Comenzó el rescate del gliptodonte de Famaillá

Comenzó el rescate del gliptodonte de Famaillá

Un equipo de paleontólogos comenzó a trabajar a orillas del río, donde apareció el fósil. Por ley, este deberá ser trasladado al Lillo

BARRANCA. El equipo estudia la tierra antes de iniciar su labor BARRANCA. El equipo estudia la tierra antes de iniciar su labor
18 Febrero 2017

El celular de Edgardo Jiménez no deja de sonar desde que se hizo público su hallazgo de restos de gliptodonte a orillas del río Famaillá. Su casa de Monte Grande se convirtió en una suerte de base de los responsables de hacerse cargo del asunto. En la mañana del jueves, el quincho de Jiménez congregó a cuatro paleontólogos del Instituto Superior de Correlación Geológica de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). El equipo está conformado por Graciela Esteban, Norma Nasif, Pablo Ortiz y Rodrigo González, todos profesores de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT e Instituto Miguel Lillo.

Después de haber confirmado que lo encontrado por Jiménez se trata de huesos de gliptodonte a a partir de las fotos de LA GACETA, los paleontólogos se acercaron al lugar para comenzar a trabajar. Los expertos se mostraron preocupados al percibir en las imágenes que alguien había intentado adueñarse del fósil. “Hay mucha gente que lo quiere sacar porque piensa que lo puede vender, o a veces porque lo quieren tener en la casa, como coleccionistas, pero no debería ser así”, advirtió Esteban. Según la ley de protección de patrimonio arqueológico y paleontológico, todo lo que esté en el suelo argentino, es patrimonio nacional. Por eso ningún particular puede hacer una extracción. “La gente piensa que puede pedir algo, una recompensa monetaria, pero eso es imposible porque estos bienes no tienen un valor en dinero”, agregó Nasif.

El equipo de investigadores explicó que este tipo de hallazgos es más frecuente en los valles porque debido a la erosión del terreno, los huesos pueden divisarse con mayor facilidad. En cambio, en la llanura tucumana, las capas fosilíferas no están tan expuestas. “Si no hubiera sido por la acción del río, no lo hubiéramos encontrado nunca”, aclaró Ortiz en referencia a este caso.

Según los científicos, el hallazgo puede dar la pauta de que en las cercanías existen más restos óseos. No obstante, González comentó: “Sin un indicio no se puede empezar el trabajo”.

Interés municipal

Al ver que muchos vecinos comenzaron a preguntar y a acercarse al lugar del descubrimiento, los funcionarios de la Municipalidad de Famaillá tomaron cartas en el asunto. A la casa de Jiménez llegaron Ariel Dip, director de Medio Ambiente del municipio, y Hugo Rodríguez, biólogo y asesor de la repartición. Según Dip, la gente ya está organizando excursiones para visitar el punto clave. “La Municipalidad está muy interesada. Se lo quiere recuperar para el museo jurásico, para hacerle una sala”, afirmó el director.

Frente a este anhelo, los paleontólogos informaron que no sería posible. “Según la ley, los fósiles ya no se exponen. Se puede sacar una réplica, una reconstrucción para exhibir aquí, pero esto tiene que ir a la colección de vertebrados del Lillo”, explicó Nasif.

Manos a la obra


Cuando los paleontólogos vieron en vivo el gliptodonte descubierto, cayeron en la cuenta de que el rescate requeriría más trabajo de lo imaginado. Por la forma en la que está incrustado en el terreno, determinaron que sería necesario remover la parte superior de la barranca antes de empezar a cavar alrededor del caparazón. De no hacerlo así, podrían desprenderse porciones de tierra encima de los restos óseos y de las personas que estén trabajando allí.

Con el sol de mediodía del jueves, los expertos comenzaron su tarea. Primero aplicaron una técnica paleontológica que consiste en limpiar el fósil, ponerle laca para solidificar, cubrirlo con papel higiénico húmedo y finalmente envolverlo con capas de tela arpillera con yeso. Esto asegura la preservación del material hasta que sea retirado. “Por la posición en la que está, podría encontrarse el cráneo más adentro”, afirmó Ortiz.

Mientras el equipo trabajaba, más curiosos se acercaron a la zona. También se hizo presente Osvaldo Díaz, de la Dirección de Patrimonio de la Provincia, que alcanzó un plástico para tapar la labor de esa jornada porque había alerta de tormentas.

Por su parte, Dip se comprometió a realizar la limpieza de la tierra en la parte superior de la barranca la próxima semana. Los paleontólogos volverán dentro de 15 días para iniciar la extracción.

Algunos vecinos intentaron vender huesos por internet

Una conducta ilegal puso en riesgo la recuperación del fósil. Sucedió que un grupo de famaillenses excavó la tierra para llevarse los huesos. Esos vecinos creyeron que podían vender partes del caparazón por internet.

Aunque el comercio de fósiles existe, es una práctica penada por la Ley Nacional de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico y por el régimen provincial de protección de patrimonio cultural. Según este marco regulatorio, todo lo que está bajo suelo forma parte del patrimonio de la nación.

En otros países, como en Estados Unidos, lo que se encuentra debajo del suelo pertenece al dueño del terreno y por eso este puede comercializarlo. Pero en Argentina este tipo de negocio está penado por ley. “Aquí lo pueden vender en un mercado negro, pero es un crimen federal”, apuntó Graciela Esteban, paleontóloga de la Facultad de Ciencias Naturales.

Lo que hay que hacer


La normativa vigente indica cómo hay que actuar en caso de hallazgo ocasional (como el del gliptodonte) o de ser testigo de un robo o maltrato de fósiles. Lo primero es comunicarse con la Dirección de Patrimonio de la Provincia al 4307678 o en su oficina en el primer piso del Ente Cultural (San Martín 251).

“Después de la denuncia, si son restos arqueológicos, nosotros nos encargamos de buscar los medios para hacer una verificación y ver cuál es la situación del bien. Generalmente vamos preparados para hacer la extracción”, explicó Osvaldo Díaz, arqueólogo de Patrimonio. De ser necesario, ellos se comunican con el Instituto de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales para coordinar el rescate y las piezas se llevan allí para su estudio. Si se trata de un caso paleontológico, la dirección se pone en contacto con los profesionales de la unidad académica que son especialistas en esa rama.

Las piezas rescatadas se conservan y estudian en el Lillo y forman parte del registro del Museo Bernardino Rivadavia, entidad a la que se notifican los bienes existentes en el país. Una vez que están registrados ahí, entran en un circuito nacional de protección del patrimonio.

Si la denuncia es por robo o destrucción de un bien patrimonial, se abre una causa penal en un juzgado federal. “Se genera un expediente que pasa a la Comisión Provincial de Patrimonio que se encarga de las sanciones. Además de la multa monetaria, hay una cuestión legal en la que los jueces no terminan de definir cómo proceder”, sostuvo Díaz.

Importancia del cuidado

Según Esteban, en Tucumán se pueden encontrar muchos yacimientos arqueológicos y paleontológicos, pero falta apoyo, infraestructura y dinero para trabajar en el tema. La paleontóloga observó que podrían realizarse visitas guiadas a estos sitios y, de esta forma, darle un gran impulso al turismo cultural. “Si al gobierno le interesara, podría ser una oportunidad para recuperar el lugar que perdimos en el mapa turístico”, opinó.

Además, los investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales coinciden al explicar el objetivo de su tarea con los fósiles. Lo que tratan de hacer es que, después de estudiados, los restos puedan replicarse y exhibirse para educar y concientizar a la sociedad.

“Detrás de cada grupo de animales extintos hay una historia muy interesante. Y al exponerlos se puede dar la información de dónde han estado, cómo se habrían movido, qué habrían comido, qué habrían hecho”, describió Norma Nasif, de la cátedra de Bioarqueología. La profesora manifestó que lo interesante es que se puede reconstruir el ambiente de hace millones de años con su flora y su fauna y eso permite observar las diferencias con la actualidad. “Reconstruyendo un ambiente, la gente puede disfrutarlo más”, afirmó con entusiasmo.

La intención del equipo de especialistas es entender qué pasó antes para comprender lo que ocurre en la actualidad. “Si uno conoce el pasado, puede explicar el presente y proyectar el futuro”, sostuvo Nasif. Los últimos hallazgos pueden dar un panorama de la llanura tucumana de hace 15.000 años.

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