El cabaret del “Tano”

El cabaret del “Tano”

Boca lleva casi 450 días siendo puntero pero sufre una derrota y estalla el cabaret. Y no lo detona un jugador, sino el presidente. River, su “verdugo”, no había hecho más que caer desde su derrota ante Lanús en semifinales de Libertadores. Ni siquiera la insólita y millonaria cifra pagada por Lucas Pratto frenaba el declive. Aún así, en medio de ese naufragio que lo alejó a 24 puntos de la punta, River se mantuvo digno. No permitió que ninguna de sus eventuales discusiones internas trascendiera a la prensa.

El presidente Rodolfo D’Onofrio jamás osó afectar el poder de Marcelo Gallardo. Y también los jugadores mantuvieron equipo. Si hasta Ignacio Scocco, la figura desplazada por el arribo de Pratto, dijo que si la decisión fuera suya también él se ponía como suplente, porque había disminuido su nivel. Ni qué decir de los hinchas. Es cierto, nada es eterno y tal vez algunos quiebres amagaban con aparecer si la malaria hubiese seguido contra Boca. Pero la malaria se detuvo. Y los quiebres, no menores, terminaron apareciendo en Boca. “Tano” es un apócope de napolitano porque de Nápoles vinieron muchos de los inmigrantes italianos a fines del siglo XIX y principios del XX. Lunfardo mediante, todos pasaron a ser tanos. El apodo suele sugerir además alguien calentón. “Se le salió la tanada”, decimos con frecuencia cuando un amigo (“el Tano”) estalla.

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El fútbol acrecentó la leyenda con un “Tano” que la industria mediática hizo célebre y con origen justamente en River. “¡Ay, Dios mío! ¡Demos tres pases seguiditos, tres pases te pido! ¡No te pido 28 pases seguidos como el Barcelona, te pido tres!”, “¡Noooo! ¡Nooooo! ¡Estamos en la B! ¡Estamos en la B!”. Imposible olvidar al “Tano” Pasman. Fue asociado al peor momento de River. Más tanos, claro, tiene históricamente Boca. Por barrio, por identidad más obrera, por la garra, por su juego menos pretensioso, por su ruido. Y, ahora, por el “Tano” Angelici.

El libro biográfico, crítico, y que Angelici descalificó, se llama justamente “El Tano”. Lo describe como lo ha pintado más de una vez Elisa Carrió. Un operador que teje y maneja detrás de las sombras, escondido porque sus maniobras suelen estar reñidas con la ética. El libro de los periodistas Ignacio Damiani y Julián Maradeo cuenta que Angelici acaso aprendió el “bajo perfil” como miembro de la Juventud Radical que reconocía el liderazgo del “Coti” Nosiglia, operador de Raúl Alfonsín cuando se recupera la democracia, en los ’80. Hijo de un obrero italiano, Angelici, cuenta “El Tano”, mantiene bajo perfil aún cuando estalla y le ordena a Luis Segura, entonces presidente de la AFA, que le exija a Daniel Scioli, que era gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que no se le entregue una placa a Juan Román Riquelme en un partido de Mar del Plata contra Vélez, porque lo consideraba una afrenta contra él. Imposible olvidar aquellas grabaciones que pasó luego la TV, en las que Angelici habla bajo y cortante, como si él fuera el jefe del presidente del Tribunal de Disciplina de la AFA.

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¿Qué pasó entonces para que un hombre que ha construido su poder con ese culto al perfil bajo se decidiera a aparecer ante la TV y filtrara a la prensa amiga su furia y exigencia de reacción al plantel de Boca tras la derrota de Mendoza contra River? ¿Lo hizo solo para mostrar autoridad ante los socios que lo votan y los hinchas que no lo quieren? ¿O buscó acaso algo más, con el riesgo de que su movida pueda agradar a algunos hinchas, pero irritar a un plantel que, tarde o temprano, podrá pasarle factura por el gesto? ¿Y el “Mellizo” Barros Schelotto, acaso el más dañado en su autoridad no porque el presidente haya entrado al vestuario, sino porque se encargó de contar lo que supuestamente dijo allí dentro? ¿No era que el vestuario es sagrado y que lo que se dice allí dentro debe quedar allí dentro? ¿Qué sucede cuando el que viola ese pacto es el propio presidente del club y, más aún, cuando luego los que tienen que salir otra vez a la cancha son los jugadores, no el dirigente?

Boca juega hoy algo más que un simple partido en Tucumán. Las crónicas anuncian que Carlos Tevez, el otro personaje central de la historia, jugará algo más retrasado, como a él le gusta, aprovechando la suspensión de Edwin Cardona, el compañero colombiano a quien, sin mencionar con su nombre, “Carlitos” señaló apenas después de la derrota. No es la primera vez que sucede. Ya en la selección argentina se recuerdan intentos de salvación individual, cierto abuso del mote de “jugador del pueblo” que irritó a sus compañeros. En Boca recuerdan a su vez otra última derrota dolorosa: semifinales de Libertadores contra Independiente del Valle, tras la cual se tomó licencia y se fue a jugar al golf a Punta del Este. Sostén de Angelici en su última aplastante reelección como presidente, Tevez también juega su propio partido.

Al entrenador de voley Julio Velasco le preguntaron una vez cómo definía a un líder. “Líder -respondió Velasco- es aquel que ejecuta con su cuerpo lo que dice con su boca”.

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