El hombre que inventó la literatura argentina

Martín Caparrós muestra un país en busca su identidad.

REFLEXIONES. Caparrós analiza la forma de pensar del país a partir de Esteban Echeverría. FOTO DE TÉLAM. REFLEXIONES. Caparrós analiza la forma de pensar del país a partir de Esteban Echeverría. FOTO DE TÉLAM.
27 Noviembre 2016

Liliana Massara

Echeverría podría generalizarse como una novela biográfica, sin embargo, Caparrós, su autor, irrumpe desde la voz del biógrafo para entablar una relación confusa con el género, mediante textos íntimos, trozos de cartas, fragmentos, poesía, ensayo, anotaciones, “cosas deshilachadas”, y el modo periodístico. Avanza por ellos, mientras arma la cultura del país que comenzó con la Generación del ’37, y las ideas del Romanticismo. La organización narrativa, genera un texto dinámico, transparentemente humano.

Caparrós parece apropiarse de la voz de Echeverría para exaltar las ideas del ensayista, sus propósitos para construir una literatura propia, de restos europeos, pero nacional. Su preocupación es de raíz identitaria, “entonces” aparece la “naturaleza inconmensurable”, el desierto, los gauchos y los indios; la mazorca, la sangre y la violencia. Echeverría recurre al salvajismo y funda la literatura argentina. Lo ideológico, lo político, el dolor por la Patria; el desorden de la Aldea, alrededor de la Sociedad Popular Restauradora y de esa figura que ha dejado una huella feroz, Encarnación Ezcurra, personaje de El matadero, texto que abre las dicotomías culturales argentinas a partir de unitarios / federales y que los escritores del siglo XX reescriben en nuestra literatura. Un mapa biográfico fragmentado, con entretelones ficcionales entre amores arrebatados y desmesuras sentimentales. La enfermedad y el exilio lo acosan. Echeverría siente, padece, ama, desea. El hombre privado y el público buscan por la palabra, la acción para civilizar pero ésta se vuelve “chiquita” cuando Facundo, muere acribillado en Barranca Yaco.

Echeverría es, en el discurso de Caparrós, el ensayista, el cronista y el pensador de la Democracia; su voz letrada se escucha con aflicción, frente al caos del populismo de Rosas, y el poder absoluto otorgado. Mediante Echeverría, a quien “le gusta mirarse en la memoria”, Caparrós construye una forma de pensar el país con lograda tensión narrativa.

© LA GACETA

Publicidad


NOVELA / ECHEVERRÍA

Martín Caparrós

(Anagrama - Barcelona)

Relatos de la Argentina del siglo XIX

Fragmento de Echeverría
Por Martín Caparrós
Se dice que no, que ambición sería haber aceptado el encargo de glorificar la campaña de don Juan Manuel, por ejemplo. Pero el engaño es breve: ésa era la forma vulgar de la ambición. Ambición fue no aceptarlo, creer que está para mejores cosas. Ambición fue dejar de escribir esas canciones que todos canturrean y lanzarse a esta empresa imposible, por ejemplo. Echeverría no se creía ambicioso, pero ahora le sería difícil sostenerlo. Se dice que no, que no lo es. Que tiene que hacerlo porque una vez que lo pensó, que lo creyó necesario, no puede no hacerlo. Sí puede: podría suponer que otros lo harán, pero no confía tanto en los otros, en los hombres. En sí mismo tampoco, pero debe intentarlo: sólo por eso se ha lanzado, una cuestión de dignidad -eso que algunos llaman tozudez. Se alivia, hasta que piensa que quizás, al final, ésa sea la forma más refinada de la ambición: no decirse quiero hacer tal cosa sino decirse quiero que alguien la haga pero no se me ocurre quién si no yo mismo.

Publicidad


Fragmento de Echeverría
Por Martín Caparrós

Se dice que no, que ambición sería haber aceptado el encargo de glorificar la campaña de don Juan Manuel, por ejemplo. Pero el engaño es breve: ésa era la forma vulgar de la ambición. Ambición fue no aceptarlo, creer que está para mejores cosas. Ambición fue dejar de escribir esas canciones que todos canturrean y lanzarse a esta empresa imposible, por ejemplo. Echeverría no se creía ambicioso, pero ahora le sería difícil sostenerlo. Se dice que no, que no lo es. Que tiene que hacerlo porque una vez que lo pensó, que lo creyó necesario, no puede no hacerlo. Sí puede: podría suponer que otros lo harán, pero no confía tanto en los otros, en los hombres. En sí mismo tampoco, pero debe intentarlo: sólo por eso se ha lanzado, una cuestión de dignidad -eso que algunos llaman tozudez. Se alivia, hasta que piensa que quizás, al final, ésa sea la forma más refinada de la ambición: no decirse quiero hacer tal cosa sino decirse quiero que alguien la haga pero no se me ocurre quién si no yo mismo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios