El artista que rompió con la tradición

El artista que rompió con la tradición

El austríaco provocaba con sus desnudos, pero también con el uso no religioso que le daba a ciertas materiales. Un imán para el público, que fue revalorizado en la última década. Una polémica serie de dibujos de mujeres

“EL BESO”. La pintura crea una atmósfera que ejerce una gran fascinación en los espectadores. “EL BESO”. La pintura crea una atmósfera que ejerce una gran fascinación en los espectadores.
06 Febrero 2018

El pintor austriaco Gustav Klimt fue a la vez respetado y controvertido en vida. Tras su muerte, de la que hoy se cumplen 100 años, fue olvidado durante décadas. Pero ahora es un imán para el público. Hay una revalorización de su arte que actualiza los precios de mercados de sus pinturas.

Una de sus obras más conocidas, “El beso”, que muestra a Klimt y a su novia Emilie Flöge abrazados, se exhibe en una vitrina de acero protegida por un cristal antibalas, en una sala más cómoda para los visitantes, de la Österreichische Galerie Belvedere de Viena. consigna la agencia DPA. La fascinación que ejerce esta obra se debe no sólo a la intensidad del abandono amoroso de la pareja protagonista, sino también a la atmósfera irrepetible que los rodea, con su textura ornamental de teselas de oro que remiten de forma directa a los mosaicos bizantinos.

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Klimt no escandalizaba únicamente con desnudos y posturas provocativas. Hasta el uso que hacía del pan de oro, no para ponerlo al servicio de una obra de carácter religioso -como era tradicional desde el arte medieval- sino para celebrar los placeres terrenales, le valió la acusación de blasfemo por parte de los ortodoxos.

Serio y parco en palabras, Klimt entró en la historia del arte como cabeza visible de la Secesión vienesa, un estilo adscripto al modernismo. Sus obras causaron escándalo y su vida fue un ejemplo de valentía artística.

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Algunos estudios recientes muestran al pintor austriaco desde otro ángulo. Su comportamiento con las mujeres estaba marcado por un gran aprecio mutuo, apunta la historiadora del arte Mona Horncastle, que ha publicado una nueva biografía de Klimt.

“Klimt era un amante de las mujeres y las entendía, pero no era un mujeriego -explica-. Ninguna de sus amantes, ninguna de sus modelos (con alguna de las cuales tuvo hijos) dijo o escribió algo negativo sobre él”.

Una de las claves de esa teoría son las series de dibujos de mujeres dándose placer a sí mismas. En una época en la que la masturbación se castigaba incluso con operaciones quirúrgicas, Klimt “hizo un monumento al deseo femenino”, señala Horncastle. Aunque el pintor nunca expuso esos dibujos.

Klimt nació en Viena en 1862, en el seno de una familia muy humilde, y logró convertirse en un alma libre a lo largo de su vida. Con 21 años y una buena formación, fundó una compañía artística junto con su hermano Ernst y Franz Matsch. Los negocios les iban bien bajo el Imperio Austrohúngaro gracias a los encargos públicos. El trío se adaptó al gusto de la época, Klimt se convirtió en retratista y mostró su maestría en el cuadro casi hiperrealista “Sitzendes junges Mädchen”, de 1894.

Ese año tuvo lugar su punto de inflexión con el encargo de tres cuadros para la Universidad de Viena. Esas pinturas sobre la “Filosofía”, la “Medicina” y la “Jurisprudencia” dejaron en shock a quienes las había encargado.

Klimt abandonó su camino habitual y descubrió un simbolismo casi surrealista. En “Medicina” pintó un esqueleto y, según la prensa de entonces, representó el “triunfo de la muerte”. Los académicos esperaban justo lo contrario, a tenor de los avances en medicina. “Filosofía” mostraba personas desnudas y desesperadas, el lado oscuro de la razón y el conocimiento. La presentación previa de las obras fue un sonado escándalo en Viena.

Sin encargos oficiales

Klimt se negó a adaptar los cuadros a los deseos de los responsables de la Universidad y en adelante renunció a aceptar encargos públicos. “Cuando termino un cuadro, no quiero perder meses justificándolo ante una multitud. Para mí no es importante a cuántos le gusta, sino a quiénes le gusta”, afirmó el artista. En 1897 se convirtió en uno de los fundadores de la Secesión vienesa, que pretendía romper con muchas tradiciones.

Sin los encargos oficiales, Klimt se dedicó a trabajar para la floreciente burguesía judía. “Era uno de los pocos que no era antisemita”, destaca Horncastle. Bajo la influencia japonesa, que subraya la superficie frente a la perspectiva, pintó muchos retratos de mujeres durante su periodo dorado (1900-10). El más famoso es el que hizo de Adele Bloch-Bauer en 1907 (”Goldene Adele”). Junto con Flöge pasó a menudo temporadas en el pintoresco lago Atter, en la zona montañosa de Salzkammergut, donde pintó 46 cuadros. En enero de 1918 sufrió un derrame cerebral, fue hospitalizado y murió por una neumonía. Pronto cayó en el olvido, pero en los años 80 volvió a cobrar relevancia, en parte por el debate sobre el arte robado por los nazis.

Uno de los casos más espectaculares fue el retrato “Goldene Adele”, robado por los nazis a la familia de coleccionistas judíos Blocher, y que inspiró la película “La dama de oro”, con Helen Mirren. Los años de disputa entre el Estado austriaco y la heredera, en Estados Unidos, llegaron a los periódicos en todo el mundo. En 2006, el cuadro fue entregado a la heredera y poco después se vendió por 135 millones de dólares Ronald Lauder, propietario de la Neue Galerie en Nueva, donde se exhibe actualmente.

Klimt se convirtió entonces en el artista más caro del mundo y hoy sigue siendo un imán para los turistas.

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