
SITIO IDEAL. Raquel Soaje relató cómo es vivir en ese país de Oceanía.

Por Carlos Duguech - Columnista invitado
“Es mi segundo lugar en el mundo. A veces lo siento como el primero”. Palabras de Raquel Soaje, artista multifacética, de doble nacionalidad: argentina y neozelandesa. La joven madre de Victoria y Sebastián, de 9 y 13 años, cuenta sobre los siete años que vivió en Auckland, la ciudad más grande de Nueva Zelanda, ubicada en la isla norte de las dos principales que conforman el país. Me siento obligado a preguntarle qué razones la llevaron a semejante definición: “mi segundo y hasta mi primer lugar en el mundo”. Teniendo en cuenta la enorme distancia que separa Nueva Zelanda de la Argentina, su condición insular que la muestra rodeada de extensiones cuasi infinitas de agua y un dato consecuente: las muchas horas de vuelo que son necesarias para conectarnos con ese país de Oceanía. Explica que esa tierra se parece al paraíso. Aunque se esté “en medio de la nada”, lejos del resto del mundo es, sin duda, un lugar increíble. Es cierto que tiene en contra cuestiones climáticas, como el largo invierno y sus lluvias, pero se espera con ansias el verano para poder gozar de sus playas. Allá todo funciona bien, la prolijidad es la norma, al igual que el respeto por el otro, la naturalización de la diversidad racial y las creencias. La educación y la salud pública son ejemplares. En una palabra, la calidad de vida es altísima; no hay corrupción gubernamental, y si algo de eso se detecta, a los dos minutos se termina. Haber vivido en ese país, haber tenido la experiencia de la maternidad en Auckland, me genera una relación de afecto entrañable -a mí y a mis hijos- por Nueva Zelanda. Tengo grandes amigos. Toda mi familia está en Argentina, porque nací en Tucumán, y eso fue la razón de mi regreso, pero aquel país siempre es una reserva, un resguardo “por si acaso”...
Allá prevalece el sentido común. Sin necesidad de grandes recursos, se logran los objetivos que conducen a los habitantes a una vida fácil. E insiste esta joven mujer, cuyos hijos y ella misma tienen pasaporte neozelandés: “mi lugar en el mundo es donde están los afectos y donde se puede tener calidad de vida para la familia, los chicos”.
Por ejemplo, Nueva Zelanda es un país que está hecho para la maternidad. Su sistema de salud está planeado en torno de ella. Políticas sanitarias pensadas para los cuidados a las madres y a los niños. A la madre se le da a elegir hasta el método del parto, el lugar donde prefiere que suceda: su casa o un hospital. Se cuida cada instancia para que el bebé nazca y crezca sano. Entre las opciones, se le ofrece a la madre conservar la placenta, a la manera de los pueblos originarios de la región, los maoríes. Ellos la entierran junto a un árbol. Cuando mueren, se los entierra a ellos mismos en ese exacto lugar, junto a la placenta que los acompañó en el nacimiento. La alegría y convicción con que esta argentina-neozelandesa habla del país de los Old Blacks, dan la sensación de que se refiere a un sitio ideal.
Le pregunto si los modos de vida argentino y el neozelandés podrán en algún momento parecerse. ¡Vaya pregunta que recibe Raquel!
Cada vez lo veo más difícil, responde. Nuestros líderes no son líderes. Son políticos en busca de poder. Allá son simples administradores de la vida de los ciudadanos, y lo hacen sin ostentación alguna.
Pregunta de rigor, frente a la descripción de tantas maravillas: ¿Hay pobres en Nueva Zelanda? Responde firme: ¡No! Mi curiosidad luego me lleva al tema de la democracia y las campañas políticas. Cuenta: “no he visto una sola pared ni un solo lugar con pintadas. Al día siguiente de las elecciones, nada queda de las campañas, que son restringidas a sitios determinados”.
La masacre reciente
La razón de la entrevista a Raquel Soaje es lo sucedido en Christchurch la semana pasada, los hechos sangrientos acontecidos en dos mezquitas, perpetrados por un australiano blanco, de ultra derecha, que profesa el odio religioso y racial. Preguntada sobre su visión del hecho dice que su primera frase fue: “Si esto está pasando en Nueva Zelanda, estamos en el horno como Humanidad”.
Agrega: “esos años, trabajé en una agencia de publicidad, transmitiendo el lema turístico del país ‘Nueva Zelanda, pura’. Pureza en todo sentido: en lo ambiental, en las relaciones.... Cien por ciento pura”. Por eso, si sucede este horror en un entorno tal, es una señal de alerta al mundo. Jacinda Ardern, la primera ministra, para expresar sus condolencias a la comunidad musulmana se vistió como las mujeres de esa religión. Hay que ver la foto de su cara transida de dolor.
Existen más de 200 confesiones religiosas en el país que conviven sin problema ninguno. No existe el odio por raza o creencia. “Nueva Zelanda somos todos: los musulmanes, los católicos, los judíos, los protestantes. Somos todos”, dijo la primera ministra.
Se trata de una “comunidad”, agrega Raquel. Enfatizo: ésa es la palabra.







