Cristian Lucchetti: “la diabetes no te puede controlar; es al revés”

Cristian Lucchetti: “la diabetes no te puede controlar; es al revés”

Por su experiencia, el futbolista suele aconsejar a chicos y jóvenes.

MATE AMARGO. En el patio de su casa, Cristian Lucchetti habló de su enfermedad. MATE AMARGO. En el patio de su casa, Cristian Lucchetti habló de su enfermedad. FOTO LA GACETA / DIEGO ARÁOZ

Cristian Lucchetti tenía ocho años, cuando una tarde jugaba en el patio de su casa en Luján de Cuyo (Mendoza). De pronto, su hermano Javier Lucchetti, de 12 años, sufrió una hipoglucemia (bajo nivel de azúcar en la sangre). La desesperación, la angustia, la inexperiencia envolvieron a la familia. Javier quedó internado con un coma diabético explosivo.

Esa situación cambió la rutina familiar. La madre tuvo que aprender a inyectarle insulina a su hijo mayor, todos los días, en los brazos, las piernas o en el estómago.  “Mi vieja practicaba con una naranja”, recuerda Cristian. Eran tiempos en que las agujas eran más grandes y se usaba insulina animal. En cambio, hoy en día se utiliza insulina humana y las formas de pinchar el dedo para controlar la glucemia han cambiado para bien de los pacientes. “Antes te quedaban las marcas en el cuerpo”, advierte el arquero de Atlético Tucumán.

El futbolista es insulino dependiente desde los 20 años. Nunca olvidará cómo empezaron los síntomas de su diabetes. Era una tarde más de entrenamiento en el club Banfield, en Buenos Aires. Salió de la práctica y no podía contener las ganas de orinar. Al volver a casa, cada 15 minutos tenía que ir al baño. Jugaba en la primera (había debutado a los 17 en el arco). Al día siguiente le comentó al médico del club y le hicieron una revisación. Al principio pensaron que podría ser por alguna mala fuerza. Esa misma semana sufrió un desgarro y le costó recuperarse. Nunca antes se había lesionado. Entonces le pidieron análisis clínicos completos. Con los resultados en la mano, una bioquímica le preguntó si en la familia había antecedentes de diabetes. Era 1998, y “El Laucha” respondió que sí y que entendía perfectamente el significado de esa palabra. Lo sabía por el antecedente de su hermano mayor.

“No es fácil; a veces los médicos tienen su teoría, pero no lo vivieron y en esto no hay matemáticas -advierte El Laucha-; cada organismo es un mundo y cada uno actúa de manera diferente, por ejemplo, en esa época jugaba al fútbol y estudiaba, y cada examen te altera la glucemia, cada situación de un partido o los nervios previos a un partido, te alteran la glucemia, y a eso, el médico no lo vivió; la sensación que uno tiene, la adrenalina de entrar a una cancha con 50.000 personas, jugar un partido importante, una final, o pelear el descenso; en mi caso era todo el tiempo ir aprendiendo”, rememora.

Hoy en día, con 40 años, admite que todavía le sucede que ciertos días está en la mitad de una práctica y sufre una hipoglucemia. Debe parar todo y tomar una bebida isotónica o comer algo específico. “Una hipoglucemia es rápida; a veces vas manejando y tenés que parar entre 10 y 15 minutos, porque podés perder el conocimiento y provocás un accidente grave o te podés morir”, afirma.

Cristian Lucchetti: “la diabetes no te puede controlar; es al revés”

Fue difícil, por supuesto. Más adelante, a los 25 años, era la estrella del equipo, en Banfield. Todo el mundo hablaba de sus atajadas. Su nombre resonó en Europa. Dos dirigentes del Deportivo Español llegaron desde Barcelona para fichar al futbolista. “Esa noche le ganamos 1 a 0 a Argentinos Juniors -rememora ahora, 20 años después, en la tranquilidad del living de su casa en Yerba Buena-; en la tribuna estaban los españoles y dos representantes de futbolistas argentinos". 

"Uno de los representantes les dijo a los dirigentes españoles que no aconsejaba mi contratación, por la diabetes. Les habló mal de mí, les dijo que tenía que ponerme insulina todo el tiempo, y esas cosas”, dice Lucchetti, mientras prepara el termo para tomar mate en bombilla sin azúcar ni edulcorante.

Las palabras de aquel representante frustraron su pase a la liga española, pero la diabetes no frenó su carrera. Como futbolista profesional, Lucchetti pasó de Banfield, al Santos Laguna, de México; después a Racing Club, a Boca Juniors y actualmente es uno de los ídolos en Atlético Tucumán. “Siempre que hablo con chicos y jóvenes que tienen diabetes, y a veces se deprimen o no quieren salir de la casa, les digo que es una enfermedad que no te impide nada -resalta-; tenés dos piernas, dos brazos, podés correr, podés caminar y, de hecho, lo tenés que hacer, tenés que hacer ejercicio y una vida normal; nada más que tenés que tomarte el trabajo, todos los días de controlar la glucemia, yo me levanto y lo primero que hago después de lavarme los dientes es controlar mi glucemia; en base a eso arranco el día: tengo que saber si me pongo insulina o me voy a entrenar sin ponerme insulina. Termino de entrenar y me controlo para saber qué voy a comer. Cuánto me pongo de insulina. Es así. Después hacés una vida totalmente normal”, insiste.

Lucchetti insiste en que hay que tener disciplina. El cuerpo es un reloj, que debe ser controlado todo el tiempo. Admite que los chicos, a veces, sufren bullying. “Me pasó muchas veces y trataba de no pincharme delante de otros, porque alguien puede pensar que uno se está drogando; entonces trataba de no pincharme en el vestuario; iba al baño o si viajaba en un avión, a veces son situaciones cotidianas, o si estás en el colegio perdés el recreo por tener que ir al baño a pincharte, son situaciones en que uno se siente incómodo y piensa que los demás lo van a ver como un perro verde, pero eso depende de cada uno -asegura-; los padres también tienen que aprender a no estar tan encima de los chicos, porque no los dejan vivir; pasó en mi familia, es lógico que los padres se asusten si los chicos se van solos o van a bailar a la noche y los llaman todo el tiempo, a veces con un mensajito: papá estoy bien y lo sé porque me tocó vivirlo con mi hermano y en esa época no existían los celulares y era peor, tener que salir a buscar una ambulancia”, reflexiona.

Afirma que quien más sufre es el entorno familiar. Hoy en día, “Laucha” se pincha el dedo antes del partido, durante el entretiempo y al final del juego. Después se inyecta insulina. Nunca es la misma dosis, porque cambia el horario del partido. No es lo mismo a las 11, que a la noche, o a la siesta. “No hay una regla -advierte- y para entrar a una cancha tengo que tener arriba de 200 de glucemia para no correr riesgos de sufrir una hipoglucemia y siempre tengo a mano un gatorade o algo con azúcar al lado del arco -detalla-, son cosas que tengo que prevenir, pero no estás exento de que te pueda pasar algo”.

Lucchetti dice que nunca tuvo intenciones de hacerlo público, porque no le pareció algo que le impidiera hacer algo. “Nunca lo tomé como un problema”, resalta. Recién lo mencionó públicamente, en agosto de 2017.

Cristian Lucchetti: “la diabetes no te puede controlar; es al revés”

Para toda la vida

En el fútbol, la insulina es doping positivo; sin embargo, por  su condición, tiene ciertas prerrogativas, pero aclara que la insulina no hace correr más rápido a un deportista, no le da ventajas sobre otros. Cada seis meses, debe presentar un certificado médico y su historia clínica ante la Asociación del Fútbol Argentino. “La diabetes es para toda la vida -dice Laucha-; no es que a los seis meses voy a dejar de tenerla, pero recién ahora que tengo 40 años, me dijeron que ya no tengo que hacer ese trámite cada seis meses, sino cada 10 años”.

Cuando surgió la posibilidad de pasar a Boca Juniors, Lucchetti sintió que podía caerse la transferencia. “Interiormente tenía dudas por lo que había pasado con Deportivo Español, pero hablé con los dirigentes y me dijeron ya sabemos, no hay ningún problema, si te vemos jugar todos los domingos”, recuerda.

Lleva 23 años jugando en la alta competencia. La diabetes no le impidió hacer nada. Jugó la Copa Libertadores para Banfield, en Santos Laguna y dos veces consecutivas en Atlético Tucumán. “En el vestuario, a veces, se sorprenden los nuevos, pero les explico lo que hago y, lo que es una situación cotidiana para mí, para alguien que no conoce del tema es un asombro”, admite.

La madre de Lucchetti no es médica, pero siempre estuvo relacionada con el área de la salud. En un tiempo, “Laucha” acompañaba a su madre a hacer detección de diabetes en las zonas rurales en Mendoza. Así crearon un banco de insulina. La gente de bajos recursos golpeaba a la puerta de su casa, en Luján de Cuyo, para llevarse las dosis necesarias de insulina. “Hay una ley de diabetes, que obliga al Estado a suministrarla totalmente gratis, pero las obras sociales te cubren el 70% a pesar de estar en vigencia la ley -se queja Lucchetti-, uso cuatro cajas de tiras reactivas por mes y cuatro cajas de insulina de cinco cartuchos; cada caja de insulina cuesta cerca de $ 8.000 y uso cuatro al mes y, las tiras reactivas, cada caja debe estar a $ 1.000; o sea que alguien que es diabético y no tiene los recursos le resulta imposible, para colmo el Estado te da la insulina que quiere, no la ideal”, plantea en tono de queja.

La insulina viene de afuera (Dinamarca, y Alemania, entre otros países). “Una glucemia en ayuna de más de 110 o 115 es diabetes; no hay forma de buscarle otra vuelta -dice Lucchetti-; y para vivir necesitás insulina, sin ella ni siquiera podés comer -afirma-; la diabetes es una enfermedad silenciosa, quizás estás en 200 o 300 y no tenés síntoma de nada y de repente entraste en un coma, como le pasó a mi hermano y así nos enteremos que tenía diabetes”.

Por su experiencia de vida, Lucchetti suele hablar con algunos pacientes diabéticos; en especial los chicos y jóvenes, para motivarlos y darles ciertos consejos. “Les digo que hay que saber bien los riesgos que uno tiene y a partir de ahí plantearse: yo te voy a manejar a vos (la enfermedad), yo te voy a controlar a vos, no te puede controlar la enfermedad, porque depende de vos. Si hacés las cosas bien, la diabetes va a estar controlada. Digo: al auto lo manejás vos, si acelerás, el auto acelera, si doblás el auto dobla, el auto no te va a controlar a vos y la enfermedad es lo mismo: vos la manejás y se querés la podés chocar también, pero depende de vos”.

Gluten, el enemigo

En su casa, Lucchetti intenta controlar la alimentación de sus hijas Milagros (15) y Sofía (9). Admite que a veces es complicado. “No voy a los extremos, pero sí trato de, por ejemplo, que coman alimentos sin gluten, es malísimo para el ser humano, no solo para el diabético -advierte-, antes una milanesa de soja era incomible, pero hoy hay un montón de alternativas y recetas, y solo es cuestión de tomarse el tiempo, pero es más fácil ir a buscar una hamburguesa; lo vivo con mi hija; si la milanesa no tiene el color de la carne te quierer tirar por la cabeza, la más chica, sobre todo -explica-. Siempre digo:_de los siete días, comé un asado un día, no tres veces a la semana, te reventás solo”.

Cada vez que va al supermercado dice que reniega porque en las góndolas solo hay alimentos tóxicos. “Hay 70 variedades de papas fritas o chizitos, es rico, claro, es fácil. Tiene un cumpleaños con los chicos y vas y encontrás una mesa de dulces de una punta a la otra y ¿cómo hacés? no le podés decir a un nene de siete años no podés comer caramelo; tenés que decirle podés todo, pero en medida, controlado y es difícil para un chico, si comen todos y por qué yo no, te dicen los chicos, y entonces, en mi casa, soy el malo, porque tristemente la comida es veneno”.

Con su esposa Lorena, “Laucha” busca armonía en la casa y, por su experiencia, también aconseja a los padres de chicos diabéticos a no ser fundamentalistas, ni extremistas. “Todo en su medida, hay que decirle al chico: podés comer, pero en su medida, y con mucho diálogo y con conocimiento, porque no le podés decir al chico no porque no, podés hacer todo, tenés esta deficiencia y entonces en lugar de comer 10, podés comer dos, no te comás cinco, porque te estás haciendo mal vos; es mucha psicología y también depende mucho del carácter del chico, por ejemplo:_¿qué come en el recreo en el colegio?, como padre uno tiene que ir a hablar con el quiosquero y explicarle para que no le venda cosas a sus hijos -afirma- y en mi casa tengo que darle algo que sea sano; por eso el diálogo es muy importante”.

Hay que hacerse controles anuales

La Organización Mundial de la Salud instauró la celebración del Día Mundial de la Diabetes el 14 de noviembre. Según las estadísticas oficiales, hay 442 millones de adultos con esa enfermedad, es decir, una de cada 11 personas. La prevalencia mundial de la diabetes en adultos (mayores de 18 años) ha crecido del 4,7% en 1980 al 8,5% en 2014. El director del Avellaneda, Luis Medina Ruiz, afirmó que la diabetes bien tratada y controlada evita complicaciones y permite una vida saludable. 

“Hay que hacerse controles anuales -dijo- para diagnosticar oportunamente la enfermedad y realizar el tratamiento adecuado”. En Tucumán, el Programa Provincial de Diabetes tiene actualmente a 31 mil personas con diagnóstico de diabetes, el 20 % está en los hospitales de tercer nivel y el resto en centros de atención primaria y en los hospitales de segundo nivel; y de los 31 mil pacientes, un 9, 5 % son niños y adolescentes, y el resto son adultos.

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