Sus personajes viven al límite, se mueven entre la adicción a las drogas, la develación de secretos familiares, los viajes, así como la perplejidad que rodea a la figura de los desaparecidos. Esa línea también se extiende al narrador en primera persona que lleva al lector a preguntarse hasta dónde los cuentos son retazos de la biografía de quien escribe y hasta dónde son una invención. Eso sucede en las historias que Damián Huergo construye en “Biografía y ficción”. El escritor, que además es periodista y sociólogo, habló acerca de estos cuentos, editados por Notanpüan, que obtuvieron el primer premio del Fondo Nacional de las Artes (FNA) en 2017.
- ¿Cuánto hay de biografía y cuánto de ficción en estos cuentos?
- El título fue el último descubrimiento del libro. Incluso, creo que es lo que terminó armándolo. Hasta su aparición los pensaba como cuentos dispersos, sueltos, que fui escribiendo en los bordes de otros proyectos de largo aliento. Cuando los junté para enviarlos al concurso del FNA, los leí de un tirón y noté que tenían una alquimia similar entre lo biográfico y lo ficticio en donde lo que menos importaba era cuánto había de real y cuánto de invención en su forma.
- ¿De qué experiencia surgió el cuento “Namenlos” que remite a los desaparecidos de Austria, México y Argentina?
- Las ciudades y escenarios que aparecen son territorios que alguna vez pisé, que caminé, que olí, en los que también me desesperé y fui feliz. Cada vez que puedo, viajo. Sin mucha originalidad en este asunto, asocié a la literatura con los viajes, como si ambos movimientos fuesen posibilidades de ampliar la vida. Lo que sucede en el relato de Stephan puede ser leído como la hipótesis de una vida que no fue.
- ¿De dónde salen esos cuerpos que aparecen flotando en el Danubio y por qué los llaman namenlos?
- Namenlos en alemán significa “sin nombre”. Así bautizan a los cuerpos que no tienen identidad. En Viena, un amigo me contó que el Danubio, debajo de sus valsecitos y de su imaginario celestial, aún continúa arrastrando cuerpos y huesos de las guerras del siglo XX. Hay varias historias de dónde provienen esos cuerpos. Algunos nombran campos de concentración específicos o los asocian a hambrunas marcadas por crisis económicas. De todas las historias que escuché -y fueron muchas- me quedé con la del párroco Prengel. La que se nombra en el cuento, más allá de si es verdad o mentira, me interesó porque me ayudó a construir un lugar único y extraño en la periferia de Viena.
- Los personajes adictos y con vidas al límite o lindantes con el delito están presentes en varios de los cuentos...
- No fue una elección consciente, programática. Son parte de mi universo, de mis lecturas, de mi imaginación, también de mi trabajo, por lo tanto no los veo como algo ajeno a mi escritura. Sobre todo si tenemos en cuenta que la literatura, entre muchas cosas, también es un modo de relacionarnos con lo real, con lo que nos rodea. Por otro lado, desde la obra de Lowry hasta la de Bolaño, pasando por Luis Gusmán, siempre me interesó esa zona donde conviven personajes al límite, radicalizados en su cotidianidad, incluso estallados en el interior de su normalización. A diferencia de los lenguajes mediáticos, la literatura me permite encontrar en estos personajes la convivencia entre la ternura y el dolor, entre la euforia y la desesperación, entre lo vital y lo que se va apagando (Télam).