
TESIS DOCTORAL. La psicóloga María Córdoba indagó en la masculinidad.

GUADALUPE NORTE
LA GACETA
Los tiempos cambian y a medida que la sociedad avanza en algunas cuestiones culturales y sociales, aparecen nuevos temas que se colocan sobre la mesa. Esta vez fue el turno de la psicóloga María Gabriela Córdoba, que en su tesis doctoral encaró la masculinidad tucumana como tema de reflexión.
Su tesis se titula “Varones en conflicto. Representaciones sociales de la masculinidad en prácticas sexuales, reproductivas y vinculares de hombres tucumanos”. Y en diálogo con LA GACETA, Córdoba explicó algunos de los resultados de su investigación.
Destacó que para su trabajo tomó una muestra de 500 varones, de entre 25 y 45 años, provenientes de San Miguel de Tucumán, Cruz Alta, Yerba Buena, Tafí Viejo y Lules.
- ¿A qué cosas se aspiran para ser varón? ¿Qué cuestiones aparecieron al realizar la investigación?
- Sin distinción de edad, zona de residencia o credencial educativa, un varón sí o sí tiene que ser trabajador-proveedor. Otra representación es que el varón debe ser protector y cuidar de la mujer y de sus hijos. Acá hay una cuestión peligrosa y una delgada línea, porque a favor de esta defensa se podría incurrir en un rol dominante, habilitar el empleo de la violencia de ser necesario o incurrir en mensajes como ¿dónde estás? y ¿de dónde venís?
- Entonces nos adentramos en la frase “los hombres nunca lloran”...
- Algo así. El costo enorme de estas masculinidades es una sordera ante los propios sentimientos y los efectos que desencadenan. El varón no registra sus emociones y, en paralelo, tampoco percibe el desgaste psicofísico que experimenta. Se esfuerzan hasta “lo que el cuerpo aguante” y el organismo es visto como un instrumento para la descarga y el trabajo. Los hombres sienten amor, odio y furia pero no lo expresan y eso impacta en su cuerpo.
- Es curioso, dado que un deseo recurrente por parte de las mujeres es que los hombres se muestren más abiertos.
- Para que eso suceda vamos a necesitar generar tranformaciones, porque estas representaciones que circulan prescriben y proscriben. El primer efecto subjetivo es la distancia afectiva. Los varones toman cierta distancia y no permiten que se pase de esos límites. Otro resultado es la ortopedia corporal y comportamental: una cierta rigidez y torpeza. Eso tiene que ver con un gran pánico a que la masculinidad claudique.
- ¿Y en relación a la paternidad?
- Los varones están dispuestos a la paternidad pero ellos quieren elegir qué hacer. Varios de los entrevistados me decían que jamás pensaron en llevar a sus hijos al médico, hablar con la maestra o decirles qué ropa utilizar. Esto es un punto de conflicto grave porque hay una cuestión de roles donde ellos tienen metidos en la cabeza que el ámbito doméstico y el cuidado de los niños es una tarea femenina. Y muchas veces esas expectativas no coinciden con la realidad.
- ¿Qué datos arrojaron las entrevistas sobre la sexualidad?
- Hay una forma de pensar el sexo como algo explosivo y pasional y sus efectos repercuten en el uso del preservativo y la importancia de la prevención. Para los varones el sexo seguro no está representándolos porque para ellos el sexo es “ir directo a los bifes”. Ahí hay también otra cuestión de minimizar la prevención, ya que el criterio de prevención es “la confianza”. Los varones incluyen un juicio subjetivo, ponderan quién es la mujer, con quién anda. Sólo tres de cada 10 varones de la zona periférica saben de qué se tratan las infecciones de transmisión sexual. De la zona urbana, siete de cada 10. Esa fue la respuesta cuando les pedí a los varones que valoren su saber sobre enfermedades de transmisión sexual.







