El argentino que llegó a la “Máquina de Dios” por amor

El argentino que llegó a la “Máquina de Dios” por amor

Mario Benedetti contó su historia en la Semana de la Ingeniería de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNT y explicó qué es el Gran Colisionador de Hadrones.

El argentino que llegó a la “Máquina de Dios” por amor

Todo sucede por algo. Esa es una ley budista (la “ley de responsabilidad”) y también científica (la tercera de Newton, “de causa y efecto”), que entiende que todo lo que hacemos tiene una consecuencia. Desde ese concepto partió Mario Benedetti para explicar cómo llegó a ser el primer argentino que integró el equipo de investigadores del Gran Colisionador de Hadrones, también conocida como “La máquina de Dios”. Entonces, la física y los sentimientos se mezclaron. Porque su impulso fue perseguir un amor y el efecto lo condujo a ese gigantesco acelerador de partículas de 27 kilómetros de diámetro, con el que todavía buscan descubrir, conjeturar y demostrar cómo funciona nuestro universo desde su origen.

El argentino que llegó a la “Máquina de Dios” por amor

Nació en el centro de Italia, pero a los dos años viajó a Argentina con sus padres que se radicaron en Mar del Plata e inmediatamente se “transformaron en argentinos”. En el 68 se graduó de ingeniero electrónico en la Universidad de La Plata e ingresó a un laboratorio, a los 28 años, en el que hacía mantenimiento de equipos de electrónica para físicos. Al poco tiempo se separó de su primera esposa y también murió su padre, que en su lecho de muerte le pidió que viajara a Italia e hiciera algo para su país de origen. Lo logró y en un encuentro con un amigo en Suiza conoció al amor de su vida, Cristina, su actual mujer. Ayer, mientras hablaba de ella, sonreía ampliamente con la cara al sol en los pasillos de la Facultad de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Tucumán, en la que se desarrolla la Semana de la Ingeniería. Benedetti estuvo a cargo de la charla inaugural y con el anfiteatro repleto de estudiantes habló de esas consecuencias, de vivir el hoy, de hacer lo que a cada uno le gusta y lo que le hace feliz. Así fue como dio su gran paso para estar con Cristina, que lo llevó a ser un referente de la ingeniería internacional.

- ¿Ya tenía como objetivo ingresar al Centro Europeo para la Investigación Nuclear (Cern) donde se encuentra el Gran Colisionador?

- No, no lo conocía. Salió en un momento en que necesitaba avanzar en mi carrera y en mi relación con mi novia. Cuando ella vino a visitarme y a tomar mate al Departamento de Física donde trabajaba, mientras charlábamos sobre dónde hacer mi especialización, me dijo “tenés que conocer el Cern”. Los físicos que trabajaban conmigo me anticiparon que iba a ser imposible, que tenía que ser Albert Einstein para entrar ahí. Más adelante fui a conocer el Centro y quedé encantado y la gente hasta me alentaba. Me probé y no quedé. Alguien de allí me recomendó para que formara parte de una empresa en Suiza a la que le falta un ingeniero. Me metí en eso y de casualidad -o no- ganamos un trabajo para el Cern. Cuando lo llevamos para entregar, me presentaron al jefe del grupo Power, que terminó contratándome para arreglar unas fuentes de alimentación. Ahí me transformé en Einstein.

- ¿Cuál fue su primer trabajo allí?

- Ellos tenían 700 fuentes que no les andaban. Hoy soy un especialista internacional en fuentes de potencia de aceleradores de partículas. Pero fuera de eso, estoy parado antes ustedes y soy un hombre común, que vive el presente y que es muy feliz de contar su experiencia.

- ¿Cuál fue su primera impresión al ver “La máquina de Dios” ?

- Cuando fui al centro europeo por primera vez me quedé encantado. Era soñado. Todo parecía de ciencia ficción, con máquinas increíbles. Es un lugar donde trabajan 10.000 personas de todo el mundo. El Centro nuclear está instalado adentro de la máquina, que es el instrumento más grande que ha construido el hombre, de más alta tecnología, y es el último eslabón de una serie de aceleradores de 70 kilómetros de longitud y subterráneo. Es una joya de la tecnología que comenzó a funcionar en 2009. Se rompió ese año y estuvo un año parada. En 2012 descubrió una partícula elemental que se buscaba hacía muchos años, llamada el bosón de Higgs o “la partícula de Dios”. Después, desde el 2012 a 2018 recolectó información para 15 años de procesamiento.

- ¿Hoy qué hace el Gran Colisionador?

- Tenemos información que vamos a seguir elaborando hasta 12 años más. Ahora está parada para hacer un upgrade. Se le va a multiplicar por diez la luminosidad. Sucede que esta máquina acelera protones, que son las partículas del núcleo, y los lleva prácticamente a la velocidad de la luz para chocarlos de frente. De esa manera se logra reproducir qué habría en el inicio del tiempo y del espacio. Con unos detectores, que toman fotografías, se puede ver cómo evolucionó el universo. Con más luminosidad y más energía, nos acercamos más al Bing Bang. Estamos en algunas millonésimas de segundo después del Bing Bang. Reproducimos esas condiciones.

Benedetti es doctor en Ingeniería, profesor emérito de la Universidad Nacional de Mar del Plata, investigador principal del Conicet y agregado científico permanente del Cern. No tiene nada que ver con su homónimo poeta uruguayo. De hecho, ayer bromeó ante todo el anfiteatro sobre que él es el “verdadero Mario Benedetti. Porque el poeta tenía varios nombres: Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia”.

> Actividades
En la FACET/UNT

Hoy, a las 11, charla sobre “Mecánica Computacional: de la ciencia a la tecnología”, por Eduardo Dvorkin. A las 13 Mario Benedetti vuelve a hablar de “La máquina de Dios”. A las 16, Gabriel Raya Tonetti con “De la Universidad al mundo del trabajo”. A las 19, mesa panel “Ingeniería. Su presente ¿Cuál es su futuro?”.

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