Cartas de lectores
15 Mayo 2018

LAS TAMALERAS

Llega el período invernal en nuestra provincia y se incrementa la demanda de comidas regionales, entre ellas el “locro”, bautizado como “Centenario”, o las inconfundibles empanadas jugosas y de “piernas abiertas”. Otro tanto ocurre con el “tamal” (voz quichua), de cuya elaboración presumimos los tucumanos, sustancioso alimento que tuvo sus orígenes en los barrios aledaños, donde funcionaba algún matadero para el faenamiento de las reses vacunas, y ser distribuidas en los abastos de carne, mientras que las menudencias eran retiradas para la venta callejera, en jardineras, por los “achureros”, que recorrían los barrios urbanos. Menudencias que en tiempos pasados, y en la mayoría de los casos, eran destinadas para alimento de perros y gatos. Mientras que las cabezas que las cabezas de los animales faenados se ofrecían a muy bajo costo (por el valor de dos kilos de carne surtida), y por último, ante la falta de espacios en las cámaras frigoríficas, optaban por regalarlas a los interesados, y/o eran adquiridas por las mujeres baqueanas, provenientes de un estrato social menor para la época, quienes las destinaban para la elaboración de “tamales” para la venta y al alcance de bolsillos flacos. Se trata de mujeres que vestían polleras largas, cabellera en forma de sorongo, sujetada por las horquillas y un pañuelo en forma de turbante, y su clásico delantal de cocina. De rostros rugosos por falta de cosméticos, de gestos adustos, que por razones lógicas de sus quehaceres diarios, manejaban con suma habilidad sus filosos cuchillos, lo que las hacía ganar el mote de “viejas tamaleras”, menosprecio que las convertían en mujeres de temer, muletilla que en tiempo pasados hasta se usaba como insulto. Hoy, por suerte, este calificativo ya no existe, y no es para menos. La elaboración y comercialización de este típico y artesanal producto, se ha convertido en uno de los platos favoritos entre nosotros, y en una atractiva oferta turística a quienes nos visitan, año a año, en temporadas invernales.

Publicidad

Ysmael Díaz

Mario Bravo 247


Banda del Río Salí


INFRACCIONES

La autoridad municipal debiera hacer cumplir sus ordenanzas por el único camino efectivo, que son las fuertes multas. Las ordenanzas tienen como objetivo asegurar la higiene, la salubridad y el buen orden de la Capital. Pero brilla por su ausencia “la fuerza”, entendida como la actitud de compeler al vecindario a que cumpla realmente con esas disposiciones, en toda circunstancia. Cualquiera puede comprobar esta afirmación. Cada frentista está obligado a tener su vereda en buen estado y, sin embargo, ellas permanecen destrozadas en su inmensa mayoría. El automovilista no puede estacionar en doble fila y sin embargo lo hace, no sólo en casos de emergencia: en la zona de plaza Urquiza, un conductor coloca así su vehículo y se instala tranquilamente a tomar café en un bar. El conductor tiene obligación de dar prioridad al peatón en el giro y no lo hace: más bien acelera, para impedir que cruce. Está prohibido el ingreso de motocicletas a las peatonales; sin embargo, no solamente ingresan, sino que allí estacionan tranquilamente. Además, poco a poco, los vendedores ambulantes empiezan a invadir nuevamente el área, de la que fueron desalojados. Son sólo unos pocos ejemplos, pero ilustran acabadamente sobre la olímpica indiferencia que el habitante de San Miguel de Tucumán exhibe respecto de ordenanzas vigentes y claramente conocidas por todos. Evidentemente, el problema es que el poder municipal no ejerce “la fuerza” del poder, que es hacer observar rigurosamente las disposiciones que dicta. Es decir, que el infractor debe ser sancionado con multas -efectivamente cobradas- suficientemente altas, como para que, en adelante, se preocupe por acatar las normas. La impunidad de las infracciones es por demás visible en la actualidad y, lo que es menos grave, va arraigando en la mentalidad del público, hasta formar eso que se ha llamado tanta veces “la cultura de la infracción”.

Publicidad

Jacinto Barrionuevo

[email protected]


La ruta 315 en Tafí Viejo

Soy vecino de la ciudad de Tafí Viejo y veo con preocupación las noticias que nos entrega el Poder Ejecutivo: “Subsidio al transporte”, “Ampliaciones de presupuestos”, “Autorización para contrataciones directas”. La pregunta que me viene a la mente es: ¿subsidiamos a la actividad privada? Ampliación de márgenes, ¿para qué? Contrataciones directas que benefician, ¿a quiénes? A los amigos. Digo esto pues hace tiempo llevo una disputa con Vialidad Provincial por la pronta reparación de la ruta 315, o Constitución altura al 1.700 de la “Ciudad del limón”. Y la respuesta que recibo siempre es la misma: no hay plata, no autorizan la licitación, el costo es altísimo. Pregunto: ¿de quién depende? ¿Sabrán las autoridades que transitar por ese tramo de ruta es reeditar la película “Carrera contra la muerte”? ¿Sabrá nuestro gobernador la importancia que tiene esta vía de comunicación? ¿Conocerá que por allí circulan miles de adultos y niños, y que ahora, con la cosecha del limón y la circulación de camiones de gran porte aumenta el riesgo que ocurra una desgracia? ¿Qué espera para reaccionar? ¿Acaso una desgracia para aparecer en los medios y llevar recién una solución? Señor Gobernador: pido una pronta solución a este problema. Confío en su raciocinio. Una comunidad entera se lo agradecerá.

Marcelo Maza

Constitución 1.600
 - Tafí Viejo


ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Estamos viviendo en un país donde siempre se oculta la verdad, cuando asumen responsabilidades nuevos funcionarios. Ocurre que si no cierran los números con un rápido razonamiento, existen faltantes y las dudas nos perturban. Con los 44 millones de argentinos, ¿no se puede ser más claros y estar seguros hacia dónde vamos? Y si analizamos como ciudadanos comunes, sin ser eruditos pero la calle es una escuela donde se aprende, ahí nos damos cuenta de que el doble discurso existe. Nada cambió los síntomas de una enfermedad que no termina, porque el remedio es el mismo. El médico de cabecera es eterno. Somos el granero del mundo y tantas expresiones de bondad, son sólo recuerdos para creer que mañana seremos grandes y reconocidos. ¡Pobre Argentina¡

Carlos Rubén Ávila

[email protected]


Remarcaciones

Si las tarifas podrían estar sujetas a los aumentos de sueldos, lo mismo debería hacerse con el pan, la leche, el aceite, la harina, los delantales, los cuadernos y lápices y todos los productos de la canasta básica. Si los legisladores pueden lo más, es decir ajustar a las grandes empresas proveedoras de servicios, entonces que puedan lo menos: avisar al almacenero de la esquina de casa, que antes de remarcar sus productos consulte los salarios.

Juan Manuel Aragón

[email protected]

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios