Juegan al “vale todo” electoral

Juegan al “vale todo” electoral

No hay margen para el error. Menos en un año electoral. Cualquier cosa que se diga, un acto fallido o un silencio prolongado se pagan con intereses políticos. Las redes sociales potencian los yerros. El debate de ideas o la proposición a la sociedad de un claro plan de gobierno son cosas del pasado. No venden, desde el punto de vista del Marketing político. Hoy vale más la imagen y cómo se intenta darle más visibilidad en todos los medios posibles. Pero no todo vale.

Las encuestas, los sondeos de opinión y los focus group sólo amortiguan una realidad cada vez más agobiante. Y, en muchos casos, los políticos se quedan sólo con esos diagnósticos.

Oficialismo y oposición juegan sus propias partidas. De un lado del mostrador político, todo parece indicar que no se encuentra la fórmula para solucionar el agobio económico que embarga a los argentinos. Del otro lado, sostienen que tienen la pócima (lo de la solución mágica está trillado) para sacar al país del estancamiento.

No hay altruismo en la política, cuando la definición tradicional de esa disciplina sostiene que debe tender al bien común. Maquiavelo lo definió más crudamente. Y, tal vez, eso desnude el comportamiento de nuestros políticos actuales: la política se asienta en la lucha por el poder. Nada más; nada menos.

No hay anestesia; tampoco pruritos. Por eso, un dirigente dice, sin desparpajos: “si algún muchacho quiere vivir de lo ajeno, que lo haga, pero con códigos”. Puede sorprender si el hombre es cuestión no se llamara Guillermo Moreno, el polémico secretario de Comercio Interior de la gestión kirchnerista. O también se puede escuchar: “gracias a Dios se murió (el ex gobernador José Manuel) De la Sota: de lo contrario, ahí sí sabrían lo que es una denunciadora”. La definición es de una mujer: la diputada nacional Elisa “Lilita” Carrió, de campaña con los candidatos cordobeses de Cambiemos. También hay argumentos oficiales que no tienen cierta lógica. Por ejemplo, la que esgrimió esta semana el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, al explicar las razones del aumento del riesgo país. “Tiene que ver fundamentalmente con la incertidumbre política, con la incertidumbre que tienen los mercados acerca de cuáles son las propuestas de la oposición; las nuestras son muy claras”, señaló. Aquellas propuestas opositoras tendrían peso relativo si las acciones oficiales fueran más creíbles no sólo para el mercado, sino también para el común de la sociedad que sigue corriendo por esa pantalla llamada Argentina, perseguida por ese gran Pac-Man denominado inflación.

La “vieja” política no se distingue de la “nueva”. Una y otra tienen los mismos vicios. Los mismos usos y también sus costumbres. Sólo ha cambiado la forma de mostrarse. Y de amplificarse. Un ejército de colaboradores corre por detrás del candidato, intentando captar la mejor foto y tomando “la” frase para subirla a la red. Es casi la misma estrategia que la tradicional, en la que los punteros ensalzan a sus dirigentes como un culto de fidelidad política.

En la comarca

Tucumán no escapa a ese cuadrilátero electoral. José Alperovich ha intentado mostrarse como un renovado dirigente, pero terminó revelando que no hay lifting milagroso para rejuvenecer viejas mañas. Arrancó el año con una filosofía oriental zen, de meditación y cero confrontación pero, de a poco, fue diluyéndose. Sus actitudes frente a la prensa (y sus palabras hacia algunos colegas) han causado un cisma entre sus asesores de imagen que ayer no pudieron dormir, en un intento por diseñar salidas para la contingencia. Las frases del senador terminaron replicándose en distintos medios, mientras sus contrincantes electorales frotaban sus manos. Juan Manzur es uno de ellos, de los que espera ver pasar al senador rumbo a la estación del olvido, para que se corporice aquello que el mismo Alperovich le dijo a LA GACETA: no luchar más por la gobernación si la derrota se le presenta el domingo 9 de junio.

Silvia Elías de Pérez también confrontó con el ex gobernador, al que lo calificó de amnésico. La candidata por Vamos Tucumán recordó que su rival en las urnas hoy despotrica contra el asistencialismo, pero en sus 12 años de gestión, según la senadora radical, alimentó esa forma de hacer política.

Puertas adentro de su coalición, trata de restarle dramatismo al planteo del intendente capitalino y líder del Partido de la Justicia Social, Germán Alfaro, que reclamó libertad, dentro del frente Vamos Tucumán, para armar acoples en las zonas Este y Oeste de la provincia. La procesión va por dentro de Cambiemos. Y los fieles a esa coalición no tienen aún en claro cómo afrontarán una elección provincial que está a 45 días vistas.

Ricardo Bussi también espera sentado en el andén. Está convencido de que captará a los heridos y también el descontento social. Juega a obtener más de 15 puntos en las elecciones, algo que consolidaría a la vieja Fuerza Republicana en su representación parlamentaria. El resto de los postulantes también tiene latentes sus esperanzas de que obtendrán bancas para la izquierda.

La del 9 de junio es una elección rara en todo sentido, en la que el peronismo, en todas sus vertientes, será el principal protagonista. Al menos en las encuestas, esa fuerza obtendría la mayoría de los votos, ya sea a través de Manzur, de Alperovich o de Alfaro (que quiere traspasar los límites de la Capital para posicionarse en el interior). En el radicalismo añoran aquel escenario de “triple empate” con el que arrancó, hace algunos meses, la contienda electoral.

Sin embargo, nada está definido. Otro yerro en la estrategia, una “gaffe” electoral o una frase lanzada en un contexto de belicosidad oral pueden cambiar la historia. De un día para el otro. Es en ese momento en el que el elector deja de ser un espectador.

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