Cómo lograr que el dolor sea una puerta de sanación interior

Cómo lograr que el dolor sea una puerta de sanación interior

La experiencia contada por Vilma Perren, una psicoterapeuta que luchó contra el cáncer.

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Pasó años tratando con el dolor y la enfermedad de otras personas. Hasta que un día le tocó a ella. Y debió enrollar su diploma de psicóloga para afrontar lo que le acontecía en su propio cuerpo. Así surgió “La sanación viene de adentro”, el libro de la psicoterapeuta Vilma Perren que vio la luz después de haber experimentado el cáncer como una puerta al dolor pero también como entrada al autoconocimiento y a la sanación interior. La obra, recientemente presentada en Tucumán, relata todo el proceso de la enfermedad, desde su detección, pasando por la crisis que provocó en la vida de la autora, hasta descubrir los puntos de luz que aparecieron y que terminaron iluminando su vida interior.

“Este libro nace de una experiencia que viví hace nueve años. Me detectaron un cáncer de mama, cuando tenía 49 años, en un control de rutina. Cuando la médica me revisó me dijo: ‘no sabemos bien qué es esto, pero lo que sé es que no tiene que estar ahí’. Fue un baldazo de agua fría para mí. Me operaron. Pasé por la conmoción, el miedo y después la pregunta: ¿qué viene a enseñarme esta enfermedad?”, cuenta con voz pausada pero firme. Vilma Perren es psicóloga, vive en Buenos Aires, y es fundadora del Grupo de Asistencia y Recuperación de Vínculos Adictivos y Reaprendizaje Emocional (Garva). El libro presentado en Tucumán no se consigue en librerías sino al teléfono 381 155627998.


 › VILMA PERREN
Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Logoterapeuta. Humanista, integrante de Humanos por la Paz y la No-Violencia y de El Mensaje de Silo. Fundadora de Grupos de Asistencia y Recuperación de Vínculos Adictivos y Reaprendizaje Emocional (Garva). Vive en Bernal, provincia de Buenos Aires.


- ¿Cómo llegás a preguntarte sobre qué viene a enseñarte el dolor?

- Era algo que postulé toda la vida en el consultorio y ahora me tocaba hacérmela a mí. Yo sabía muy bien que la enfermedad es un mensajero que viene a decirnos algo, algo que la vida nos ha venido demostrando de manera sutil pero que nosotros no hemos sabido escuchar. Por eso digo que, a veces, la vida nos pone despertadores y cuando tampoco los escuchamos nos da un palazo en la cabeza.

- ¿Todos estamos preparados para hacernos esa pregunta?

- No, a veces no estamos dispuestos a hacernos esa pregunta. Porque para eso tenemos que dejar de mirar hacia afuera. Debemos dejar de decir ¡ah esto me pasó porque me despidieron del trabajo o porque me angustié mucho, o porque mi jefe me maltrata, o mi marido tiene mal carácter, o mis hijos hacen cosas que a mí me duelen. Muchas veces se ve el conflicto o la enfermedad que uno atraviesa como consecuencia de algo que hacen los otros. Para poder preguntarme qué tengo que aprender de esto, qué me viene a enseñar esto, tengo que volver mi mirada hacia adentro. Por eso digo que no es que estemos preparados o no, sino que estemos dispuestos a hacernos la pregunta. Porque preguntarse implica un compromiso y un hacerse responsable de uno mismo.

- ¿Entonces la clave está en hacerse cargo de uno mismo?

- Exacto. Pero no es que yo diga soy culpable de haberme enfermado. Nadie quiere enfermarse. Pero sí debo pensar que yo algo tengo que ver con esto que me está pasando.

- ¿Algo como qué?

- En mi caso particular, empecé a profundizar en temas que ya venía tratando como psicóloga y desde lo espiritual, desde el siloísmo (corriente espiritual fundada por Silo). Es decir, yo tenía un camino hecho, pero debía profundizar más. Debía ver cosas que no había visto. Y me di cuenta de que lo que no había visto era cómo yo me ubicaba y emplazaba en los vínculos con los otros y conmigo misma. En este libro rescato una frase del maestro Silo que dice: ‘trata a los demás como quieres que te traten’. Yo tenía en claro ese precepto, había dado talleres sobre ese tema. Pero descubrí que yo no me trataba a mí como quería que me traten. Y muchas veces me expuse a vínculos donde no me sentía bien tratada y lo dejaba pasar. Descubrí que yo tenía un vínculo codependiente y que no me ponía como protagonista de mi vida, sino que estaba satelitando alrededor de otros.

-¿Qué hiciste cuando te diste cuenta?

- Me enojé mucho conmigo misma. Porque contrastaba mucho con la imagen que yo tenía de mí, que era la de una persona muy fuerte, decidida, comprometida, que tomaba sus decisiones de acuerdo con las cosas que verdaderamente quería hacer. Esto no dejaba de ser cierto, pero había otra parte de mí que estaba en sombra, y que me la vino a mostrar la enfermedad. Por eso yo digo que el cáncer fue mi gran maestro.

- ¿Después que pasó?

- Después armé el Grupo de Asistencia y Recuperación de Vínculos Adictivos y Reaprendizaje Emocional (Garva), que ya tiene cuatro años. Allí trabajamos el tema vincular. Porque uno aprende a vincularse, a formar pareja, a tener un vínculo con sus hijos, pero siempre dentro de un modelo de relación que es cultural, que nos trasciende. Muchas veces son vínculos adictivos en los que uno no puede ser plenamente lo que es dentro de la relación, porque está atado a convenciones, a códigos culturales. ¿Qué es ser un buen hijo? ¿Una buena esposa? Aprender a ser libres en los vínculos es una enorme tarea que nos lleva a romper con mandatos culturales que a veces terminan siendo muy hipócritas.

- ¿En ese contexto, la enfermedad es una oportunidad?

- Absolutamente. La enfermedad, el dolor, cualquier situación crítica es una maestra. Uno nunca termina de aprender. Somos seres en construcción, no modelos terminamos. Como individuos y como especie humana seguimos aprendiendo, a amar, a amarnos. Como no sabemos amarnos a nosotros mismos, vamos hacia los vínculos desde nuestras carencias. Debemos aprender a tratarnos amorosamente. A veces somos muy duros con nosotros mismos, somos nuestros peores jueces. Yo lo escucho en el consultorio: ¡otra vez, yo ya tendría que haber aprendido! Y sí... otra vez... nos tengamos paciencia y repitamos la lección.

- Entonces la frase griega conócete a ti mismo sigue vigente...

- Absolutamente, en todas las corrientes filosóficas y espirituales. No puede haber transformación sin un conocimiento profundo de uno mismo. Carl Jung decía: quien mira hacia afuera duerme, quien mira hacia adentro despierta. A los tres meses del diagnóstico en mi interior brotó una frase: ‘yo me enfermé para sanarme’. Estaba segura de que iba a encontrar una sanación (del espíritu) y por suerte también conseguí la curación de mi enfermedad.

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