaba alrededor. PELIGRO INMINENTE. El fragor hacía olvidar lo que pasaba alrededor.

La resolución del Concejo trataba de poner un poco de orden en el uso de la vía pública por parte de los futbolistas que se enfrascaban en su juego con tanto ahínco que se olvidaban de los peatones y hasta de los mismo coches que circulaban por la calle. Todo ello implicaba un peligro para ellos mismos como para el posible transeúnte que se le ocurría pasar por el lugar. Además se indicaba que las acciones deportivas no “tenían límites ya que (los aficionados) se dedican a patear pelotas de football, auténticas o improvisadas, a toda hora del día y de la noche”. Al parecer las acciones no pudieron ser controladas y el fútbol callejero siguió siendo pasión de multitudes.

Heller

Hablar de Juan Heller implica referirse a uno de los tucumanos más lúcidos de la recordada Generación del Centenario. Se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Regresó a Tucumán en 1912 para incorporarse a la Justicia local además de ejercer la docencia universitaria. Alcanzó el cargo de vicerrector de la universidad tucumana. Además fue miembro de la Corte Suprema de Justicia. En un artículo suyo para el Centenario de la Independencia, donde hacía una fantástica defensa de la “yuta” también tocaba el tema deportivo en los años de su niñez en Tucumán.

De acuerdo a este ilustre tucumano “los jovencitos de hoy (estamos en 1916) no conocen todo el misterio enorme, la infinita serie de emociones nuevas, profundamente didácticas que encerraba una yuta hecha en forma” y agregaba que el placer comenzaba “el día antes cuando se apalabraban los yuteros buscando y comprometiendo a los muchachos más fascinerosos de la camada para que la aventura resultara más atrevida y sabrosa”. Y seguía con una descripción pormenorizada de lo que implicaba una verdadera yuta. Describía, que tras dejar los útiles en algún negocio “amigo”, que los fugados “congregábanse en la plaza Belgrano, Alberdi o en algunas de las estaciones ferrocarrileras según la ruta convenida fuesen los pueblitos de Yerba Buena, Tafí Viejo u otras de las inmediaciones, pero el lugar más preferido, tal vez por el mayor número de aventuras accidentales que ofrece, era ‘El Bajo’, plaza La Madrid, estación San Cristobal”.

La Educación Física

Con respecto a la educación física en los colegios, hubo un tiempo en que no se la practicaba del modo en le que se lo hace en la actualidad.

“Cuando se implantó la reforma (escolar) y mientras se construía el actual gimnasio, los alumnos del Colegio Nacional eran conducidos los jueves a la plaza Belgrano y allí se los dejaba en libertad tres horas para que hicieran cualquier cosa menos gimnasia”, relataba Heller sobre su vida en los claustros secundarios. Él fue un testigo privilegiado de la llegada del fútbol a la provincia: nació en 1883 y el deporte, traído por los ferroviarios, llega hacia fines de 1892.

Heller continuaba: “se implantó después el juego del football. Salíamos de la escuela a las dos de la tarde y llegábamos a un campo cerca de El Provincial, allí cada grado se dividía en dos grupos y puestos en cada extremo del campo y arremetan muchachos! Nada de arcos, nada de reservas ni reglamentos”. Una definición magnífica de un partido de potrero.

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