La “detox” sexual: "desde que no tengo sexo soy feliz"

La “detox” sexual: "desde que no tengo sexo soy feliz"

La abstinencia de relaciones físicas es una opción para recuperar el equilibrio a partir del autoconocimiento.

Un stop en nuestra vida sexual para equilibrar las emociones y acabar con las relaciones tóxicas. ¿Cuántas veces nos paramos frente al espejo con la convicción de que hoy sería el día? Cada lunes, cada fin de mes o comienzo de año surge la necesidad de cambiar los malos hábitos y encaminar nuestras vidas. Pasa con el ejercicio físico, la limpieza del hogar, los horarios laborales y, ahora, también con la sexualidad.

Al igual que en la comida, hay ocasiones en que los actos afectivos o físicos pueden “intoxicarnos” el cuerpo debido a (siguiendo con la metáfora) la mala calidad de los productos y los atracones seguidos de arrepentimiento, calorías y superficialidad. Cansadas de esos momentos y el sabor amargo que dejan, son varias las personas que deciden optar por una “detox”.

La propuesta se trata de elegir por motu proprio la abstinencia sexual para cortar con las energías negativas y recuperar el balance que las prácticas compulsivas o las malas experiencias nos quitó. Si, en una sociedad donde los bordes entre el amor, el sexo y el erotismo están borrosos, medidas extremas pueden ser necesarias.

“La decisión tiene que ver con sentirnos desconectados de nuestra sexualidad porque en esta sociedad solemos vivir en modo automático y lo sexual también es encarado desde ahí. La idea es limpiarse a través de la abstinencia y reconectar con el cuerpo”, explica la sexóloga Mariana Luna. Sobre todo cuando a menudo solemos soldar en lugar de soltar lo que hace mal.

“Algo de lo que veníamos sintiendo o haciendo no estaba funcionando de manera ecológica para nosotros y necesitamos de un espacio temporal y físico para revisar todo y volver a comenzar. Reavivando el deseo y potenciando la experiencia subjetiva del placer”, agrega la sexóloga Lucrecia Luna.

Al elegir esta meta depurativa (la duración también es autoimpuesta) no solo estamos diciéndole adiós a la actividad carnal, sino también a los plásticos rituales y pasos de seducción previos. Sacarse una foto, subirla a stories de Instagram, ver las reacciones y comentarlas con algún chiste para intercambiar números… Sin darse cuenta, Carolina Ledesma había creado un “mecanismo de acción” para responder a todos los hombres que asomaban -virtualmente- la cabeza.

“No sé cómo explicarlo, pero un día mientras contestaba más de cinco chats a la vez, la cabeza me hizo click. Sin importar el chico, en cada conversación se repetían la misma historia y respuestas. El problema era que, aunque fuera deseada, seguía sintiéndome vacía. Entonces, si ni siquiera me interesan sus vidas, ¿por qué les contestaba los mensajes?”, reflexiona la estudiante, ya en su décimo mes de continencia.

Para revertir el tropezón, decidió seguir tres (complicados) pasos: evitar las respuestas abiertas o que dejen lugar a múltiples interpretaciones; aclarar de antemano el tipo de relación que se busca, y no proyectar en otra gente sus propios errores del pasado. “Justificaba bastante mis actos diciendo que estaba abierta a que la vida me sorprenda y que debía aprovechar porque no había segundas oportunidades. Esa idea es una falacia absoluta y hace que delegues tu responsabilidad emocional y tus decisiones en otros. Cuando entendí eso dejé de sentir culpa”, afirma.

Además, la propuesta vale tanto para solteros como para las parejas que quieran reavivar el deseo o ser más conscientes de sus interacciones fuera del dormitorio. El único secreto está en no forzarse ni censurarse e individualizar -acorde a nuestras necesidades íntimas y en consulta con un profesional capacitado- cualquier fórmula genérica.

Era la tercera vez que Luciana Rivera merendaba con amigas para pedirles consejos y hablar de ÉL: un chico al que conoció hace dos años y que cada día traía con el pronóstico un maremoto emocional. “Una compañera de la facultad tiró en una reunión una lapidaria pregunta: ‘¿segura que estás enamorada y no obsesionada?’. Eso hizo que reflexione sobre mis relaciones pasadas y los estereotipos que reproducía en el amor”, comenta esta estudiante de Letras, a cinco meses de iniciar su “detox” sexual.

Al principio, creyó que sería imposible por la tentación de recurrir siempre a un WhatsApp, pero luego sobrevino una sensación de tranquilidad al rechazar el resto de las promociones que venían en el paquete: chamuyos impersonales, miedo a la soledad, incertidumbre de desconocer dónde estaba parada y llamadas al taxi en la madrugada. “Lo único que logré al seguir el juego fue que mi autoestima saliera destrozada. Dejé de dormir bien por esperar mensajes suyos y cada charla que mantenía con otras mujeres era un quiebre. No sabía interpretar mis propias necesidades y estaba más pendiente de mis idealizaciones que de la realidad”, confiesa.

En las purgas aprendieron a vivir y a saborear cada efecto positivo del proceso. “Tiene que ver con una pausa, con un reencuentro con la propia intimidad, con el autoconocimiento y con desacelerar los ritmos y cambiar las costumbres”, detalla Lucrecia. “Ahora me doy cuenta que estaba siendo conformista y que, en realidad, sí sabía lo que quería y él era incapaz de dármelo. Una vez que definís tu posición ya no hay vuelta atrás. Es raro decirlo pero desde que no tengo sexo… soy feliz”, afirma Luciana.

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