“La mejor herencia es el apellido”

“La mejor herencia es el apellido”

Hoy, desde afuera y junto con sus afectos, vive el rugby con la pasión e la intensidad de siempre.

ENTRENANDO. En el gimnasio, junto con su sobrino Felipe.  ENTRENANDO. En el gimnasio, junto con su sobrino Felipe.
20 Enero 2018

La vida de Julio Farías Cabello, ganador del premio LA GACETA en 2011, lo sitúa hoy dividiendo su tiempo dentro y fuera del espacio de 100 metros por 70, encabezados por blancas haches de acero, donde despliega su talento como rugbista.

Su trabajo como head coach en Tucumán Rugby es cosa del pasado, al menos por un tiempo. “Hace dos años que estoy desvinculado del club”. Con su talento intacto, forma parte de los Pumas Classic, el seleccionado argentino para mayores de 33 años, con quienes fue campeón del mundo en 2017, ganándole la final a los All Blacks y repitiendo el título conseguido en 2011.

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Sus sueños siempre estuvieron relacionados a lo deportivo. “Empecé jugando al básquet por mi papá. Lo hice dos años en Caja Popular” cuenta Julio, que luego pasó al rugby y logró asentarse. “Siempre soñé con llegar a Los Pumas, es el sueño de todos los jugadores.”

“La verdad, no tengo idea sobre mis talentos. Jugaba al básquet bastante bien, y en el fútbol me defendía. De grande se hizo más difícil por las rodillas” relata Farías, que de no haber sido rugbista, sin dudas le hubiera gustado ser basquetbolista, como su padre que también se llama Julio, ex jugador de Caja Popular.

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El alto rendimiento exige sacrificios, y Julio no está exento de ellos. El amateurismo lo obligó a tener que apartarse de sus estudios y de su familia. En su cabeza la prioridad era el rugby, y se desvivía para ello. Con el paso del tiempo vio cómo las siguientes generaciones perdían esa mentalidad y también al rugby como prioridad. Pero no por eso las desmerece. “Hoy lo sienten más relajados, pero no por eso son malos. Únicamente es distinto” confesó el “Flaco”, que vivió el deporte con tanta animosidad que había resultados negativos que lo podían martirizar por años completos.

“Me enganché con la ‘bici’” cuenta Julio, que divide su tiempo libre entre el gimnasio, las series y los libros. Las luchas legendarias por las monarquías escandinavas de “Vikingos” colman su pantalla chica, pero su función como entrenador lo empujó a buscar nuevas alternativas para optimizar el rendimiento deportivo. El “Flaco” encontró lo que buscaba en biografías deportivas como la de Diego Simeone y en la neurociencia. “Ahora leo libros sobre la mente, es algo muy importante y debo encontrar la vuelta para transmitirlo y enseñarlo.”

Hoy no se reprocha nada. Cuando se abrió la primera puerta se fue a hacer su carrera, haya sido lo correcto o no. Él sabe que siempre hizo lo mejor, donde le tocó estar. Su trayectoria le abre puertas, pero no por lo deportivo, sino por la construcción que hizo de su imagen. Para tener éxito no es necesario mucho talento, pero sí entender la magnitud de los objetivos establecidos, y asociarlo con mucha constancia y, también, un poco de suerte.

Podríamos decir que su lugar en el mundo es París, pero e realidad ese sitio está donde estén sus afectos, sus amigos, y sus hijas Valentina, Ana Sofía y Joaquina. “Antes que abogadas o médicas, yo quiero que sean buenas personas, y felices en lo que hagan” dijo Julio. Y concluyó: “la mejor herencia es el apellido.”

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