Un tiroteo en un tranvía y el recuerdo de Nueva Zelanda pusieron en alerta a Holanda

Un tiroteo en un tranvía y el recuerdo de Nueva Zelanda pusieron en alerta a Holanda

Un hombre de origen turco fue detenido después de matar a tres personas, aparentemente en medio de un problema familiar. El sangriento incidente en la ciudad holandesa se produce pocos días después del ataque a dos mezquitas en Christchurch y a una escuela en Brasil.

VALLADO. El lugar donde cayeron las víctimas de los disparos de Gökman Tanis, en plena calle de Utrech.  REUTERS VALLADO. El lugar donde cayeron las víctimas de los disparos de Gökman Tanis, en plena calle de Utrech. REUTERS
19 Marzo 2019

LA HAYA, Holanda.- Un hombre inició un tiroteo contra un tranvía en la ciudad de Utrecht, una próspera ciudad en el centro de Holanda, y dejó al menos tres muertos y varios heridos.

A raíz del hecho, el gobierno de los Países Bajos elevó al máximo el nivel de alerta antiterrorista en toda la provincia de Utrecht. Pasadas las 15, hora local (11 de la Argentina) cuatro horas después del ataque, el alcalde Jan van Zanen confirmó el número de víctimas mortales y también que los heridos son nueve. En un mensaje publicado en su cuenta de Twitter, el jefe del Servicio Antiterrorista de Países Bajos (NCTV), Pieter-Jaap Aalbersberg, contó que el nivel de alerta antiterrorista se elevó a cinco en Utrecht, por primera vez desde que se aplica esta clasificación.

La Policía desplegó un operativo, en el que resultó detenido un hombre turco de 37 años, identificado como Gökmen Tanis.

A la hipótesis del atentado terrorista se sumó la del ataque por motivos personales porque parientes de Tanis dijeron que el incidente se desató por un atercado familiar.

El ataque se produjo tres días después de la masacre en Nueva Zelanda contra dos mezquitas, y que dejó medio centenar de muertos (entre ellos un niño de tres años), y otro en una escuela del municipio de Suzano, en Brasil, el jueves pasado, que resultó en 10 personas muertas y decenas de heridos.

En el caso de Brasil, los atacantes, Guilherme Taucci Monteiro, de 17 años, y Luiz Henrique de Castro, de 25, mataron a ocho personas y después se suicidaron. Luego se supo que veneraban la masacre estadounidense de 1999 en Columbine, eran fanáticos de los videojuegos y apoyaban las políticas de Bolsonaro.

El ataque en Christchurch, Nueva Zelanda, por el que está preso Brenton Tarrant, un supremacista blanco de 28 años que considera que los musulmanes son invasores, motivó una respuesta del gobierno, que anunció ayer cambios en la ley de armas

El domingo, frente a una de las mezquitas, familiares y amigos de las 50 personas muertas o de las 50 que resultaron heridas se juntaron a rezar al caer la tarde, luego de que cientos de residentes locales realizaran homenajes propios.

“Después de la una de la tarde del viernes nuestro mundo cambió para siempre, y también cambiarán nuestras leyes”, señaló la primera ministra Jacinda Ardern, al anunciar que buscará hacer más difícil el acceso a las armas, como las que compró Tarrant por internet.

El rol de las redes sociales también quedó en el ojo del huracán, luego de que Tarrant transmitiera, durante 17 minutos, la matanza en vivo por Facebook, a la manera de los videojuegos del tipo “first person shooter” (tirador en primera persona). (DPA-Télam-Reuters)

Crisis de masculinidad, fetiche por las armas y búsqueda de poder

Paula Adamo Idoeta - BBC News Brasil, São Paulo

En el tiroteo en una escuela de Brasil como en el ataque contra dos mezquitas en Nueva Zelanda hay un patrón similar al de ataques en escuelas de Estados Unidos o de recientes atentados terroristas en Europa.

Gabriel Zacarias, profesor de Historia en la Unicamp de São Paulo, dice que la similitud está en los autores de los crímenes. Comprender ese patrón puede ayudar a prevenir ataques, dice.  

Muchos de ellos acumulan frustración y alienación social, con una crisis de masculinidad. Recurren a las armas como forma de mostrarse viriles y se toman fotos para proyectar una imagen de “guerrero”. Luego del ataque, muchos deciden quitarse la vida.

En el ataque en la escuela del municipio brasileño de Suzano y en los tiroteos en las mezquitas de Christchurch, los atacantes eran hombres jóvenes. Muchos tienen dificultad de inserción social o acumulan resentimiento sobre la sociedad y su comunidad.

Además, suelen tener acceso a armas o un fetiche hacia ellas. Armados, publican a menudo en redes alguna foto que anticipa los ataques. Uno de los asesinos de Suzano publicó en Facebook imágenes de él con máscaras y armas que parecen haber sido usadas en el ataque a la escuela. Después protagonizan el acto de violencia en sí, en lugares aparentemente aleatorios, pero que muchas veces son también simbólicos de su frustración social.

El “guión”, que a menudo termina en suicidio, parece ser una búsqueda de reconocimiento, dice Zacarias, estudioso de casos recientes de extremismo islámico en Francia. En el caso de Nueva Zelanda, esta espectacularización es evidente por la transmisión vía Facebook del tiroteo, “que recuerda una película de acción o a un videojuego, e incluso es una técnica que fue usada también por el Estado Islámico”.

“La división de lados, en este fenómeno, es ilusoria: el modus operandi es el mismo, al tratarse de un fenómeno global con raíces parecidas”, dice.

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