Después de 49 años, el mensaje de Silo sigue siendo actual

Después de 49 años, el mensaje de Silo sigue siendo actual

El pensador argentino predicaba la no violencia y la superación del sufrimiento. Hablan sus seguidores en Tucumán

MENSAJEROS DE SILO. Un encuentro de siloístas de Tucumán en el parque que se construye en Los Bulacio. FOTOS / GENTILEZA MARIELA ILLANES MENSAJEROS DE SILO. Un encuentro de siloístas de Tucumán en el parque que se construye en Los Bulacio. FOTOS / GENTILEZA MARIELA ILLANES
02 Mayo 2018

El 4 de mayo de 1969 en Punta de Vacas, Mendoza, un paraje desolado y frío cruzado por los vientos al pie del Aconcagua, Mario Rodríguez Cobos, un joven mendocino apodado “Silo”, hacía su primera aparición pública con una arenga que llamó “La curación del sufrimiento”. Unos dos centenares de seguidores de Chile, Argentina y otros países de América y de Europa llegaron en colectivos, a pie o en vehículos particulares. Piquetes de ametralladoras habían sido colocados a la vera de la ruta por el ejército. Gobernaba el país el general Juan Carlos Onganía.

En ese contexto histórico surgía la figura del creador de lo que primero fue el Movimiento Humanista, y luego El Mensaje de Silo, con su filosofía de la no violencia. A Silo no le habían permitido hablar en teatros o centros culturales dado que en aquella época estaban prohibidas las reuniones públicas, pero le dijeron que podía hacerlo en el campo. “Si usted quiere hablarles a las piedras no hay problema”, le sugirieron con ironía. Y allí fue. Al mismo lugar donde había meditado dos meses antes.

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“Pero no hubo sólo piedras en la arenga, también llegó la cadena de noticias BBC atraída por la novedad de una manifestación pública durante un gobierno dictatorial, también la TV chilena y otros medios se acercaron”, recuerda Leandro Sánchez, periodista que lo conoció personalmente.

El viernes se cumplen 49 años de aquella charla que dio origen a un movimiento que se expandió por el mundo y que tiene seguidores en más de 70 países de cinco continentes.

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Por aquellos años muchos jóvenes buscaban en la droga la libertad. El Mayo Francés había ocurrido un año antes al grito de “la imaginación al poder” y las guerrillas arreciaban en Latinoamérica. Tiempos de hipppismo, del amor libre y del rock. A ese mundo, Silo anteponía su mensaje de no violencia y su rechazo a la droga: “me dicen que la gente joven en distintas latitudes está buscando falsas puertas para salir de la violencia y del sufrimiento interno. Busca la droga como solución. No busques falsas puertas para acabar con la violencia...”, decía.

“¡Este mundo está por estallar y no hay forma de acabar con la violencia!”, exclamaba. “¿A qué te hace acordar?”, pregunta sonriendo Darío Vera, del Mensaje. Para él, Silo puede dar respuestas al mundo de hoy, porque la violencia siempre existió en el corazón del hombre.

Los grupos de estudio que se formaron en Córdoba, Jujuy y Buenos Aires eran permanentemente hostigados. Se decía que eran peligrosos y buscaron acallar su voz. La izquierda acusaba a Silo de frenar las revoluciones con sus prédicas no violentas, mientras que la derecha veía peligroso su acercamiento a los jóvenes. Paradójicamente todo sirvió para difundir su pensamiento en el mundo. Su primer libro, “La mirada interna”, circulaba en fotocopias y se imprimía en otros países.

Los principios básicos

“Trata a los demás como quieres que te traten” es el principio rector de Silo. También afirma: “ la muerte no detiene el futuro”, es decir, no existe. Entre sus ideas básicas se encuentran la del ser humano como valor central y la no violencia como metodología de acción.

“El Mensaje de Silo es simple y bucea en las profundidades del ser humano con el fin de desterrar la violencia que habita en cada uno. La conexión con lo ‘sagrado’ que hay en cada una de las personas es lo que permite reconocer en el otro también a un ser sagrado y es en ese acercamiento, sin importar lo externo, la idea, la raza o la religión, donde se produce el encuentro”, explican Sánchez y Mariela de los Ángeles Illanes. “Lleva la paz en ti y llévala hacia los demás”, dice en su primera arenga.

“La filosofía de Silo enseña que el deseo es lo que produce violencia. Que es la falta de fe interna lo que produce sufrimiento. El temor por perder lo que se tiene, por no alcanzar lo que se desea produce sufrimiento y ese sufrimiento se convierte en violencia y la violencia en destrucción”, resume Sánchez.

Los siloístas no son ni una secta ni una religión. Pero se reúnen a “conectar con la fuerza interior para ganar en claridad espiritual”, señala Darío Vera. Este encuentro, por lo general, se produce durante algunas ceremonias, como la de bienestar o la del oficio, añade.

También se acostumbra a hacer pedidos por los seres queridos, por los que están “en este espacio y en este tiempo” y por los que ya no están. ¿A quién se le pide? A quien uno quiera. Puede ser Dios, un guía o a uno mismo.

El Mensaje de Silo es de orden espiritual, no tiene jerarquías, ni estamentos ni guías. Está integrado por gente común conectándose a través de su sentir más profundo.

PUNTO DE VISTA

Sentido del humor y generosidad

Leandro Sánchez - Periodista

Conocí a Silo en 1985. Yo tenía 20 años y comenzaba mis armas en el periodismo. Tenía una voz potente y firme, una risa fuerte y clara, con un gran sentido del humor y una inmensa generosidad para entregar sus conocimientos. Nunca hablaba del pasado, no contaba anécdotas ni se detenía en temas triviales. Hablaba siempre de lo que había qué hacer, analizaba el mundo y su preocupación siempre era saber qué le pasa a la gente. No buscaba ser protagonista y escuchaba todo el tiempo. Cuando regresó de Rusia fui uno de los que lo acompañó en el auto de regreso de Ezeiza. Esperaba encontrarme con una catarata de anécdotas e historias sobre Gorbachov y sin embargo me encontré con una serie de preguntas sobre lo que había pasado en su ausencia en el país. Me asombré de lo bien informado que estaba a pesar de haber estado tanto tiempo fuera.

Nunca lo vi enojarse aunque sí usar frases irónicas o expresiones como “tonto de capirote” para referirse a algún político local o “cretinos” cómo solía llamar a los poderosos que manejan el mundo.

Todo el tiempo pensaba, analizaba, resumía y proponía acciones. Rápido de reflejos, siempre sabía qué respuesta dar ante una determinada situación. En su primer viaje a Rusia, entonces Unión Soviética, envió un fax en el que se adelantaba a lo que habría de suceder un par de años más adelante. “Soplan vientos democratizantes en la URSS”, decía el mensaje.

Nunca hablaba de él. Jamás decía “yo”. Una vez le pregunté por qué siempre que se refería a sus trabajos o al siloísmo decía “nosotros”. Su respuesta fue: “porque es una construcción colectiva e histórica. En el humanismo están los primeros humanistas, los que dieron los primeros pasos, los que los siguieron, los que están ahora y los que vendrán. También hay otros humanistas que están en otras organizaciones, religiones o grupos e incluso hay quienes trabajan solos. No es algo personal. Es mucha gente la que lleva adelante esto y uno (por él) es uno más”.

Alquimista, era un conocedor de los procesos, con los que luego explicaba comportamientos sociales y conductas personales. Sus conocimientos se extendían a todos los campos, desde la filosofía a las ciencias. Fue coherente hasta el último momento de su vida y nos dejó una gran lección sobre su certeza de que la muerte no existe. Su hijo contó que se fue sonriendo. Al otro día de su muerte florecieron en las paredes de las ciudades argentinas las pintadas: ¡Gracias Silo!

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