Una muerte a causa de la quema de cañaverales

Una muerte a causa de la quema de cañaverales

Siempre hubo sociedades transgresoras, tanto en lo positivo como en lo negativo. A lo largo de la historia, el ser humano encontró placer en quemar, es decir abrasar o consumir con fuego. Hubo en la antigüedad quienes incendiaron ciudades, o en la Edad Media, se quemaron personas en hogueras públicas; luego ardieron libros... En el siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial se incineraron hombres, mujeres, niños, ancianos; en otras geografías se incendiaron bosques. Tucumán, por cierto, tiene una profunda vocación piromaníaca. Desde hace décadas, durante el período de zafra, especialmente entre julio y noviembre, una buena parte de los productores de caña se dedica a prenderles fuego a los cañaverales; la acción provoca diversos daños a los tucumanos: desde dejarlos sin luz hasta afectarles la salud.

El viernes, un hombre de 50 años murió como consecuencia de la quema de pastizales en Santa Lucía. La víctima circulaba en una motocicleta rumbo a su trabajo, el viernes a la tarde, cuando fue sorprendido por una inmensa nube de humo que provenía de cañaverales de la zona. Tras aspirar ese humo, el hombre se habría descompensado, por lo que bajó del rodado y cayó sobre el surco de una finca. Momentos después, su cuerpo fue alcanzado por las llamas hasta ocasionarle la muerte. Su cuerpo fue encontrado carbonizado junto a su motocicleta, también consumida por el fuego.

También el viernes, alrededor de las 20, comenzó una quema de caña y pastizales en las proximidades de la pista del Aeropuerto Benjamín Matienzo. El viento que corría en dirección sur-norte trasladaba el intenso humo a las cercanías de viviendas ubicadas en la zona.

En la noche del 25 de junio pasado, un humo espeso invadió la capital y los municipios vecinos, y generó problemas de visión y respiratorios en algunos sectores de la población. En la ocasión, el secretario provincial de Medio Ambiente dijo que se trataba de una quema de rastrojo de caña, que genera mucho humo, en las proximidades de San Miguel de Tucumán. Agregó que las quemas más intensas se registran a partir de agosto. “Todavía no vimos lo peor”, sentenció.

Esta larga historia zafrera está plagada de promesas incumplidas. En agosto 2017, como consecuencia de una importante quemazón que se registró en la zona de San Andrés, el gobernador afirmó: “al que queme caña, vamos a caerle con todo el peso de la ley”. Anunció que se profundizarían los operativos de control y le pidió a la población que denunciara a los que iniciaran estos incendios.

En otras oportunidades, hemos señalado que bastaría un recorrido en helicóptero para identificar los campos que están en ignición, y averiguar luego en Catastro a quiénes pertenecen; se podría efectuar un relevamiento de las poblaciones que cuentan con campos de caña a su alrededor e intentar algún tipo de prevención para proteger a los moradores. Tanto el Gobierno como la Justicia miran en este asunto para otro lado. No se conoce persona que haya recibido sanción efectiva por este delito, así como tampoco fábrica azucarera por recibir caña quemada. ¿Cuáles serán las razones por las que el Poder Ejecutivo de turno no ha erradicado esta transgresión penada por la ley a lo largo de tantos años? ¿Será que la salud de los tucumanos no les interesa a los gobernantes? Por lo visto, en Tucumán, también los delitos se vuelven crónicos.

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