09 Diciembre 2018
El concepto duro de objetividad resulta hoy en día difícilmente defendible. Sin embargo, en el periodismo, tanto productores como receptores lo utilizan continuamente. ¿Qué quieren decir unos y otros cuando afirman que algo es o no es objetivo? ¿A qué clase de subjetividad convencionalmente aceptada o rechazada se están refiriendo? ¿Lo objetivo es acaso lo intersubjetivo?
La situación no es diferente en el ámbito académico: en la enseñanza d periodismo en las principales universidades del mundo se sigue usando el concepto de objetividad, mientras que en las mismas casas de estudio de las demás carreras de ciencias sociales el concepto de objetividad es imaginario, tanto como el unicornio.
Ese evidente desacople entre lo manifiesto y lo operativo acerca de la objetividad en el quehacer periodístico tiene dos grandes líneas de respuestas opuestas: la profesionalista, que trata de mantener lo más inalterable posible el concepto absoluto de objetividad y, en el otro extremo, la militante, que no le asigna autonomía al periodismo respecto de la política.
La publicación de este libro nace de la convicción de que ambos enfoques son errados. El enfoque profesionalista es arcaico, quedó anclado al concepto de objetividad prevalente hace dos siglos en el apogeo de la modernidad, cuando el periodismo se masificó como profesión. Y el enfoque militante se detiene en un estadio aún anterior, cuando el periodismo no era una profesión autónoma y autosustentable sino una herramienta más de la comunicación y de propaganda subvencionada po un partido político o un grupo de presión ideológica.
* Fragmento del prólogo de Periodismo y verdad (Ariel).
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