La ambición / Queriendo todo

La ambición / Queriendo todo

30 Mayo 2017

> PUNTO DE VISTA

OSVALDO AIZICZON / Psicoanalista  

Así como se popularizó el saludo “¿todo bien?” y la expresión misteriosa “de alguna manera”, el término “ambicioso” está fuertemente connotado. No es lo mismo joven ambicioso que viejo ambicioso, incluso cuando creen ambicionar lo mismo. La insaciabilidad los une, es verdad, y los impulsa a lograr objetivos tan lejanos como cercanos, tan fáciles como difíciles, tan prohibidos como permitidos sin notar que la insatisfacción los motoriza de tal manera que, comparados con Hannibal, el caníbal de “El silencio de los inocentes”, hace parecer a este como un niño desnutrido.

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El ambicioso patológico siempre trata de poner atrás lo que tiene delante. La autopromesa de poder perpetuo se constituye en falta que suele endeudar también a sus habituales convivientes. Conseguir es, muchas veces, eliminar, como aparece legalizado en el deporte y la política. Cuando la saciedad -nombre digestivo de la felicidad- no llega la realidad trae el fracaso, nuevo y odioso invitado. En política es observable que las partes se inviten… a perder. Entre bambalinas se apuesta al fracaso del adversario-enemigo porque la ambición necesita saltearlo, que no hable, que no diga. Y en ocasiones que no respire. Así como la impunidad es el apellido de la corrupción, por quererlo todo el ambicioso que describimos corre el riesgo de quedarse sólo con algo.

Y si esto se vuelve reiterado se convertirá en aquel comensal que cuanto más come más adelgaza. Kovadloff propone, para madurar, capitalizar fracasos. Después de la derrota puede estar aguardándolo el conocimiento hecho experiencia. Para ello el 0K final debe ser dicho en la lona, el lugar de la derrota. Lona que no sólo existe en los estadios de boxeo y que está debajo de los pies. Aun así la autocrítica puede ser insuficiente. Alguien se preguntará: “¿pero no hay, acaso, ambiciosos buenos? Sin duda. Aquellos que desean emerger de la viscosa sopa de la mediocridad son candidatos a algunas recompensas que nuestra sociedad otorga habitualmente con desgano y tardanza. La ambición en los niños tiene su todavía tierna forma de ilusión poblada a menudo de modelos chatos y sándwiches de nada.

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