Jorge Luis Borges: cuando la pelota no genera alegrías

Jorge Luis Borges: cuando la pelota no genera alegrías

A los 16 años, se fue a jugar a Boca y creyó que se le cumplía un sueño; pero esa vivencia se convirtió en pesadilla. Hoy recuperó la sonrisa gracias a los caballos

FESTIVAL DE DOMA Y FOLKLORE. Borges, su esposa, Mireya, y sus hijas, Martina Guadalupe (9 años) y Renata Milagros (5). LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA FESTIVAL DE DOMA Y FOLKLORE. Borges, su esposa, Mireya, y sus hijas, Martina Guadalupe (9 años) y Renata Milagros (5). LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA
12 Agosto 2019

Las malas experiencias calan hondo en las personas. Una vivencia angustiante en una disciplina puede motivar el abandono de tal actividad. Le pasó a Jorge Luis Borges (32 años), un ex arquero tucumano que tempranamente dejó el fútbol y se refugió en la cría y en el cuidado de caballos.

En 2003, cuando tenía 16 años, Jorge Luis había llegado a las inferiores de Boca, una de las mecas del fútbol argentino. Pero lo que para muchos futbolistas podría significar un sueño, a él le resultó una pesadilla. “Entonces todo me deslumbraba. Estaba en una gran entidad que contaba con las mejores instalaciones, y podía cruzarme con los jugadores profesionales que sólo conocía por TV y por los diarios. Pero cuando empecé a competir en Séptima muchas veces no era convocado para el partido; y me quedaba solo en la pensión del club. Me agarraba un bajón increíble y me comenzaba a ‘volar’ la cabeza”, contó.

Se había marchado ilusionado a Buenos Aires; pero el desarraigo lo lastimó. No soportó el trance de vivir lejos de sus seres queridos. Y volvió. Precisó que la nostalgia les afecta a todos los chicos de las inferiores, pero que la padecen con más crudeza los del interior. “Los porteños iban a sus casas, con sus familias. Yo estaba anímicamente destrozado durante todo el fin de semana. Encima mi convivencia con los porteños no era buena; cuando veía algo que no me gustaba lo decía, y eso me valió más de una discusión”, recordó.

Según contó, en muchas ocasiones trató su malestar con el psicólogo de las inferiores de Boca. Incluso, se buscó otro club. “Por momentos no podía evitar llorar de la angustia que me agarraba. Como no aguantaba vivir así, hablé con mi representante para que me buscara un club donde tuviera continuidad. En 2004 estuve unos meses en Racing, pero no pude arreglar el tema de mi pase y decidí volver a Tucumán. No quería seguir sufriendo por el solo hecho de jugar en Buenos Aires”, afirmó.

De regreso en la provincia intentó continuar con su carrera futbolística en UTA y en Sportivo Guzmán. Pero hace un par de años colgó los guantes definitivamente, y comenzó con su actividad equina. “Desde chico me gustaron los caballos. Cuando tenía cinco años, mi viejo me regaló un pony. Al empezar a jugar al fútbol en el CEF 18 dejé en un segundo plano ese amor por los caballos”, dijo.

Como su casa en el barrio Ampliación San Jorge no tenía las comodidades para tener el animal buscó una más grande. “Conseguí este terreno (un predio de dos hectáreas ubicado en Warner y autopista). Con el tiempo nos compramos un caballo para cada uno de la familia (él, su esposa, Mireya y sus hijas Martina Guadalupe -9 años- y Renata Milagros -5-)”, detalló. Pero no son los únicos caballos que tiene en su stud: “cuando me vine acá, un amigo me dejó dos animales suyos. Y sin pensarlo el lugar se fue convirtiendo en una pensión para caballos, porque por medio de mi amigo mucha gente empezó a traer sus animales para que se los cuidara”.

De a poco, los caballos le devolvieron la sonrisa que se le había apagado debido a la angustia que vivió en Boca. Y de esta, ya no queda nada: “acá estamos en el paraíso”.

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