Reencontrar el sentido de la política

Reencontrar el sentido de la política

04 Junio 2018

Edmundo Oscar Saieg - Columnista invitado

Los últimos hechos acontecidos en nuestro país, todavía no superados, como lo revela la división entre ciudadanos en la conmemoración del reciente Día de la Patria (por el 25 de Mayo), me motiva a compartir con mis conciudadanos algunas reflexiones que nos ayuden a reencontrar el sentido de la política, dado que nos compete a todos esta responsabilidad.

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Como forma de superar el impacto emocional que todo ello nos produce, recurrí una vez más a la columna que escribiera Eloy Mealla, publicada en la Revista Criterio Nº 2.435, donde el autor recrea y comenta el documento que emitiera el Consejo Permanente de la Conferencia de Obispos de Francia bajo el título “En un mundo que cambia, reencontrar el sentido de la política”. Dada la actualidad y vigencia de la temática abordada, estimé oportuno compartir algunos comentarios de su columna.

Señala el documento de los obispos, que una característica dominante de Francia y otros países de Europa, que bien podemos extender a nuestra realidad, es que los referentes y las modalidades de vivir juntos han sido sacudidas. Aquello que parecía enraizado y estable ha devenido en relativo y movible, y hay dificultades para encontrar una visión compartida del futuro. El vivir juntos se ha vuelto frágil y puesto en cuestión.

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Lo mismo ocurre con las nociones tradicionales de Nación, Patria y República, en un clima de sensibilidades exacerbadas y cercanas a la violencia.

Luego, señala que esta situación no es sólo responsabilidad de la clase política. Se trata de afirmar un “nosotros”, donde la política debe asumir las actividades, las estrategias y los procedimientos que afectan al ejercicio del poder, basado esencialmente en la búsqueda del bien común y en valores compartidos. Sin embargo, en el debate para alcanzarlo prevalece “la cultura de la confrontación” sobre el diálogo. En esta sociedad en tensión, las redes sociales y los medios audiovisuales ocupan un lugar importante: prefieren slogans y frases breves antes que el análisis serio y el debate respetuoso.

El bien común parece difícil de diseñar y más aún los medios para alcanzarlo. El contrato social que permitía vivir juntos en el mismo territorio nacional ya no parece ser una realidad. Hay necesidad de redefinirlo en una sociedad donde lo individual prevalece sobre lo colectivo

Sería conveniente, entonces, redefinir el concepto de ciudadano y promover una manera de lo colectivo, que tenga sentido en medio de “reivindicaciones de pertenencias plurales y de identidades particulares”. Pero la política se ha vuelto una herramienta de gestión. Especialmente proveedora y protectora de derechos individuales, o sectoriales, más que de proyectos colectivos. En consecuencia, no puede responder a las cuestiones más fundamentales de la vida en común, de la sociedad a la que debe servir.

La crisis de la política es una crisis de la “palabra ciudadana”, en cuanto que la confianza en la palabra dada permite elaborar una vida en sociedad mediante la concertación, la mediación, el diálogo, etc. Cuando la palabra se pervierte la sustituye la violencia, la mentira, la corrupción, o el oprobioso desinterés por la cosa pública.

El descontento que se manifiesta por la manera de hacer política, no significa necesariamente desinterés por la vida pública, sino que indica la aspiración de nuevas formas de compromiso ciudadano, y el deseo de retomar “la verdadera naturaleza de la política y de su necesidad para una vida juntos” en comunidad ciudadana.

No ocurrirá ello con el arribo de una “personalidad providencial”; es esencialmente, una tarea de todos.

Por su parte los obispos franceses hacen una afirmación inquietante: los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad “suenan huecos” a muchos de nuestros contemporáneos. El encuentro no solo es posible sino fecundo para la vida en sociedad. Será el modo de “evitar que la última palabra la tenga la violencia”.

El columnista concluye transcribiendo un párrafo del citado documento cuando sostiene: “Que las soluciones reales no provendrán ni de la economía y ni de las finanzas, por importantes que sean, o de posturas y gestos de unos pocos. Vendrán de la escucha personal y colectiva a las necesidades más profundas del hombre. Y el compromiso es de todos”.

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