
EL GANADOR. El piloto Risatti recibió un ramo de flores y las felicitaciones de los tucumanos a su llegada.

El paso de aquellos autos por caminos polvorientos eran el atractivo para que los “tuercas”, que se agolpaban a la vera de las carreteras, vieran pasar aquellos bólidos impetuosos que recorrían miles de kilómetros a lo largo de varios días por el territorio argentino. Nos referimos a los recordados grandes premios del automovilismo nacional.
El Turismo Carretera atraía multitudes y los senderos tucumanos eran parte importante en cada uno de los grandes premios. Esas carreras de los años 1920 y 1930 inauguraron y publicitaron circuitos y rutas nuevas que se iban incorporando el patrimonio nacional. Además se promocionaban lugares al poner en circulación imágenes de paisajes distantes.
El Gran Premio Argentino de 1938 pasó por rutas tucumanas entre el 22 y 23 de octubre. La quinta etapa, que se había iniciado en La Quiaca, concluyó en nuestra ciudad. El triunfo correspondió a la máquina número 85, al mando de Ricardo Risatti, que llegó a la meta ubicada en el “boulevard de Los Ejidos” (hoy Francisco de Aguirre) minutos antes de las 16. El tramo cubría 796 kilómetros, que fueron recorridos en casi 10 horas.
Los anuncios previos indicaban que los vehículos comenzarían a llegar después de las 15 pero los espectadores se acercaron a la zona de la llegada antes de las 14. “Poco antes del arribo del primer corredor, llegó el avión piloteado por Hillecast, desde el cual se envió un mensaje diciendo que se acercaban a Tucumán los coches de Risatti, Orsi, Pisani, Garbarino y Ricardo Dally. Esto ocurrió a las 15.38 y a esa hora la expectación cobró proporciones, la que aumentó hasta que se anunció el característico ‘coche a la vista’ y en el mismo instante, sobre el fondo del boulevard, se vio entrar en medio de una nube de tierra, el primero de los coches”. De esta manera nuestro diario relataba aquellos minutos previos a la llegada. “Hubo una espera relativamente larga” hasta que se anunció la aproximación de otro coche, era Victorio Orsi.
MATE EN MANO. Uno de los pilotos controla su auto al detenerse en Piedrabuena cuando cumplía la etapa entre La Banda y La Quiaca.
Tras estos arribos, a intervalos regulares, comenzó a llegar el resto de los competidores; hasta las 19 habían llegado 30 coches de los 42 que habían comenzado la etapa, antes de las 6, en La Quiaca.
La crónica indicaba: “los ocho coches restantes llegaron en plena noche y el registro de sus entradas se hizo bajo la luz artificial”. El último en llegar antes del cierre de la mesa de control fue Pedro Barbero.
El control se extendió hasta las 21.35 y los 38 que llegaron hasta ese momento quedaron clasificados para largar al día siguiente la sexta etapa que unía Tucumán con Córdoba.
Naranjas para el viaje
La etapa cuatro, que se largó desde Santiago del Estero hacia Jujuy, recorría caminos tucumanos. El hecho fue cubierto por nuestro diario. El tramo era sobre la ruta nacional 34. Pocos minutos antes de las 8 el auto 65 al mando de Oscar Malet alcanzó el puesto de Gobernador Piedrabuena y se convirtió en el primero en recorrer el tramo que se había iniciado en La Banda. A partir de ese momento el paso de los vehículos fue continuo durante unas tres horas. Todos seguían hacia el norte hasta La Quiaca.
ANTES DEL AMANECER. Los primeros vehículos arrancaron la sexta etapa en plena oscuridad. Risatti partió a las 4.01 desde Floresta.
El tramo tuvo cosas curiosas. Una de ellas ocurrió poco después de la 10: cuando pasaba el auto 68 al mando de Atilio Patrignani, arquero de Ferrocarril Oeste, el dibujante de nuestro diario, Arzubi Borda, pelaba una naranja. Arzubi, con un gesto, le ofreció la naranja. Ni lerdo ni perezoso, el conductor redujo la velocidad, abrió la puerta, sacó la mano y se llevó la fruta. Por el otro lado del vehículo, el “gacetero” Albino Martell le ofrecía otra naranja al acompañante. No sabemos si luego fue agradecido el gesto, pero debe haber sido una bendición ya que la temperatura era alta y la sed arreciaba. Patrignani era un personaje también dentro de la cancha y una anécdota lo pinta de cuerpo entero. Ferro enfrentaba a Boca, la cosa estaba igualada cuando el árbitro sancionó un penal para los xeneizes. Iba a ejecutarlo Francisco Varallo, y el arquero se paró junto a uno de los postes. El colegiado le preguntó: “¿qué hace?” y él respondió: “estoy parado sobre la línea como marca el reglamento”. Varallo disparó suave y al medio. Petrignani se arrojó hacia el centro y atajó. Sus compañeros lo felicitaron, pero el jugador boquense, lleno de bronca, lo corrió por toda la cancha. Finalmente, primó la cordura y siguió el partido.
Se acercaba el mediodía y no se escuchaba ningún motor en las cercanías por lo que se pensó que no quedaba nadie por pasar. Sin embargo, no era así. El público comenzó a consultar por el paso del team tucumano compuesto por José y Martín Rubiol Roca con su coche número 121, con la leyenda “Visite Tucumán”, que promovía nuestra provincia a su paso.
Pasaba el mediodía y el coche 121 apareció en el horizonte. Aplauso cerrado del público. El piloto le explicó a nuestro cronista: “me retrasé ya que estuve cuatro horas sin conseguir que alguien me saque del guadal. En mi propia casa, podría decirse, no he podido lograr esta ayuda que me hubiera sido tan necesaria”.
Los tucumanos fueron instados por los espectadores a seguir, repusieron combustible, agua en el radiador y hasta naranjas.
MATE EN MANO. Uno de los pilotos controla su auto al detenerse en Piedrabuena cuando cumplía la etapa entre La Banda y La Quiaca.
En la misma zona el recordado Domingo Marimón, con el auto 11, detuvo bruscamente su vehículo y clamó por agua. Pero nadie había previsto que lo participantes tuvieran tanta sed, así que no había. Sin embargo, los tucumanos más predispuestos le ofrecieron “cerveza, vino, cognac”, pero el piloto siguió su paso en busca de otra población menos “seca”.
Con mucho sueño
Los ocupantes del coche 116, Berto Almanza y Gilberto Roqueiro, al parecer habían terminado la etapa tres muy tarde y cansados. No pudieron iniciar la cuarta “debido a que se quedaron dormidos en el hotel”. Cuando llegaron al punto de largada, ya se había levantado el control del Automóvil Club.
La prueba era dura. Los pilotos terminaban exhaustos. Y las máquinas, que eran llevadas a niveles extremos, en su mayoría no lograban alcanzar el final de la prueba. La carrera se había iniciado en Buenos Aires.
En 1938 se disputó por segunda vez este gran premio que fue ganado por Risatti, el triunfador de la etapa terminada en Tucumán.
En 1937 el triunfo fue para Higinio Lo Valvo que en 1938 debió abandonar al iniciarse la cuarta etapa.
De las 123 máquinas que largaron apenas 22, tras recorrer más de 7.300 kilómetros, llegaron a la meta en La Plata.
Los abandonos por etapa mostraban que algunas de ellas eran durísimas, por ejemplo la cuarta (La Banda-La Quiaca) dejó fuera a 31 participantes mientras que la tercera (Resistencia-La Banda) fue hecha por 23 automóviles. En 1938 la carrera al ir a La Quiaca cruzó Tres Cruces (más de 2.800 metros) recorriendo el altiplano desde Abra Pampa.
Copiloto famoso
En la séptima posición de la carrera se ubicó el piloto Luis Finochietti, con el auto 128. Nos enfocamos en él por algo muy simple, su copiloto fue alguien muy famoso. Estamos hablando de Juan Manuel Fangio, el “Chueco” de Balcarce.
Finochietti quería participar de la prueba que recorrió 14 provincias y dos gobernaciones. Invitó a Fangio. Los amigos realizaron una colecta para reunir fondos a través de vecinos de Balcarce y diversas manifestaciones como un torneo atlético y una velada cinematográfica.
Reunieron unos $ 3.500, monto más que interesante ya que los gastos de preparación del auto sumaban $ 600 ($ 225 en amortiguadores, $ 200 por tres cubiertas y $ 175 en el rubro “varios”). El balance final daría la suma de unos $ 4.400.
Luego de varios días de intenso trabajo, el Ford estuvo listo y partieron hacia Buenos Aires para iniciar el Gran Premio. Sus amigos colaboraron en la puesta a punto del auto hasta altas horas de la noche en el taller de Fangio.
CAMINOS. Las fotos muestran distintas partes de la prueba a su paso por las rutas del sur tucumano en su recorrido hacia la provincia de Córdoba.
Al año siguiente, en 1939, el múltiple campeón de la Fórmula Uno estaba al volante cuando pasó por Tucumán. Peleó la prueba hasta el final, pero el gran premio fue para Oscar Gálvez. Las disputas entre ambos pilotos fueron memorables. Lo Valvo se llevó el campeonato de 1939 mientras que Fangio se llevó las ediciones de 1940 y 1941.
En los años 20 se generalizó en la Argentina un consenso que consideraba al par automóvil-camino como la clave para el futuro progreso nacional. En este sentido nuestro diario al iniciarse la competencia de 1938 expresaba: “durante diez días todo nuestro país, vivirá pendiente del resultado de las etapas”, y agregaba que en el extranjero también había interés en la competencia. “El Gran Premio de 1938 tiene como principal finalidad la de abrir nuevas corrientes de turismo en el país, por eso es que cuenta con tanto apoyo por parte de todas las entidades deportivas y el público le concede el máximo de sus simpatías”, seguía nuestra crónica.







