Un comienzo auspicioso

El prometedor inicio del 58° Septiembre Musical, con las dos primeras figuras más importantes de su grilla en las iniciales 48 horas, pone el listón en lo más alto. Luego de Martha Argerich y Shlomo Mintz, con la consabida aparición de la ópera en el medio (una característica distintiva del festival, que todos los años se impone estrenar alguna y esta vez fue la archiconocida “Carmen”), los amantes de lo clásico bien pueden pensar que el resto será cuesta abajo. Pero esa visión mezquina se da de bruces con la presencia durante una semana, algo inédito en estas tierras, del prestigioso violinista ruso israelí y con la toma de conciencia -de una vez por todas- de que este encuentro anual es y debe ser con y para todos los géneros.

En varias ediciones la cartelera del mes de los sonidos estaba dominado por conciertos académicos de las mayores firmas del universo clásico, mientras que los restantes ritmos aparecían como figurantes en una obra teatral. Este año se revirtió en mucho esa situación,más allá de que no se lo logró hacer en forma completa. Pero se han evidenciado avances en completar una agenda más equilibrada que en ediciones anteriores y enhorabuena sea.

Si se cumple el cálculo financiero que hizo el titular del Ente Cultural, Mauricio Guzmán, sobre la erogacion final del Septiembre, debería temblar Nicolás Dujovne (en realidad el ministro de Hacienda de la Nación está temblando sin más acechanzas que la realidad): el funcionario tucumano dijo que la provincia invertirá $15 millones en el evento en marcha. Es virtualmente imposible que se cumpla ese monto (es casi lo mismo que el año pasado, con una inflación interanual del 30%) y es seguro de que será superior, con partidas extras para completar gastos.

Hablemos de números en comparación con otros festivales locales también organizados por su ente. El responsable del área audiovisual Rafael Vazquez anunció a principios del mes pasado que el festival Tucumán Cine Gerardo Vallejo costaría $3 millones. Fue una actividad de 10 días concentrada en un sólo espacio con un mínimo desborde a Tafí Viejo, una treintena de proyecciones de películas y con una decena de visitantes que no venían a actuar (por ende, no se pagaban cachet), salvo Graciela Borges. Según lo que oficialmente se presentó, el Septiembre Musical lo desborda por todos lados: tiene programados 90 conciertos o recitales durante 33 días en 30 lugares diferentes (cada uno con iluminación y sonido), con 16 localidades del interior por recorrer, y con 1.200 artistas involucrados. Si Guzmán llega a hacer todo esto con el presupuesto que anunció es el David Copperfield de las finanzas.

Nos centremos como ejemplo en la bienvenida visita y estadía de Mintz. El propio responsable de la cultura oficial tucumaba reconoció que cuando comenzaron a hablar de su “festival dentro del festival”, como lo bautizó, el dólar rondaba añorados y extrañados $18. Hoy supera el doble (como todos sentimos en los bolsillos por su impacto inflacionario) y genera incertidumbre al futuro inmediato No se sabe cuanto se le pagará al violinista de fama mundial por concierto, pero no se puede pensar que sea mucho menos de U$S 10.000. Digamos que como su presencia excepcional abarca cuatro actuaciones, haya hecho precio, deje todo a la mitad y regalado el concurso que también lo tiene como participante. Así a unos supuestos U$S 20.000 por todo concepto (reitero, es simple especulacion) se debe sumar el traslado aéreo y el hospedaje en un hotel cinco estrellas. las cifras no son astronómicas: sólo hay que pensar que los honorarios que pide un artista popular de consumo nacional y sin proyección mundial ronda los $ 500.000 por noche. Y se le paga sin chistar cada vez que vienen a llenar canchas de fútbol en encuentros folclóricos en el interior.

Por suerte Guzmán no es economista y por eso no ve un gasto en el Septiembre Musical, sino una inversión. Es definitivamente la mirada correcta. La cultura y sus erogaciones no pueden regirse por las pizarras de cotizaciones de la city. Los compromisos asumidos con Argerich y con Mintz, que pautan sus agendas con más de un año de anticipación, tienen un alto costo de seguro en caso de romperse. Mejor afrontar la diferencia y disfrutarlos que perder por todas las vías, incluyendo la del prestigio.

También es buena la decisión de poner los costos de las entradas a precios realmente accesibles. Argerich a $1.000 la localidad más cara es disfrutar de la mejor pianista mujer del planeta a menos de U$S 30, impensable en un teatro de otro lugar. Y escuchar a Mintz implica erogar poco más de U$S 10 por cada concierto con sus amigos. Es un monto irrisorio en términos de taquilla mundial.

Por fuera de las grandes figuras, el territorio de la programación es completado por muchos artistas locales que viven y trajinan los escenarios tucumanos todos los fines de semana y son la contracara de quienes habitan los hoteles de lujo. Sería imposible el festival sin ellos: los que estarán en el Museo Folklórico y en El Cadillal cuando el tiempo les permita, los que recorrerán el interior con sus instrumentos comprados con esfuerzo o los que tendrán alguna fecha en la sala Orestes caviglia. Es de esperar que para que los números cierren y el desface no sea muy grande, no se transformen en la variable de ajuste. El año pasado, a las bandas que actuaban en shows gratuitos y al aire libre se les pagaba miseros $5.000 por recital. No se sabe a cuánto habrá aumentado este año pero sí trascendió que en los conciertos con cobro de entrada los músicos irán a bordereaux, con un porcentaje de la recaudación y sin honorarios fijos, por más magros que pudiesen ser.

Asimetrías de un sistema general que siempre es más permeable a lo que viene de afuera que a los que día a día construyen el arte en cada sala de la provincia y donde los ecos de sus sonidos quedan rebotando, como ahora pasará con el cierre de Patio Lorca, otra pérdida entre los pocos espacios culturales que hay en Tucumán.

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