Heredia en los debates

Heredia en los debates

Diputado por Tucumán en el Congreso de 1824

ALEJANDRO HEREDIA. El general-doctor, en un retrato al óleo ejecutado por Amadeo Gras. ALEJANDRO HEREDIA. El general-doctor, en un retrato al óleo ejecutado por Amadeo Gras.

Escasa fue, pero siempre sensata, la intervención del luego gobernador Alejandro Heredia (1786-1838) en el Congreso Constituyente de 1824, al que asistía como diputado por Tucumán. Habló en la sesión del 23 de enero de 1825, cuando se debatía si era conveniente crear, en ese momento, un Poder Ejecutivo encargado de las relaciones exteriores.

Expresó que había escuchado decir, a varios colegas, que los pueblos estaban oprimidos “por caudillos que se alzaban con el poder”. Se preguntaba “si el Congreso tendrá seguridad de su existencia y conservación, cuando los pueblos están oprimidos y dominados por los caudillos”. Y se respondía que “no será prudente la medida de nombrar tan ejecutivamente un poder, que hoy subsista y mañana tal vez no exista”. Había que examinar antes “si están o no oprimidos los pueblos y si existen o no esos caudillos, si los diputados han sido nombrados con toda la libertad posible para de este modo poder garantir la existencia y conservación del Congreso”.

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Opinaba que no estaba mal, si existía ese vicio, que se haya establecido el Congreso. Pero destacaba “lo bochornoso que sería establecer hoy relaciones que mañana se cortarán acaso por un suceso funesto”. Juzgaba necesario que “el Congreso afiance su existencia en la opinión de los pueblos, para crear ese poder con solidez y no de un modo imaginario; para no colocar un hombre que venga a ser blanco de los tiros”.

El actual gobierno de Buenos Aires, por varias causas, estaba “en manos de un hombre de la mayor importancia, que no ha tomado parte en las desavenencias pasadas; y revestirlo hoy con la autoridad de ese poder, poniéndolo la cabeza de los negocios, es para que sea el blanco de los tiros y se inutilice mañana”. Esto era lo que debía tratar el Congreso: y si existía aquella dificultad, que “se la allane”.

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